Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de James Agee

James Rufus Agee (Knoxville, Tennessee, 27 de noviembre de 1909 – Nueva York, 16 de mayo de 1955) fue un escritor y periodista estadounidense. Su novela autobiográfica Una muerte en la familia, aparecida en 1957, que ganó el premio Pulitzer en 1958, es considerada una obra maestra. Colaboró en cine, como crítico y guionista de dos películas sobresalientes.

A Walker Evans

Contra el tiempo y los daños del cerebro
Afila y calibra. Aún no del todo
Pero sí en alguna parte arbitrada
Ordena la fachada del lánguido verano

Espías moviéndose con delicadeza entre el enemigo
Los hijos menores, los necios
Apartan un poco los dialectos y las pieles manchadas de locura
Fingida,
Señalan ambiguamente y engañan al centinela eludido.

Edgar, llorando de piedad, a la repisa de aquel risco pálido,
Lleva a su padre ciego y describe un poco,
Mírale, despierto a medias, ca?do entre pequeñas flores silvestres
Pero, desapercibido, retárate.

Aún no es aquella hora desnuda cuando, armados
Desechado el disfraz, desafiamos al enemigo cara a cara.
Todavía , compañero, corren las bestias y destruyen el cielo
Todavía cautivo esta el rey viejo y bravo.

Líricas

No queda duda, suficiente engaño.
Ya ahora sí que no me amas.
Yo ahora sabes que no te amo.
Ya ahora sabemos que no nos amamos.
No mas duda, no más engaño.

Hay todavía piedad entre nosotros
Y los tiempos mejores aún son tan frescos como verdaderos.
El perro vuelve, Y ti a mí. Y yo a ti.
Y somos cobardemente tiernos del más cruel modo,
Sintiendo el precipicio desmoronarse a nuestros pies
Y sabiendo perdido el equilibrio, sonreímos, y nos quedamos
Un poco más, moviendo nuestros brazos desesperadamente como molinos.

Domingo: alrededor de Knoxville, Tenn.

Allí en la temprana y frugal primavera, florece el cornejo.

Desenvueltos, en el amistoso aire dominical
Entre los rojos zarzales, junto al paredón del río,
Empleados y sus elegidas emparejan.

Prosperan por allí, no cerca, lavados por charrales y junperos
El ford V ocho corriendo con el chevrolet.

No pueden perturbarla:

Sus pechos sacados fuera del provisto encaje,
Yacen como un lago quieto;
Y en la boca de ella revienta su dulzura:

¡Oh, ola los levanta!
No son ellos de los pájaros. Tanta inocencia
Técnicamente a reventar los trae.
No son las de ellos palabras felices.
Nosotros los humanos no tememos esperanza.
Nuestros goces más tiernos más nos obligan.
Ninguna cadena corta tanto hasta el hueso, y la seda
más dulce sutilmente estrangula.
Cómo termina esto que ahora place el amor acabado,
En cocinas, reyertas en la cama, silencios, paginas femeninas,
Angustias del corazón ante puertas con letras doradas,
Carne rancia, cuellos duros, agonía con corredores antisépticos,
Nalgueadas, reproches, viajes de pesca, jugos de naranja,
Pálizas, incapacidad, un chevrolet,
Escarnio de los hijos, amable desprecio mutuo,
Correcciones a gritos de sílabas comidas,
Bolsas de agua caliente, piedras en la vesícula,
Caídas de la escalera, anticuadas nochebuenas,
Sospechas de robo, arreglos con la Funeraria efectuados por yernos,
Cuartuchos balo los caballetes de bungalos de ladrillo
El vaso hecho pedazos, la mirada cruzada entre al hija y el marido,
El cuerpo vacío en la cama solitaria
Y, en el vacío pórtico de concreto, cenizas aventadas
Nietos paseando al traicionero sol

Y ahora, en los gratos desvencijados anaqueles del horror
Oh Dios enseña, oh Dios ciegas estos niños.