Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Jean Moréas

Ioannis Papadiamantopoulos, conocido como Jean Moréas (Atenas, 15 de abril de 1856 – París, 30 de abril de 1910), fue un poeta simbolista griego de expresión francesa, ensayista y crítico de arte.

Hijo de un jurisconsulto griego, en 1882 se estableció definitivamente en la capital francesa. En los prólogos de sus primeras obras poéticas (El mar de las sirtes, 1884; Las cantilenas, 1886) reclama para sí el título de simbolista (fue el propio Moréas quien, en 1886, lanzó el manifiesto del Simbolismo), aunque posteriormente se separó de aquel grupo para fundar la Escuela Románica (Le pèlerin passionné, 1891-1893; Sylves, 1895). Renunció al empleo del verso libre y compuso luego Las estancias, obra clásica, de la que aparecieron seis libros entre 1899 y 1901 y el séptimo y último en 1920. Al mismo periodo clasicista corresponde Ifigenia en Áulide (1903), inspirada en la obra de Eurípides. Es autor también de dos novelas escritas en colaboración con Paul Adam y de dos volúmenes de narraciones breves.

Tú que sobre mis días de tristeza y de prueba…

¡Tú que sobre mis días de tristeza y de prueba
aun, sola, brillas como
un cenit estrellado que, en la noche de un río,
parte sus flechas de oro;

amable poesía, rodéame el espíritu
de un sutil elemento,
que me convierta en agua, en sarmiento y en hoja,
en tempestad y en fuego;

que, sin las inquietudes que atormentan al hombre,
suba hacia el cielo, verde
cual un roble divino, que me consuma igual
que una llama esplendente!

El rufián

EN el espléndido ataúd de su forro escarlata
El esmalte de sus dos y treinta dientes brilla.
Su cabello, que una vez una abadesa amaba con el pecado ,
Acurrucado en rizos de la manera más astuta,
Caídas – carbuncos como de Fairylike – a sus ojos,
Cuyas cejas curvadas parecen teñidas con curcumina.
Sobre su corazonada descansando sus dedos enguantados en negro,
Con gorra con cresta y espada de arrastre, se demora
Bajo altos balcones donde se inclinan las damas.
Su doblete es de seda; empujado en su faja,
Hildeado con gavillas plateadas, sus dagas destellan,
Conjunto con diamantes blancos y esmeraldas verdes.
Y sensual es su alcoba con el aplastado
Pétalos de flores dejados por grandes damas, enrojecidos
Con amor que los lanzó jadeando sobre su cama.
Besar sus ojos tan vivos como las estrellas , sus bendiciones
Traen de joyas, pistolas y doblones,
Y morderse los labios como el ganado sacrificado rojo.
Así, guapo como un dios , valiente como su daga,
Habiendo matado en un duelo al marqués de Montmagre,
Diez condottieri, cuatro sobrinos del papa,
Con calma, cabeza alta, marcha por las ciudades,
Y arrastra a sus talones a las mujeres que nunca se compadece,
Cuyos corazones sobre su floreciente belleza adoran.

Sólo los muertos me oyen…

Sólo los muertos me oyen; habito los sepulcros;
de mí mismo he de ser el enemigo eterno.
Para el cuervo es mi grano, del ingrato mi gloria;
sin llegar nunca a las cosechas, labro y siembro.

No me he de lamentar: ¿qué importa el aquilón,
el oprobio, el desprecio, el rostro de la injuria,
pues que cuando te pulso, lira de Apolo, tú
me respondes más sabia, cada vez, y más pura?

No digáis que la vida…

No digáis que la vida es un festín alegre;
Lo dice un alma tonta o bien un alma baja.
No digáis sobre todo: es desdicha sin fin;
Lo dice un alma débil que temprano se cansa.
Reíd como las ramas en primavera agítanse,
Llorad como los vientos o la ola en la playa,
El placer y el dolor padeced y gozad; y decid:
Es mucho todo esto y es la sombra de un sueño.

Reprimenda de Julieta

Para protegerte del desastre
Banderas de amor y estándares que fluyen,
Te di mi cabello con el brillo de
El mar cuando sopla el viento del norte.

Bucklers con lemas leales
De amor y caridad,
Te di mis ojos orgullosos para protegerte
De tu propia vulgaridad.

Copa de música y bálsamo,
Te di para tu deleite
Mi boca viva nunca se calma
Como la rosa en el rosal brillante.

Damas del armario y la cámara,
Para traerte todo,
Te di mis manos que son más nobles
Que la corona en la frente de un rey.

Y te di por tus placeres,
Te di un montón en lo alto,
Todos los tesoros de mi espíritu
Como perlas fundidas en una pocilga.