Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Gino Ginoris

Gino Ginoris (Cárdenas, Cuba. 1965). Poeta, narrador y editor. Reside en Santiago de Chile desde el año 2003. Dirige la Editorial Verbo(des)nudo y la revista literaria del mismo nombre.

Ha participado como jurado en diferentes concursos literarios, entre ellos, destaca: Gonzalo Rojas Pizarro 2014. Su obra ha sido recogida en diferentes revistas y antologías en Argentina, Chile, México, Canadá y EEUU, siendo traducida al Francés y Portugués. Ha publicado, en poesía: A la espera del próximo vuelo (2011), Para dejar grabados mis instintos y El otro lado de la bestia (2014).

Laberinto

En el blanco reverso de esta página
hay un extraño laberinto.
Lo habitan incontables minotauros
y un cencerro que no alcanza para tanto pecho,
hay una coraza y un instante, de esos dorados y tiernos
como alas de un ángel,
junto al eco que golpea sus altísimas paredes
hay un pescador y un buitre
con un cofre bajo el ala.
Detrás de las murallas que conforman el encierro
se escuchan los amargos gritos de las bestias,
el estertor final de sus caídas
derribadas por flechas
lanzadas hace más de cinco siglos.
En esta maraña de muros extendidos
se esconden las praderas que una vez
sirvieron de reposo a los vencidos
despojados de todo movimiento,
y el lábaro, anclado al suelo
como recuerdo gravitante
de que nacerá un poema.

COMPAÑERA

La espera, agotadora enemiga
límite de la memoria, ríe
sarcasmo fluye
en las mandíbulas de la bestia.
Tiempo, feroz aliado,
testigo del derrumbe.
Ventanas como faros
cazadoras de momentos.
La espera que duerme,
a mi lado.

SALMO

Bienaventurados los hijos de la tierra
que celebran el nacimiento de las rosas.

Bienaventurados los poetas
que cambian las palabras y las resucitan.

Bienaventurados los espejos
que devuelven tu mirada hacia mi pecho.

Bienaventurados los amigos
que no hacen preguntas en las despedidas.

Bienaventurados el loco, el pesimista y los ausentes
que saben aliviar los dolores del silencio.

VACÍO ESPACIO

No está el espejo
al fondo de la minúscula tarde
el lóbrego silencio ad libitum
de su mancha.
Debió ser carne en las olas
no carne en las aguas.
Debió retratar la huella firme
sobre el lecho en que pecamos
(Tontos por no hacerlo interminable)
en su lugar hay una cruz
nadie sobre ella que perdone.