Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Héctor A. Murena

H. A. Murena (Buenos Aires, 14 de febrero de 1923-Ib., 6 de mayo de 1975), fue un escritor, ensayista, narrador, poeta y traductor argentino. Escribió unos veinte libros de todos los géneros literarios y fue habitual colaborador de la revista Sur y del suplemento cultural del diario La Nación. Fue un importante difusor del pensamiento alemán en español.

LAMENTO DE LA ALEGRÍA

Sin sombra
debería
marchar
como la rosa
que vuela

¡Querida
osadía
nula
de ser!

HIMNOS A LA NOCHE

Con qué corazón, con qué ánimo cantarte, noche,
en esta ciudad triste como una gran niña sorda
que no podía desearnos, entre hombres fatigados
por el peor de los males, por la espera, que venían
a repetir en vano desde todas partes los llamados,
las comidas, las frustradas fiestas, a mancharte
sin saberlo, simulando en tus umbrales el inefable ruido
que es el mundo en los días de la vida verdadera?
Íbamos solos y callados por calles, por iluminadas
avenidas,
nos mirábamos sin paz, como sacerdotes amenazados,
en nuestra piel contábamos el paso del tiempo,
en la vaga angustia de una mujer que nos quería,
mientras sentíamos siempre entre los dientes el gusto
honroso y mortal de un fruto de silencio que ardía.
Y ese fruto era el válido homenaje de nuestras voces
que el alba a veces premiaba con su turbia amnistía.

I

Una noche mordí
aquella pepita,
el inconfundible
gusto de mí mismo.
Desde entonces huyo.
¿Qué es ese temblor
hacia el que corro,
ese viento del que no sé
si es el ser o el no ser?
Cuando me vuelvo
lamen mi cara
las llamas
de la ciudad incendiada.

VI

Si acabas de nacer,
escoge sin tardanza
tu cántaro.
Agua de la fuente
que mana para todos
hay en el que te corresponde.
El otro cántaro es idéntico,
pero está henchido de veneno.
Escoge: rápido.
Después acierta
o equivócate.
Será en vano.
Eres libre
en el instante eterno.

IX

¿Quién soy
en este cuarto
silencioso y solitario,
quién es el que se queja
mientras yo permanezco
callado, quién
se agita, se estremece,
como si quisiese nacer en mí,
en mi alma,
para cambiarme en monstruo
o en ángel,
feto de fuego
de mi víctima
o mi verdugo?

X

Y esas caras que veo
en los sueños,
la iguana del tiempo
que baila erguida
al claro de la luna,
las voces que susurran
al oído del hombre
tendido
en su estrecha cama:
mientras sea de día
haremos lo que debamos hacer
y mientras tengamos fuerzas
no cederemos ante el mal…
Mis magias. Mis magias.

TRABAJO CENTRAL

El instante
en que la espada
de lo posible
súbitamente
se inyecta de sol,
gira,
a segar empieza
los limbos palpitantes.

Y más allá,
cuando como diluvio
de pétalos descienden
las tibias, las fuertes
y finas,
las iridiscentes palabras
recogidas
con ambas manos
antes de que se posen
sobre la realidad

Precisamente
libre de libertad,
lento vuelo
de pájaros
visto en un espejo,
rumor aciago,
fruta absoluta,
un cadalso cubierto
de polen.

Que se entienda
esta dicha terrible
que es cualquier barco
hacia todo naufragio.

CÓMO, DÓNDE

Se miran
se huelen
las flores
para recordar
la flor.

La flor.

La flor
del espíritu.
¿quién sabe
cómo
dónde?

CAMINO ABIERTO

La página
en blanco
y
la caligrafía
que la invade.

Pero
yo no puedo
dejar
de amar.

Un silencio
redimirá mañana
el ruido
de mis pasos.

EXISTENCIA DEL LINAJE

Un cisne
invisible
besa
siempre
mi mano.

¿Sabe
el árbol
que existe?
¿Sabe uno
si existe?
El cisne
dice sí
que sí.

Solo
en lo invisible
de verdad
moramos.