Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de John Updike

John Hoyer Updike (Reading, Pensilvania, 18 de marzo de 1932 – Beverly Farms, Massachusetts, 27 de enero de 2009) fue un escritor estadounidense, autor de novelas, relatos cortos, poesías, ensayos, libros para niños, así como de un libro de memorias personales. También hizo crítica de arte y literaria.

GAVIOTAS

Una gaviota, de cerca,
parece sorprendentemente embalsamada.
Su velludo pecho parece relleno
de un material barato de taxidermista
inserto en forma desprolija. Las patas,
rectas, como palotes de crayón infantiles-
demasiado simples como para funcionar.
Y aún las marcas de las plumas,
cuya intrincada simetría es la gloria habitual de los pájaros,
están desaliñados en la gaviota.
Como si Dios hiciera demasiadas
como para hacerlas muy bien.

¿Son inteligentes?
Nos imaginamos que sí, porque son feas.
El perfil sardónico de un-solo-ojo, ligeramente bizco,
la angosta, ectomórfica cabeza, mal peinada,
la ancha y nerviosa y bien musculada rabadilla-
todo sugiere un trabajo de escritorio: gastos de envío
de día, Schopenhauer
de noche, e interminable café.

A esa hora en la playa
en que las moscas empiezan a picar en la renovada frescura
y la reacomodante piel del post-surf
refleja un brillo morado antes de ser borrado,
las gaviotas vagan por una agujereada arena
como esas multitudes europeas melancólicas
que se reúnen en adoquinadas plazas públicas tras
los asesinatos o las invasiones
con las cabezas ladeadas para escuchar los últimos informes
[de la radio.

Es también la hora en que regordetas parejas de jóvenes
caminan hasta el agua, chocándose entre sí,
y permanecen hundidos hasta los muslos en el cristal rítmico.
Después caminan de vuelta hasta el auto,
jalándose como si llevasen un secreto entre ellos,
pero que ninguno de los dos conoce bien;
andan por caprichosos senderos entre las dispersas gaviotas.
así como en ciertas mitologías
hermosos dioses se pasean despreocupados
entre nuestras mortales aprehensiones.

LOS ARBOLES SE COMEN LA LUZ DEL SOL

Es un hecho:
sus anchas hojas la lamen como si fuese leche
y la convierten en tallos.

Peces comen peces.
Lámparas comen luz
y cuando su fiesta ha hambreado al filamento
se apagan.

Así hacemos nosotros,
y todas las dulces criaturas-
los gatos comiendo caballos, caballos pasto, pasto tierra,
tierra agua-
excepto por el Hombre distante

que inhala el sabor de las almas-
¡que todos luchemos por parecernos a este gigante!

FIEBRE

He traído de vuelta un buen mensaje de la tierra de los 39°:
Dios existe.
Había llegado a dudarlo seriamente antes;
pero las patas de la cama hablaron de ello con la mayor de
las confianzas,
los hilos de mi frazada lo dieron por hecho,
el árbol afuera de la ventana despachó todas las quejas,
y yo no he dormido tan justamente por años.
Es duro, ahora, transmitir
cuan emblemáticamente se sentaban las apariencias
sobre las embranas de mi conciencia;
pero es una verdad hace largo tiempo conocida,
que algunos secretos se esconden de la salud.

DÉCOR

El marrón domina este bar
en el que envejecen los hombres:
los mozos Negros,
el whisky sin agua,
las voces texanas que se escuchan al vuelo,
los cigarros y la madera barnizada.

Marrón, o sea,
es una sombra del alma,
el color de un hombre:
bien bronceado y con manchas
hasta en la veta más profunda
como si la vida fuese una larga curación.

BUSTOS RETRATO ROMANOS

Otros en los museos los pasan de largo,
pero yo, yo
me siento atraído, como un gusano hacia la carne,
por sus ojos sin pupila,
y sus individualidades en descomposición.

Son, estas Livias y Marcos,
estas enfurruñadas Octavias muertas,
nunca dos iguales: nunca el arte
se ha prostituído tanto
a las importunidades de lo real.

De buena fe uno debe admirar
la ordinaria ausencia de exageración,
el modo en que cada cabeza,
de una vieja, de un cónsul, o de un niño,
nunca es más grande ni más pequeña que en vida.

Sus ojos tienen un horrible sabor.
Es vil,
deliciosamente, ver seres tan
poco ablandados por la historia, tal
indigesto cartílago.

FELLATIO

Qué hermoso pensar
que cada una de estas pulcras secretarias
a la noche, para complacer a su amante, pone
una fuente dentro de su boca
y deja que sus entrañas, empapadas de semillas,
florezcan en paisajes:
prados rociados con aliento de bebé,
roncos bosques de diminutos tallos, pájaros bañándose,
una multitud
de cielos conteniendo nubes, tierra arada apestando
por su revuelto humus, y pequeñas granjas cada
una con un silo de plata.

EPIGRAMAS ERÓTICOS

I

El paisaje del amor
sólo puede ser visto
a través de un delgado panel de ventana
que el aliento propio empaña.

II

Isolda, a Tristán
(condenado a morir),
es como una carta de suspensión [de la condena]
que nunca es entregada
pero él sabe que ha sido despachada.

III

Deseando formar un espejo, el amante
pule el rostro de su amada
hasta que produce una calavera.