Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Ida Vitale

Ida Vitale, nacida el 2 de noviembre de 1923 en Montevideo, es una figura esencial en la poesía uruguaya y una destacada representante de la «Generación del 45«. Su obra, anclada en la tradición vanguardista, trasciende la mera expresión poética para explorar la alquimia del lenguaje. Como miembro de la «Generación del 45«, comparte la escena literaria con notables como Juan Carlos Onetti, Carlos Maggi y Idea Vilariño, bajo la tutela crítica de Emir Rodríguez Monegal.

Creció en un hogar cultivado y cosmopolita, donde la influencia italiana paterna se entrelazaba con una voraz inclinación hacia la cultura. Desde su infancia, Ida fue inmersa en la poesía, rodeada de diarios que albergaban versos en sus páginas culturales. La diversidad de su hogar, con libros en italiano y francés, sembró las semillas de su fascinación por las palabras.

Su viaje académico la llevó a estudiar Humanidades en Uruguay, donde también se desempeñó como docente. Durante la dictadura cívico-militar, se exilió en México en 1974, colaborando en la revista Vuelta bajo la influencia de Octavio Paz. Su periplo continuó en Estados Unidos y, tras 30 años en Texas, regresó a Uruguay en 2016.

Ida Vitale, reconocida con múltiples premios, entre ellos el prestigioso Premio Cervantes en 2018, ha sido honrada por su contribución al lenguaje español. Su carrera se extiende más allá de la poesía; como traductora, ensayista y crítica literaria, ha dejado una huella indeleble.

En cuanto a su obra poética, Vitale se distingue por su esencialismo. Sus versos, cortos y metaliterarios, exploran una profunda conexión con la naturaleza y una búsqueda del significado intrínseco de las palabras. Sus influencias incluyen a José Bergamín y Juan Ramón Jiménez, quienes moldearon su expresión lírica.

La prolífica autora ha sido galardonada con premios como el Octavio Paz, Alfonso Reyes, Reina Sofía, García Lorca, Max Jacob y el Cervantes. Además, su obra, desde La luz de esta memoria hasta Tiempo sin claves, ha dejado una marca indeleble en la poesía contemporánea.

Ida Vitale, una ciudadana ilustre de Montevideo, es un faro literario que, a sus 99 años, sigue iluminando con la luz de su memoria y la esencia de sus palabras. Su legado se expande por generaciones, influenciando a escritores y lectores con la riqueza de su visión poética y la profundidad de su compromiso con el arte de la palabra.

Sumas

caballo y caballero son ya dos animales

Uno más uno, decimos. Y pensamos:
una manzana más una manzana,
un vaso más un vaso,
siempre cosas iguales.

Qué cambio cuando
uno mas uno sea un puritano
más un gamelán,
un jazmín más un árabe,
una monja y un acantilado,
un canto y una máscara,
otra vez una guarnición y una doncella,
la esperanza de alguien
más el sueño de otro.

Agosto, Santa Rosa

Una lluvia de un día puede no acabar nunca,
puede en gotas,
en hojas de amarilla tristeza
irnos cambiando el cielo todo, el aire,
en torva inundación la luz,
triste, en silencio y negra,
como un mirlo mojado.
Deshecha piel, deshecho cuerpo de agua
destrozándose en torre y pararrayos,
me sobreviene, se me viene sobre
mi altura tantas veces,
mojándome, mugiendo, compartiendo
mi ropa y mis zapatos,
también mi sola lágrima tan salida de madre.
Miro la tarde de hora en hora,
miro de buscarle la cara
con tierna proposición de acento,
miro de perderle pavor,
pero me da la espalda puesta ya a anochecer.
Miro todo tan malo, tan acérrimo y hosco.
¡Qué fácil desalmarse,
ser con muy buenos modos de piedra,
quedar sola, gritando como un árbol,
por cada rama temporal,
muriéndome de agosto!

Cultura del palimpsesto

Todo aquí es palimpsesto,
pasión del palimpsesto:

a la deriva,
borrar lo poco hecho,
empezar de la nada,
afirmar la deriva,
mirarse entre la nada acrecentada,
velar lo venenoso,
matar lo saludable,
escribir delirantes historias para náufragos.

Cuidado:
no se pierde sin castigo el pasado,
no se pisa en el aire.

Estar solo

Un desventurado estar solo,
un venturoso al borde de uno mismo.
¿Qué menos? ¿Qué más sufres?
¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,
sólo tacto sutil, color y rosa,
sin ardua espina?

Exilios

…tras tanto acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.

Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los Vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.

La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.

Se disuelve, tan solo.

Gatos

Como tras los mullidos ves tres gatos
a su trisagio erótico ceñidos,
saltar por los tejados, aguerridos
como otros d ‘ Artagnan, Porthos y Athos,

pasas a depender, no de insensatos
pensamientos ajenos repetidos
ni de tu larga deuda de descuidos
sino del paso de estos gatos gratos.

El primero te quita de lo humano
sin llevarte por eso a lo divino;
el segundo te anima la sonrisa;

con el tercero, piensas, de la mano,
más cabal, de la cola del felino:
¿a qué, no siendo humanos, tanta prisa?

Justicia

Duerme el aldeano en un colchón de heno.
El pescador de esponjas descansa
sobre su mullidísima cosecha.
¿dormirás tú, en lenta flotación,
sobre pael escrito?

Gotas

¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.

La palabra infinito

La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo.

¿Es más que su sabor el gusto de la vida ?

Llamada viva

Ponerse al margen
asistir a un pan
cantar un himno

menoscabarse en vano
abrogar voluntades
refrendar cataclismos

acompañar la soledad
no negarse a las quimeras
remansarse en el tomado

ir de lo ceñido a lo vasto
desde lo opaco a la centella
de comisión al sueño libre

ofrecerse a lo parco del día
si morir una hora tras otra
volver a comenzar cada noche

volar de lo distinto a lo idéntico
admirar miradores y sótanos
infligirse penarse concernirse

estar en busca de alma diferida
preparar un milagro entre la sombra
y llamar vida a lo que sabe a muerte.

Otoño

Otoño, perro
de cariñosa pata impertinente,
mueve las hojas de los libros.
Reclama que se atienda
las fascinantes suyas,
que en vano pasan del verde
al oro al rojo al púrpura.

Como en la distracción,
la palabra precisa
que pierdes para siempre.

Residua

Corta la vida o larga, todo
lo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.

De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.

De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?

Paloma

Posada la paloma
en la pared blanquísima
blanca es y reverbera,
es de veras,
es verbo,
nos venga.
Blanca posada pide,
pasajera.

De pronto es negra.
Vuela.

Penitencia

¿Mirar atrás será pasar
a ser de sal precaria estatua,
un perecer petrificado
preso en sí mismo, parte
del roto encanto de un paisaje
cuya música no logro más oír?

¿Debo matar lo que miré,
el mito que minuciosa
pliego y despliego,
grava para mi paso solo?
¿ Ciega borrar lugares,
playas, vientos, el tiempo?

Sobre todas las cosas,
anular horas que se han vuelto inútiles
como lluvia que cae
sobre el mar implacable,
como mis propios pasos
si no son penitencia.