Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Jean Genet

Jean Genet (París, 19 de diciembre de 1910 – París, 15 de abril de 1986) fue un novelista, dramaturgo y poeta francés, cuya obra expresa una profunda rebelión contra la sociedad y sus costumbres. Sus restos mortales descansan en un cementerio de Larache, una ciudad del norte de Marruecos, por voluntad propia.

EL CONDENADO A MUERTE

FRAGMENTO 1

Sobre mi pescuezo sin armadura y sin odio, mi pescuezo
Que mi mano más ligera y grave que una viuda
Acaricia bajo mi collar, sin que tu corazón se conmueva,
Deja a tus dientes depositar su sonrisa de lobo.

Oh ven mi bello sol, oh ven mi noche de España,
Alcanza mis ojos que mañana habrán muerto.
Alcanza, abre mi puerta, entrégame tu mano,
Llévame lejos de aquí hasta alcanzar nuestro campo.

Pueden despertar el cielo, florecer las estrellas,
No las flores suspirar, ni de los prados la hierba negra
Acoger el rocío donde la mañana va a beber,
La campana puede sonar: sólo yo voy a morir.

¡Oh ven mi cielo rosa, oh mi canasta rubia!
Visita en esta noche a tu condenado a muerte.
Arráncate la carne , mata, trepa, muerde,
¡Pero ven! Deposita tu mejilla junto a mi redonda cabeza.

No hemos acabado aún de hablarnos de amor.
No hemos acabado aún de fumar nuestros gitanes.
Podemos preguntarnos por qué las Cortes condenan
A un asesino tan bello que hace el día palidecer.

¡Amor ven a mi boca! ¡Amor abre tus puertas!
Atraviesa los pasillos, baja, camina ligero,
Vuela en las escaleras más ágil que un pastor,
Más propicio al aire que un vuelo de hojas muertas.

Oh atraviesa los muros; si hace falta camina en el borde
De los techos, de los océanos; cúbrete de luz,
Usa la amenaza, usa la plegaria,
Pero ven, oh mi fragata, una hora antes de mi muerte.

FRAGMENTO 2

Y a la tarde desciende y canta sobre el puente
entre los marineros, destocados y humildes,
el «Ave María Stella». Cada marinero blande
su verga palpitante en la pícara mano.

Y para atravesarte, grumete del azar,
bajo el calzón se empalman los fuertes marineros.
Amor mío, amor mío, ¿podrás robar las llaves
que me abrirán el cielo donde tiemblan los mástiles?
(…)
Evoquemos, Amor, a cierto duro amante,
enorme como el mundo y de cuerpo sombrío.
Nos fundirá desnudos en sus oscuros antros,
entre sus muslos de oro, en su cálido vientre.
Un muchacho deslumbrante tallado en un arcángel
se excita al ver los ramos de clavel y jazmín
que llevarán temblando tus manos luminosas,
sobre su augusto flanco que tu abrazo estremece.
¡Oh tristeza en mi boca! ¡amargura inflamando
mi pobre corazón! ¡Mis fragantes amores,
ya os alejáis de mi! ¡Adiós, huevos amados!
sobre mi voz quebrada, ¡adiós minga insolente!
(…)
¡Mi bellísimo paje coronado de lilas!
inclínate en mi lecho, deja a mi pija dura
golpear tu mejilla. Tu amante el asesino
te relata su gesta entre mil explosiones.
Canta que un día tuvo tu cuerpo y tu semblante,
tu corazón que nunca herirán las espuelas
de un tosco caballero. ¡Poseer tus rodillas,
tus manos, tu garganta, tener tu edad, pequeño!
Robar, robar tu cielo salpicado de sangre,
lograr una obra maestra con muertos cosechados
por doquier en los prados, los asombrados muertos
de preparar su muerte, su cielo adolescente…
Las solemnes mañanas, el ron, el cigarrillo…
las sombras de tabaco, de prisión, de marinos
acuden a mi celda, y me tumba y me abraza
con grávida bragueta un espectro asesino.
La canción que atraviesa un mundo tenebroso
es el grito de un chulo traído por tu música,
el canto de un ahorcado tieso como una estaca,
la mágica llamada de un randa enamorado.
(…)
Del tan temido cielo de los crímenes
del amor viene este espectro. Niño de las honduras
nacerán de sus cuerpos extraños esplendores
y perfumado semen de su verga adorable.
(…)
Cada grito de sangre delega en un muchacho
para que inicie al niño en su primera prueba.
Sosiega tu temor y tu reciente angustia,
chupa mi duro miembro cuál si fuese un helado.
Mordisquea con ternura su roce en tu mejilla,
besa mi pija tiesa, entierra en tu garganta
el bulto de mi polla tragado de una vez,
¡Ahógate de amor, vomita y haz tu mueca!
Adora de rodillas como un tótem sagrado
mi tatuado torso, adora hasta las lágrimas
mi sexo que se rompe, te azota como un arma,
adora mi bastón que te va a penetrar.
(…)
¡Amor, ven a mi boca! ¡Amor, abre tus puertas!
recorre los pasillos, baja, rápido cruza,
vuela por la escalera más ágil que un pastor,
más supenso en el aire que un vuelo de hojas muertas.
(…)
Elévate en el aire de la luna, mi vida.
En mi boca derrama el consistente semen
que pasa de tus labios a mis dientes, mi Amor,
a fin de fecundar nuestras nupcias dichosas.
Junto tu hermoso cuerpo contra el mío que muere
por darle por el culo a la golfa más tierna.
Sopesando extasiado tus rotundas pelotas
mi pija de obsidiana te enfila el corazón.

FRAGMENTO FINAL

He dedicado este poema a la memoria de mi amigo Maurice Pilorge, cuyo cuerpo y rostro radiante roban Saint-Brieuc. Los diarios ofenden a sabiendas. Concibieron artículos imbéciles para ilustrar su muerte, que coincidió con la entrada en funciones del verdugo Desfourneaux. Comentando la actitud de Maurice ante la muerte, el diario L’Oeuvre dijo: «Este muchacho hubiera debido tener otro destino».
En pocas palabras, se le envilece. En cuanto a mí, que le conocí y amé, quiero aquí, lo más suavemente posible, con ternura, afirmar que fue digno, por el doble y único esplendor de su alma y su cuerpo, de tener la suerte de una muerte pareja. Cada mañana cuando pasaba de mi celda a la suya para llevarle cigarrillos, gracias a la complicidad de un carcelero, embrujado por su belleza, su juventud y su agonía de Apolo, ya levantado, canturreaba, saludándome así mientras sonreía: «Salud, Jeannot de la mañana».
Originario de Puy-de Dome, conservaba un leve acento de la Auvernia. Los jueces, ofendidos por tanta gracia, estúpidos y a la vez prestigiosos en su papel de parcas, le condenaron a veinte años de trabajos forzados por robos de villas en la costa y, a continuación, porque había matado a su amante Escudero para robarle menos de mil francos, este mismo tribunal condenó a mi amigo Maurice Pilorge a que le cortaran el cuello. Fue ejecutado el 17 de marzo de 1939 en Saint-Brieuc.

El Poder de la Palabra

Fragmento

Sobre mi pescuezo sin armadura y sin odio, mi pescuezo
Que mi mano más ligera y grave que una viuda
Acaricia bajo mi collar, sin que tu corazón se conmueva,
Deja a tus dientes depositar su sonrisa de lobo.
Oh ven mi bello sol, oh ven mi noche de España,
Alcanza mis ojos que mañana habrán muerto.
Alcanza, abre mi puerta, entrégame tu mano,
Llévame lejos de aquí hasta alcanzar nuestro campo.

Pueden despertar el cielo, florecer las estrellas,
No las flores suspirar, ni de los prados la hierba negra
Acoger el rocío donde la mañana va a beber,
La campana puede sonar: sólo yo voy a morir.

¡Oh ven mi cielo rosa, oh mi canasta rubia!
Visita en esta noche a tu condenado a muerte.
Arráncate la carne, mata, trepa, muerde,
¡Pero ven! Deposita tu mejilla junto a mi redonda cabeza.

No hemos acabado aún de hablarnos de amor.
No hemos acabado aún de fumar nuestros Gitanes.
Podemos preguntarnos por qué las Cortes condenan
A un asesino tan bello que hace el día palidecer.

¡Amor ven a mi boca! ¡Amor abre tus puertas!
Atraviesa los pasillos, baja, camina ligero,
Vuela en las escaleras más ágil que un pastor,
Más propicio al aire que un vuelo de hojas muertas.

Oh atraviesa los muros; si hace falta camina en el borde
De los techos, de los océanos; cúbrete de luz,
Usa la amenaza, usa la plegaria,
Pero ven, oh mi fragata, una hora antes de mi muerte.

Un canto de amor

Al borde de mi gorra una ramita de avellano
Cruzada de través me cosquillea la oreja.
En tu cuello yo escucho un ave balbuceante,
Y en el sendero, erguidos, dormitan mis caballos.

Absorto acariciando la espalda de la mar
(Se moja mi sandalia de mal cosida ala)
Siento mi mano plena bajo tu ardor musgoso
Llenarse de rebaños en el aire invisibles.

Pacerán mis corderos de tu flanco a tu cuello,
ramoneando una hierba fina y del sol quemada,
Se comban en tu voz las flores de la acacia
El néctar de sus ecos va la abeja a robar.

Mas el pabellón verde de nómadas del mar
Velar debe en un sitio, prenderse de los polos.
Agitar el azul y la noche, empolvar tus espaldas,
En tus pies arenosos abrir corrientes de aire.

Para auparme desnudo por zarcas escaleras
Solemnes y abismado en esa ola de sueños
Harto de naufragar a un palmo de mis labios
Se durmió el horizonte en tus brazos cruzados.