Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Henri Cazalis

Henri Cazalis nació el 9 de marzo de 1840 en Cormeilles-en-Parisis, una localidad del departamento de Val-d’Oise, al norte de París. Su padre, Adolphe Cazalis, era un abogado y político liberal que participó en la revolución de 1848. Su madre, Marie-Louise Lefebvre, era una mujer culta y aficionada a la música. Henri recibió una educación esmerada y mostró desde joven un gran interés por la literatura, la filosofía y las lenguas orientales.

A los 20 años, publicó su primer libro de poemas, Chants populaires de l’Italie, bajo el seudónimo de Jean Caselli. En 1862, inició una correspondencia con el poeta Stéphane Mallarmé, con quien compartió su admiración por Edgar Allan Poe y Charles Baudelaire. En 1865, publicó otro libro de versos, Vita tristis, Rêveries fantastiques, Romances sans musique, en el que se aprecia la influencia del romanticismo y del simbolismo.

En 1866, se licenció en medicina y se especializó en oftalmología. Ejerció como médico en París y luego en Ginebra, donde se instaló definitivamente en 1876. Su profesión le permitió viajar por Europa y Oriente Medio, y conocer a personalidades como el escritor Victor Hugo o el pintor Henry Regnault, a quien dedicó una biografía tras su muerte en la guerra franco-prusiana.

En 1872, publicó Le Livre du néant, un poemario de tono pesimista y nihilista que refleja su desencanto por la situación política y social de Francia. En este libro aparece por primera vez el seudónimo de Jean Lahor, que adoptó para evitar confusiones con otros autores homónimos o similares. El nombre Lahor es una referencia a Lahore, la capital del Punjab, una región que visitó durante uno de sus viajes.

En 1875, publicó su obra más conocida, L’Illusion, una antología de poemas que abarca desde 1865 hasta 1893. En esta obra se aprecia la evolución de su estilo poético, que pasa del romanticismo al simbolismo y al parnasianismo. Sus temas preferidos son el amor, la muerte, la naturaleza y el oriente. Su lenguaje es musical y refinado, con un uso frecuente de las aliteraciones y las rimas internas.

Muchos de sus poemas fueron musicalizados por compositores como Camille Saint-Saëns (autor de la famosa Danza macabra), Henri Duparc, Charles Bordes, Ernest Chausson, Reynaldo Hahn o Paul Paray. Su poesía tuvo también una gran influencia en otros poetas como Paul Verlaine o Arthur Rimbaud.

Además de poeta, Henri Cazalis fue un erudito y un crítico de arte. Se interesó por las culturas orientales y tradujo al francés textos como el Cantar de los cantares o los Cuartetos de Al-Gazali. También escribió ensayos sobre filosofía, religión y estética, como L’Art nouveau o William Morris. Fue uno de los fundadores de la Société pour la protection des paysages et de l’esthétique de la France (Sociedad para la protección de los paisajes y la estética de Francia), junto con Sully Prudhomme.

Henri Cazalis murió el 1 de julio de 1909 en Ginebra, a los 69 años. Fue enterrado en el cementerio de Ferney-Voltaire. En su lápida se puede leer uno de sus versos: «Je n’ai pas su vivre et je n’ai pas appris à mourir» (No supe vivir y no aprendí a morir). Su obra, aunque no muy extensa, es una de las más representativas del simbolismo francés y de la poesía finisecular.

VERSOS ÁUREOS

¿Vale la externa música del verso resonante
el silencio del alma que colma su deber,
acudiendo al ajeno, sencilla y vigilante,
y que al amar alcanza su premio y su placer?

En su decoro espléndido la forma es corruptora;
la embriaguez de belleza nos llega a hacer impuros:
para tu alma dorada busca otra inspiradora
que no sea la Venus de ojos dulces o duros.

Cumple con tu deber, deja la forma fatua;
la suprema belleza no es la del cuerpo inerte,
y dentro de ti mismo duerme la blanca estatua:
la obra de arte más alta es la virtud del fuerte.

Es el santo el más noble y más sublime artista
porque del fango saca el divino ser puro,
formando un ser de amor de una fiera egoísta,
como se esculpe un dios en un metal oscuro.

Y en el héroe humilde la lucha y sacrificio,
marchando hacia la muerte con blandura infinita,
de los augustos fines verás el ejercicio,
y dentro de tu alma su santo ejemplo imita.

A los que lloran, tristes, las penas que les hieren
llégate con amor, venlos a levantar:
luchando como luchan, muriendo como mueren,
¡te permiten vivir, te permiten soñar!

En esta extraña vida que es con ellos terrible
contempla cómo abren sus ojos agostados.
Sea tu religión la piedad indecible.
Aligera la carga de los desventurados.

De tu alma el mortal tedio su negra presa hacía
para así castigar tu incesante querer;
del gran renunciamiento de tu alma a la alegría
gusta el sabor austero y el sombrío placer.

Será labor primera ahogar tu hondo egoísmo:
imitarás al santo e imitarás al fuerte;
para vivir sin límites muere antes en ti mismo:
que para crecer tienes que atravesar la muerte.

Tendrás del héroe cierto el reposar profundo,
y libre de pasiones bajas, en este trance,
tu corazón unido al corazón del mundo
habitará un lugar que la muerte no alcance.

Cuando al alma de todos tu alma esté reunida
tanto que en su dolor sientas tu hondo dolor,
entonces vivirás tu eterna y santa vida:
al mezclarlo al de todos se aumentará tu amor.

Será entonces sublime, lleno del alto sino
de esta hora en que tu ser por siempre va a juntar
su destino liviano al humano destino
y, gota a gota, vuelve hacia el profundo mar.

DANZA MACABRA

«Zig y zig y zig», la cadenciosa muerte llama,
con el talón de su pie, a una tumba.
La muerte, a media noche,
baila, «Zig y sig y zag», sobre su violín.

El viento invernal sopla y la noche está sombría.
Se escuchan los gemidos de los tilos.
En la oscuridad se ve a los blancos esqueletos
correr y saltar bajo sus mortajas.

«Zig y zig y zig», cada uno temblequea.
Se oyen chasquear los huesos de los bailarines.
Una pareja lujuriosa se sienta sobre la hierba,
como para saborear antiguas delicias.

«Zig y zig y zag», la muerte continúa
rascando sin fin sus agrios instrumentos.
¡El velo se cayó! La bailarina está desnuda,
su bailarín la abraza amorosamente.

La dama es… marquesa o baronesa,
y el lozano galán un pobre mecánico.
¡Horror! Y he aquí, que ella se confía
como si el patán fuera un barón.

«Zig y zig y zig», ¡Qué zarabanda!
¡Círculos de muertos que se dan las manos!
«Zig y zig y zag», se ve en la cuadrilla
al rey y a los villanos bailando juntos.

¡Pero «shhh»! De momento se acaba la reunión,
se apresuran, se van, el gallo ha cantado.
¡Oh, qué bella noche para el desgraciado mundo!
¡Que vivan la muerte y la igualdad!

Leda y el cisne (fragmento)

El cisne estremecido la venía a besar
Ella ofrecía su hermoso cuerpo robusto sin comprenderlo:
Los inmortales nacen de esta mierda tonto,
Y con la forma de Helen descienden por el flanco.

Y el brillo extraño de la noche misteriosa
Siempre es así estúpido Matiére,
Y la mujer ignoraba que los dioses procreaban,
Sin adivinar de donde venía tanta luz!