Poetas

Poesía de México

Poemas de Jorge Cuesta

Jorge Mateo Cuesta Porte Petit fue un destacado químico, poeta, ensayista y editor mexicano, considerado el fundador de la crítica literaria en su país. Nació el 21 de septiembre de 1903 en Córdoba, Veracruz, en el seno de una familia tradicional y conservadora. A los 18 años se trasladó a la Ciudad de México para estudiar química en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó en 1925.

Desde joven se interesó por la literatura y se vinculó con el grupo de Los Contemporáneos, una generación de intelectuales que buscaba renovar el arte y la cultura mexicanos en el siglo XX. Colaboró con varias revistas literarias, como Ulises, El Alquimista y Los Contemporáneos, donde publicó sus primeros poemas y ensayos. En 1927 editó la Antología de la poesía mexicana moderna, que causó polémica por su selección y sus juicios críticos.

En 1928 viajó a Europa con Guadalupe Marín, quien había sido esposa del pintor Diego Rivera, y con quien se casó al año siguiente. En París conoció a André Breton y otros exponentes del surrealismo, movimiento que influiría en su obra poética. Regresó a México en 1930 y continuó su labor literaria y editorial. En 1932 fundó la revista Examen, que fue censurada por el gobierno por su postura crítica frente al nacionalismo.

En 1936 se separó de Guadalupe Marín y se dedicó a trabajar como químico en la industria azucarera y alcohólica. Su salud mental se deterioró debido a sus conflictos personales, su homosexualidad reprimida y su adicción a las drogas. Fue internado varias veces en hospitales psiquiátricos, donde sufrió maltratos y electroshocks. En 1942 se suicidó ahorcándose con una sábana en el sanatorio La Castañeda.

Su obra poética se caracteriza por su tono sombrío, angustiado y desesperanzado, donde explora temas como la muerte, el vacío existencial, el erotismo y la búsqueda de lo absoluto. Su poema más conocido es Canto a un dios mineral, publicado póstumamente en 1952, donde expresa su visión nihilista del mundo a través de una serie de imágenes surrealistas y simbólicas. Otras obras suyas son Triángulos de silencios (1933), Estudios helénicos (1934) y Divertimentos (1941).

Paraíso perdido

Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,
aunque también inconsolable, entiendo
que el fruto fue, que a la niñez sorprende,
no don terreno, más celeste aviso.

Pues, mirando que más tuvo que quiso,
si al sueño sus imágenes suspendo,
de la niñez, como de un arte, aprendo
que sencillez le basta al paraíso.
El sabor embriagado y misterioso,
claro al oído (el mundo silencioso
y encantados los ruidos de la vida)

vivo el color en ojos reposados,
el tacto cálido, aires perfumados
y en la sangra una llama inextinguida.

Paraíso encontrado

Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.

En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.

Sólo la sombra sueña, y su desierto,
que los hielos recubren -y protejan-,
es el edén que acoge al cuerpo muerto

después de que las águilas lo dejan.
Que ambos tienen la vida sustentada,
el ser, en gozo, y el placer, en nada.

Una palabra oscura

En la palabra habitan otros ruidos,
como el mudo instrumento está sonoro
y al inhumano dios interno el lloro
invade y el temblor de los sentidos.

De una palabra oscura desprendidos,
la clara funden al ausente coro,
y pierden su conciencia en el azoro
preso en la libertad de los oídos.

Cada voz de ella misma se desprende
para escuchar la próxima y suspende
a unos labios que son de otros el hueco.

Y en el silencio en que sin fin murmura,
es el lenguaje, por vivir futura,
que da vacante a una ficción un eco.

Amor en sombra

Abro de amor a ti mi sangre rota,
para invadirte sin saberte amada.
El íntimo sollozo es negra espada
que en la dureza de su luz se embota.

Al borde de mi sombra tu alma brota,
así mi linde está más amparada.
Y aunque la fuga es más precipitada
tu ausencia es cada vez menos remota.

Tu luz es lo que más me apesadumbra
y si enciendes mis ojos con tu vida
el corazón me dobla la penumbra.

Mi soledad tu nombre dilapida
a la sombra del aire que te encumbra
y apaga el lujo de tu voz vencida.

De otro fue la palabra antes que mía

De otro fue la palabra antes que mía
que es el espejo de esta sombra, y siente
su ruido, a este silencio, transparente,
su realidad, a esta fantasía.

Es en mi boca su substancia, fría,
dura, distante de la voz y ausente,
habitada por otra diferente,
la forma de una sensación vacía.

Al fin es la que hoy, obscura y vaga,
otra prolonga en mí, que no se apaga,
sino igual a sí misma oye su sombra

al hallarla en el ruido que la nombra
y en el oído hacer crecer su hueco
más profundo cavándose en el eco.

Dibujo

Suaviza el sol que toca su blancura,
disminuye la sombra y la confina
y no tuerce ni quiebra su figura
el ademán tranquilo que la inclina.

Resbala por la piel llena y madura
sin arrugarla, la sonrisa fina
y modela su voz blanda y segura
el suave gesto con que se combina.

Sólo al color y la exterior fragancia
su carácter acuerda su constancia
y su lenguaje semejanza pide;

como a su cuerpo no dibuja y cuida
sino la música feliz que mide
el dulce movimiento de su vida.

No aquel que goza, frágil y ligero

No aquel que goza, frágil y ligero,
ni el que contengo es acto que perdura,
y es en vano el amor rosa futura
que fascina a cultivo pasajero.

La vida cambia lo que fue primero
y lo que más tarde es no lo asegura,
y la memoria, que el rigor madura,
no defiende su fruto duradero.

Más consiente el sabor áspero y grueso,
el color que a la luz se desvanece,
la materia que al tacto se destroza.

Y en vano guarda su variable peso
el árbol y su forma se endurece,
y el mismo instante se revive y goza.