Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de Howard Nemerov

Howard Nemerov fue un destacado poeta, novelista y crítico estadounidense que se caracterizó por su ironía y su ingenio autocrítico. Su poesía, a menudo sobre la naturaleza, le valió numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Pulitzer, el National Book Award y el Bollingen Prize.

Nemerov nació el 29 de febrero de 1920 en Nueva York, en el seno de una familia interesada por las artes. Su padre era dueño de una tienda departamental y su hermana menor fue la famosa fotógrafa Diane Arbus. Estudió en la Universidad de Harvard y luego sirvió como piloto en la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra, se dedicó a la docencia en varias instituciones, como el Hamilton College, el Bennington College, la Universidad Brandeis y la Universidad Washington en San Luis.

Su primer libro de versos, The Image of the Law, se publicó en 1947 y fue seguido por muchos otros, como The Salt Garden (1955), Mirrors and Windows (1958), The Blue Swallows (1967), Sentences (1980) e Inside the Onion (1984). En su poesía, Nemerov combinaba la observación precisa de la realidad con la reflexión filosófica y el humor sutil. También produjo poemas satíricos sobre la sociedad contemporánea. Su obra más aclamada fue The Collected Poems of Howard Nemerov (1977), que reunió su producción poética hasta ese momento.

Nemerov también se destacó en la prosa, con novelas como The Melodramatists (1949), Federigo: Or the Power of Love (1954) y The Homecoming Game (1957), así como con ensayos críticos sobre poesía y literatura. Fue nombrado dos veces poeta laureado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, para los períodos entre 1963 y 1964, y entre 1988 y 1990. Murió el 5 de julio de 1991, a los 71 años de edad, a causa de cáncer.

Porque preguntaste sobre la línea entre la prosa y la poesía

Los gorriones se alimentaban bajo una gélida llovizna
que, mientras mirabas, se convirtió en trizas de nieve
cabalgando una pendiente invisible
que iba del sesgo plateado al azar, blanco y pausado.
Llegó un momento en que no pudiste distinguir.
Y luego claramente volaron en vez de caer.

Figuras del pensamiento

Colocar la espiral logarítmica sobre
la concha marina o sobre la hoja, y ver que encaja,
observar que la misma idea se resuelve
en la vuelta inclinada y ceñida del aguerrido piloto
que se dirige hacia su objetivo, fijando la presa,
y en el vuelo de ciertos insectos de ojos estrábicos
que no pueden ver que vuelan directo a la muerte,
sino que tienen que mirarla de soslayo
y llegar girando a la llama de la vela…
Cuán secreto es eso, y cuán privilegiados
nos sentimos al hallar la misma necesidad
cifrada en formas diversas y de otro modo
sin parentesco: esa es la belleza
en la naturaleza y en el arte, no obvia,
no inaccesible, sino justo en medio.
Quizá nuestro árido placer disminuye un poco
al preguntarnos si todo lo que somos y hacemos
está sujeto a alguna pequeña ley como esa;
oculta en la naturaleza, pero no tan profundamente.

Para D, muerta por su propia mano

Mi niña, me pregunto si antes del final
Pensaste alguna vez en ese juego de críos-
Al que seguro tú también jugaste- en el que
Corrías sobre el estrecho muro del jardín
Imaginándote que era un precipicio
Una oscuridad de nieve que se precipitaba
Al vacío, por ambos lados invisible
Y cuando sentías que perdías el equilibro
Saltabas por temor a caer, y pensabas
por un instante: justo ahora, es ahora cuando muero.
De eso hace una eternidad. Ahora ya no estás
Ya no jugarás a ese juego de los adultos
En el que sobre la oscuridad y al borde del precipicio
Sigues corriendo sin mirar abajo
Y donde nunca saltas por miedo a caer.

EL GORRIÓN EN EL ZOOLÓGICO

No hay barrotes tan estrechos, ni malla tan fina
que me mantengan alejado del águila y del león,
a quienes los guardianes alimentan
para que yo pueda comer libremente.
Esto viene a demostrar que si se tiene el ingenio
de ser pequeño, corriente, cuco y de vivir
sobre mierda,
aunque la jaula inquiete a los reyes,
uno puede aprovecharse de ello.

Una cartilla para la rutina

A pela una manzana, mientras B se postra
ante Dios, C telefonea a D, quien tiene su mano
en la rodilla de E, estornuda F, escarba G la tierra
para la tumba de H, no comprendo nada Yo
pero J está disparando a un plato
mientras K propina un golpe en la cabeza de L,
y M toma mostaza, conduce por el centro N,
se va a la cama O con P, y cae muerta Q,
R miente a S, mas sucede que es escuchada
por T, que se lo cuenta a U para que no despida a V
y así ésta tenga que prometerle a W
que X está ahora engañando a Y con Z,
a quien le da ahora por recordar a A
pelando, muy lejos, en algún lugar, una manzana.

UN CUADRO ANTIGUO

Dos niños, luciendo ropas cortesanas,
cruzan una habitación ricamente ornamentada.
Él porta un cetro, ella un libro;
intercambian una mirada seria.
Frente al amor que se prodigan,
fruncen sus ceños personas serias en la alta galería,
y más allá, tras el biombo de seda,
susurran el obispo y la reina.
Ellos tienen las riendas del futuro,
que será como lo han predestinado:
el tálamo ya está hecho,
la cripta, ya preparada.

EN EL AEROPUERTO

Por la puerta que se abre a la nada y la noche
entran de pronto unos cien y se dispersan
en el salón de espera atestado y caliente.
Otros cien más van hacia la puerta
y esperan pacientes que los dejen pasar
a la nada y la noche, mientras una voz recita
la intermitente letanía de números
y los nombres sagrados de distantes destinaciones.
Ninguno de los que sale está seguro de llegar.
Ninguno de los que llega está seguro de ser amado
lo bastante. Pero son metidos en el tubo plateado
y levantados, para ser arriba mimados y servidos
mientras su celda acolchonada de calor y de luz
desgarra la tiniebla aunque ni aquí ni allá.