Poesía de México
Poemas de Gloria Gervitz
Gloria Gervitz fue una poeta y traductora mexicana, nacida en la Ciudad de México el 29 de marzo de 1943, descendiente de una familia judía ucraniana. Estudió Historia del Arte en la Universidad Iberoamericana y también se dedicó a la traducción de obras de escritores como Anna Akhmatova, Kenneth Rexroth, Samuel Beckett y Clarice Lispector.
En 1976, a los 26 años de edad, comenzó a escribir su obra más importante, Migraciones, un poema orgánico que ha sido comparado con otros poemas de largo aliento como Los Cantos de Ezra Pound y la Poesía Vertical de Roberto Juarroz. Publicado por primera vez en 1979, el poema ha sido revisado y ampliado a lo largo de los años, y consta de siete partes y más de 120 páginas escritas en español y en ídish.
Gervitz recibió varios premios y reconocimientos a lo largo de su carrera, entre ellos el Premio PEN México de Excelencia Literaria en 2011 y el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2019, otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile.
Su obra poética se caracteriza por una escritura compleja, en la que la exploración de temas como la identidad, la memoria y la migración se entrelazan con una cuidadosa atención al lenguaje y la forma. La obra de Gloria Gervitz, en particular Migraciones, es considerada un hito en la poesía latinoamericana contemporánea.
Gloria Gervitz falleció el 19 de abril de 2022 en la Ciudad de México, dejando tras de sí una obra literaria de gran importancia y una huella indeleble en la poesía hispanoamericana.
Fragmento de ventana
(…)
En las migraciones de los claveles rojos donde
revientan cantos
de aves picudas y se pudren las manzanas antes del
desastre
Ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan
el sexo
en el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té
Flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo
mismo
Ciudades atravesadas por el pensamiento
Miércoles de ceniza
La vieja nana nos mira desde un haz de luz
Respiran estanques de sombras, llueve morados casi
rojos
El calor abre sus fauces
Abajo, la luna inunda la calle
Estamos en la fragilidad de la corteza del otoño
En el parque rectangular
en la canícula, cuando los colores claros son los más
conmovedores
Después de Shajarit
olvidadas plegarias, ásperas
Nacen vientos levemente aclarados por la oración,
bosques de pirules
Y mi abuela tocaba siempre la misma sonata
Una niña toma una nieve en la esquina de una calle
soleada
Un hombre lee un periódico mientras espera el
camión
Se fractura la luz
Y la ropa está tendida al sol. Impenetrable la sonata
de la abuela
Tú dijiste que era el verano
Oh música
Y la invasión de las albas y la invasión de los verdes
Abajo, gritos de niños que juegan, vendedores de
nueces
respiración de rosas amarillas
Y mi abuela me dijo a la salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha
Bajo el sauce inmerso en el verano solo la
impaciencia se demora
Dóciles nubes descienden hacia el silencio
El día se disipa en el aire caliente
Estalla el verde dentro del verde
Bajo el grifo de la bañera abro las piernas
El chorro del agua cae
El agua me penetra
Es la hora en que se abren las palabras del Zohar
Quedan las preguntas de siempre
Me hundo más y más
La luz late desordenadamente
En el vértigo de Kol Nidrei antes de comenzar el gran
ayuno
En los vapores azules de las sinagogas
Después y antes de Rosh Hashaná
En el color blanco de la lluvia en la Plaza del
Carmen
mi abuela reza el rosario de las cinco
Y al fondo precipitándose
el eco del Shofar abre el año
En la vertiente de las ausencias al noreste, en el
estupor
desembocan las palabras, la saliva, los insomnios
y más hacia el este
me masturbo pensando en ti
Los chillidos de las gaviotas. El amanecer
la espuma en el azoro del ala
El color y el tiempo de las buganvilias son para ti
el polen quedó en mis dedos
Apriétame. Madura la lluvia
tu olor de violetas acidas y afiebradas por el polvo
las palabras que no son más que una oración larga
una forma de locura después de la locura
Las jaulas donde se encierran los perfumes, las
alegrías interminables
la voluptuosidad de nacer una vez y otra, éxtasis
inmóvil
Muévete más. Más
Eres más aterradora que la noche
Me dueles
Fotografías casi despintadas por la fermentación del
silencio
Corredores abiertos
Tu respiración aplasta el verano
Y la fiebre enrojeció otros cielos
Las terrazas lustradas se oscurecieron con las acacias
Y en la cocina los platos recién lavados
las frutas secas, los almíbares
En la crecida de los ríos
En la noche de los sauces
En los lavaderos del sueño desde donde se desprende
ese vaho
de entrañas femeninas inconfundible y anchuroso
te dejo mi muerte íntegra, intacta
Toda mi muerte para ti
¿A quién se habla antes de morir? ¿Dónde estás?
¿En qué parte de mí puedo inventarte?
Ciudades de hilo, carreteras que llevan siempre al
principio
Milagros amontonados en la cal
de la iglesia de Santa Clara en Guanajuato
Flores de tinta en un hebreo luido saliéndose de los
rollos de la Torah
Nada se mueve
Se me están perdiendo los días, van resbalando
despacio
los va apretando la migraña
No me encuentro. Ni siquiera tengo cirios para velar
mi muerte
ni siquiera sé las palabras del Kadish
Ya no tengo brújula. Estoy abrazada al aire
¿Dónde se rompen los latidos?
¿Con qué se desprende este último pedazo de sueño?
Y la casa amarrada a un árbol, amarrada al viento
Las hojas y su sombra de ópalo
Espiral de ecos
Reverberación
Somos lo que pensamos
Pensamiento atrás del pensamiento
Regresan las grullas
abren con sus alas el silencio
instantáneas flores blancas en un cielo vacío]
(…)
Ahora estoy en un paisaje de zenzontles
Cada vez estoy más cerca
Cuando posea esa inmensidad
apenas tendré fuerza para despertar en la brevedad
de la muerte
La luz golpea el aire. Estamos donde los colores se
abren
Son días largos y apretados como la migraña.
Y todo se repite
Los árboles desamarrados
La noche se deshace
¿Y después?
Lo único verdadero es el reflejo del sueño que trato
de fracturar
pero que ni siquiera me atrevo a soñar
continuo plagio de mí misma
Y el lugar del encuentro es sólo tiempo. Todo no es
sino tiempo
Allá donde unas cuantas buganvilias en un vaso de
agua
bastan para hacernos un jardín
Porque morimos solos. Y la muerte es apenas el
despertar
de este sueño primero de vivir y dijo mi abuela a la
salida del cine
Sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha
Se oxida la lumbre de las veladoras
y yo, ¿dónde estoy?
Soy la que fui siempre. Lo inesperado de estar
siendo
Llego al lugar del principio donde comienza el
comienzo
Éste es el tiempo
Es el tiempo de despertar
La abuela enciende las velas sabáticas desde su
muerte y me mira
Se extiende el sábado hasta nunca, hasta después,
hasta antes
Mi abuela que murió de sueños
mece interminablemente el sueño que la inventa
que yo invento. Una niña loca me mira desde
adentro
Estoy intacta
(…)
Recomienzo
No es en la oscuridad de la fe
Es en la duda
¿Por qué no llueve?
Jamás regresaré
Y lo aquí vivido se perderá para siempre
Afuera el aire se adelgaza
El verano comienza a pudrirse
No se puede hablar de lo que realmente importa
Se arreglaba igual que cuando muchacha
Las cejas delineadas con lápiz
¿La boca muy roja entre las arrugas
¿Seré yo esa mujer?
Era casi todavía joven con el miedo de ser nadie
Y el deseo era monótono y negro como una caja de
laca china
(…)
Una gaviota aletea en el cemento
Luz fría en las habitaciones recién pintadas
Huellas de fotos
Mis muertos son tan reales como yo. Les hablo en
ruso y en yiddish. Casi me he olvidado del español
¿Qué son las palabras? Sigo confusa, sigo viva
Como antes, cuestiono mis días. Soy la que. La
muchacha que lloraba abrazada a su madre muerta
sigue llorando dentro de mí
Queda un manojo de flores en un vaso de agua
La oscuridad de los armarios, la ropa impecable, las
baldosas pulidas
Los espejos están colgados alto para verse apenas la
cara
Cada objeto está en su lugar. Camino en las orillas
Ya no tengo prisa
Anochece. No me canso y barro una y otra vez
El polvo se enrosca como un animal
¿Y hacia dónde avanzo con el pie sobre el
corazón?
(…)
Bébeme como si fuera agua
Derrámame
Del manto de la virgen se desprenden palomas
Llueve Llueve dentro de la casa
Escena en blanco y negro
(en realidad no pasa nada estoy en el mismo lugar)
No me dejes ir
No me quiero ir
Los lirios recién cortados comienzan a asfixiarse en el
vaso de agua
Dame tus manos
Sus manos eran secas y demasiado grandes
Quisiera rezar
Pero no sé rezar
Dime ¿por qué te escondes atrás de la migraña
cuando te hablo?
El silencio cerrado como una iglesia después de llover
Despierto en el sueño pero es tu sueño
Estamos unidas por las mismas culpas, la misma
rutina, el mismo polvo
Miedo de acabar como aquellas mujeres viejas,
viviendo en un cuarto de hotel, las medias de
algodón enrolladas, hablando sólo de sí mismas
¿de qué otra cosa hemos hablado alguna vez?
¿Me escuchas?
¿Me escuchas?
Siempre fuiste la más hermosa
Nadie más tuvo importancia
Oh maligna
Destiérrame
Déjame ir
Ten piedad de mí
Tú que me has consolado
Ayúdame a olvidarte
Aleteos en el vidrio de la ventana
¿Me oyes?
¿Estás todavía conmigo?
¿Eres acaso mi propio eco?
Estoy en el mismo lugar. El mismo lugar donde todo
comenzó
Donde se comienza. Donde todo comienza
Ya casi en el olvido la misma cara entre las manos
Ella la misma muchacha aunque apenas si todavía
una muchacha
Abro las persianas, cierro las persianas. Se pone la
mesa
Se limpia la mesa
Enciendo las luces. Apago. Doblo la ropa, desdoblo,
doblo
El mismo polvo, la misma estación seca y larga
Los frascos vacíos y vueltos a llenar por si tú vienes
Todo está en orden
Todo en orden siempre por si un día quieres venir
Cualquier día, cualquier otro día. Te espero
Caen las hojas, cae el viento
Caigo
Arrúllame
Envuélveme
Y si un día, si un día no estás ahí para responderme,
si no vienes
Si dejas para siempre estas habitaciones que
desempolvo para ti
Que arreglo para ti
Y esto ¿tiene importancia?
Me haces daño
Suéltame
No me quites lo que he aprendido por mí misma
Las mujeres se sientan en el suelo
Yo digo Kadish por ti y por mí
Las palabras están gastadas como esas piedras con
el mármol gastado por los besos
Madre de Dios ruega por nosotros
Y ella que vino desde Kiev
Ramo de flores apretado contra el pecho
Vida para ser vivida en un tiempo más largo
‒No fuimos a Canadá porque nos dijeron que era
muy frío
Salimos en tren. El barco lo tomamos en Ámsterdam
Nunca más me embarcaré en aquel mar tan soñado
Oh madre que olvidé
En esta hora y en la hora de nuestra muerte
Adonai Eloheinu Adonai Ejad
Adiós
Adiós
Oh madre
Adiós
- Lourdes Gil
- Reynaldo Naranjo
- Jorge Etcheverry Arcaya
- José Larralde
- Roxana Crisólogo
- Michel Houellebecq
- Manuel Navarro Luna
- Victor Segalen
- Sergio Briceño González
- Luis María Sobrón
- Armando Romero
- Elsie Alvarado de Ricord
- Yvor Winters
- Oliver Wendell Holmes
- Emilio Ballagas
- Josela Maturana
- Marcos Rafael Blanco Belmonte
- Desiderio Macías Silva
- Martha Gularte
- Barry Gifford