Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de Giannina Braschi

Giannina Braschi (San Juan, Puerto Rico, 5 de febrero de 1953) es una escritora puertorriqueña, autora de»El imperio de los sueños» (1988), la novela bilingüe ”Yo-Yo Boing! (1998), y “Estados Unidos de Banana” (2011).

Una letra llega y me visita. Sienta sus piernas en la sala. Transita sin hablar. De pronto estalla y aparece otra figura. ¡Bienvenida! Huye rápido y veo dos, tres, cuatro, cinco, siete, quinientas letras. De repente escucho la palabra río y corre el agua en los espacios de otro río. Repito dos, tres, cuatro, cinco, siete, quinientas veces río y el frío aprisiona los crepúsculos. Tiembla entonces la doble vertiente de esa letra. No hay regreso sin fondo. La letra nace de la vida. Allí comenzó su límite. Debajo descubro el mundo.

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Le abrirás la puerta a la poesía porque poesía no sabe lo que busca y pide sombra de la luz y pide el río y el mar y se come los cerezos del árbol. Poesía espía y centinela de los árboles y de las montañas, y ladrona del secreto y de los misterios encerrados en un vaso y borrachera de la noche enlutada por la viudez del día. Poesía del telegrama y poesía del teléfono. Poesía de la carta en el buzón. Poesía del sobre y del melón comido por la herida del amor. Poesía entre el melocotón y la carta del avión. Poesía en medio de los dos. Poesía entre él ya llegó y se fue y desapareció, entre la fruta y la semilla donde llegó el mensaje del amante que no vendrá después.

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El circo tenía un elefante blanco y una tortuga roja. Todos mis enemigos son borrachos y son también amigos de mi cuerpo. ellos sólo le abren las puertas a mis ojos, y sorben, sorben, diez kilos de amor, y tragan, tragan, catorce kilos de quimeras. Las estrellas me adivinan diez años y me profetizan otros veinte. Ye búho está sentado en mi brazo más pequeño. Y el loco lo intimida. Y los borrachos piden sombra. Brindemos en nombre de los trucos. Y el mago que salió alzó su sombra y destruyó todos los circos.

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Lo toco todo, por sumarlo todo, y resto menos diez, más cuatro. Cinco solitarios y diez reyes, dos espadas. La adivina y su maldita baraja. El astro y las estrellas se componen de un solo solitario. Lo sé, sabré decirlo. Abriré las cartas, las miraré y cerraré las manos. Dos espadas cruzan la mano de la adivina. Y con la carta no hay mentira. Viudo seré, serás, cuatro estrellas y dos gatos, peleando en cada calle, una lombriz. Y una bola de cristal, rodando la fortuna, pegándole a la pelota, diez golpes, dos caídas. A la noche, por la calle de la muerte, entre el sol y la adivina, diez cartas, dos mentiras. Entiendo, ojo quebrado no vale más, y, por su cuenta, pasan y vuelven las estrellas.