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Poesía de Chile

Poemas de Jorge González Bastías

Jorge González Bastías fue un destacado poeta chileno, nacido en la ciudad de San Javier en 1938 y fallecido en Santiago en 1971 a la edad de 32 años. González Bastías es considerado uno de los poetas más importantes de la Generación del 60 en Chile.

Durante su juventud, González Bastías se involucró en el movimiento estudiantil y político de izquierda en Chile, lo que se reflejó en su poesía. Su obra se caracteriza por un fuerte compromiso político y social, y aborda temas como la injusticia, la opresión y la lucha por la libertad. A pesar de su corta vida, González Bastías dejó una obra importante que ha sido reconocida por la crítica y por sus pares.

Su primer libro de poesía, «El Cielo en la Arena», fue publicado en 1961 y fue muy bien recibido por la crítica literaria chilena. Posteriormente, publicó otros dos libros de poesía, «Los Conjurados» en 1965 y «Bajo la Sombra del Ombú» en 1970, que son considerados obras destacadas de la poesía chilena.

La poesía de González Bastías es considerada innovadora en su forma y en su lenguaje. Sus poemas tienen una fuerte carga emocional y están llenos de metáforas y simbolismos. Además, su poesía se caracteriza por una gran musicalidad y ritmo, lo que ha llevado a muchos a considerarlo como un poeta de la canción.

En resumen, Jorge González Bastías fue un poeta chileno comprometido con su tiempo, que dejó una obra poética importante que sigue siendo valorada y leída por la crítica y por el público en general. Su poesía es una reflexión sobre la condición humana y un llamado a la lucha por la justicia y la libertad.

EGLOGA DEL CAMINO

Mi viejo camino, un poco
quiero conversar contigo
y entre las sombras que evoco
hablarte como a un amigo.

Hace tanto tiempo, tanto,
que conozco tus orillas;
en tus yerbas amarillas
cayó alguna vez mi llanto.

Hace tanto tiempo, tanto
que conozco tus orillas!

Hace tanto tiempo que,
camino, no te veía;
acaso sea alegría
esto que siento, no sé.

Acaso sea alegría
lo que hay en mi corazón;
se parece a una canción
llena de melancolía.

Acaso sea alegría
lo que hay en mi corazón!

Nunca tuvo para mí
ningún camino tu encanto.
sé de la sangre y el llanto
que han vertido sobre ti.

Nunca tuvo para mí
ningún camino tu encanto!

Tras de andar y andar me pierdo
mirando tus lontananzas
i un perfume de añoranzas
surge de cada recuerdo.

Miro tus huellas, y leo
en ellas una leyenda…
los poemas de la senda
que no adivina el deseo…

…y mañana, cuando ya
esté yo lejos, mañana
cuando suene la campana
de mi aldea, quién sabrá,

camino, que aquí mis huellas
quedan también, quién sabrá?
Alguien me recordará?
Me habrán visto las estrellas?

ELEJIAS SENCILLAS

II

Tenía blanco el cabello,
tenía la barba blanca
y una dulzura de amor
y de ensueño en la mirada.

Tenía pálido el rostro,
tenía las manos pálidas…
se fue una tarde y ya nunca
más se oyeron sus palabras.

No se oyeron más sus pasos
en los patios de esa casa,
ni lo han visto más sus perros
que sollozando lo aguardan.

Abandonado quedó
el bastón que acostumbraba,
nostálgico de esas pródigas
manos que ya no se alargan.

Pero aún en esas tardes
en que se recoge el alma,
en todo hay como una sombra
trémula que se agiganta.

Cuando se iba ya, dejó
en el campo una mirada
tan honda y triste, que aún
está congelada en lágrimas…

Tenía blanco el cabello,
tenía la barba blanca…
tenía pálido el rostro,
tenía las manos pálidas.

MI RETIRO

Ansiabas sorprenderme en mi retiro
y fuiste a él. En un rincón oscuro
lloraban mis quimeras. Inseguro
se hizo tu paso entonces y un suspiro

se escapó de tu pecho…

No creías
que hubiera soledades tan inmensas
cuando charlando a veces te reías
diciéndome: qué tienes? en qué piensas?

Pero desde esa tarde ya te veo
de otra manera. No eres ya la misma.
Y te sigue turbando mi deseo
y quiero preguntarte qué te abisma!

LA MISERIA NUEVA

I

Sutil y extrañamente
tengo el ánimo herido,
como si los dolores de otros hombres
en mí se hubieran recogido.
La montaña que baja
a bañarse en el río
muestra un cansancio tan humano,
que pone en el espíritu un estremecimiento…

Un estremecimiento
que solamente es el recuerdo vivo
de las viejas leyendas de la sierra,
de los cantos del río,
de una paz, hoy extinta en los senderos,
de una miseria nueva que ha venido.

Un estremecimiento,
dolor de otros espíritus,
que flota en la montaña
y anda por los caminos…
No tiene voz,
y se oye
en los breñales su alarido.

II

Y es un grito profundo
que se extiende a lo lejos,
que se oculta en las piedras
y tiembla en los esteros.

Una miseria nueva
prendió en las hondonadas y en los cerros,
arrasó los sembrados
y los rebaños y los huertos.

El pobre se hizo miserable
y el miserable, bandolero!

Hay espanto en los ojos
de los niños labriegos
que oyen a media noche
clamores homicidas en el viento.

Hay espanto en los ojos de las madres
que ya no arrullan con su canto el sueño
del hijo, atormentadas
por la vida sin término.

Hay espanto en los árboles
que ya no sienten el afecto
de aquellas manos buenas que les daban
el agua en cántaros morenos.

RECOGIMIENTO

II

Quién ha visto las sierras en la noche
plena de resonancias?
Amor, dolor, ensueño y luz de luna,
voz del espacio y voz humana…

Quién ha visto en las sendas adormidas
las figuras extrañas
que en los jirones de la niebla suben
a las cimas más altas?

Quién ha escuchado la oración humilde
que va por la hondonada
uniéndose a la queja de las hojas
y al susurrar del agua?

Quién sabe de la angustia que en el viento
saturado de lágrimas
va a las estrellas para hacerse canto
redivivo en el alba?

Quién ha visto el misterioso influjo
de su sombra en el alma
cuando se van alzando las estrellas
libres y puras, y los montes bajan?

CANTOS DEL SOLAR

I

Suben hasta las cimas, entre vahos de niebla,
resonancias lejanas de los montes y el río.
La noche transparente de visiones se puebla
y se dilata en cantos el espíritu mío.

Recoge los lejanos ecos de la hondonada
y ve la choza rústica junto al arroyo claro:
la ilusión de los niños al cielo abandonada,
la fe de los ancianos, grande en el desamparo.

Y ve por las orillas del río milagroso
recogidas las barcas como anhelos dormidos;
sobre la arena el fuego, que alivió el fatigoso
remar, echa los últimos destellos aturdidos.

Recogidas las barcas, recogidas las velas,
los guanayes reposan, reposa el cuerno austero.
Soñarán con el brillo tenue de las estelas
o con un resonante, alto son mañanero.

Suben hasta las cimas como voces lejanas
del río, el monte, el viento: voces transnochadoras.
El río, el monte, el viento: cristalinas campanas
que marcan en la noche fatigada, las horas…

Mi espíritu recoge sus cadencias unciosas,
sus sueños, sus tristezas, su visión del pasado
y los funde en un canto de lágrimas y rosas
en el que todo es almo dolor purificado.

CANTO DE LA ERA

A la luna, amor;
al amor, cantar;
al arroyo, flores…
Nada más, nada más.

El que vive pobre
vive de esperar.
Una estrella brilla…
Nada más, nada más.

Pase la fortuna
con su grande afán.
La vida es lo mismo…
Nada más, nada más.

Los esteros corren
camino del mar.
Benditas las aguas…
Nada más, nada más.

Ay! de la fortuna
que ha de tropezar.
Benditos los pájaros…
Nada más, nada más.

A la era el viento
llega a trabajar.
Trabaja cantando…
Nada más, nada más.

Tendremos harina
y tendremos pan…
Bendita la tierra…
Nada más, nada más.

Alegre la era
como nunca está.
Hubo un viento bueno…
Nada más, nada más.

A la luna amor;
al amor, cantar;
a las flores besos…
Nada más, nada más.

JUNTO A LA MARGEN

Murmura, río, canta tu canto
tan viejo y desigual, tu canto triste.
Eres el mismo y eres diferente.
Te espera el mar, te recibe y te espera.

Murmura, río, canta tu canto.
En la tristeza de los saucedales
flota la bruma de que te revistes.
En los follajes tu canto se queda.

Se apaga, mirándote, mi lenta fatiga.
Murmura, río, canta tu canto.
No viene la barca que vio mi deseo.
Acaso la mueve ya el mar infinito.

Un día será que la sed se mitigue.
Pasen las ondas y el viento agresivo.
Pase la noche cargada de estrellas.
Murmura, río, canta tu canto.

SEQUÍA

Hay alegría entre los campesinos
porque la luna nueva anuncia lluvia.
La tierra está reseca
y los sembrados sufren.

Hay gran temor de pérdidas. Las bestias
olfatean con sed por las quebradas;
menos sabias que el hombre, nada esperan
de la luna en creciente.

…Dicen que viene sentadita,
sentadita hacia el norte…
Los niños interrogan a los viejos
y se transmiten la esperanza.

Buen Dios! haz el milagro! que haya lluvia
y se salven las siembras.
Por la fe de los hombres, por los árboles,
por las bestias, Señor!

VERTIENTE EN LA ROCA

El agua vierte, vierte, vierte.
Sangre de un generoso corazón,
fecundará simientes.

No hay viento, no hay sequía que la ciegue.
No hay soles ni tormentas que la turben.
El agua vierte, vierte, vierte.

No la alimenta ni lluvia ni fuente.
Hilos de plata, guedejas de oro,
el agua vierte, vierte, vierte.

Y por las faldas ásperas desciende
cantarina, fugaz y milagrosa
a hacerse trébol, miel y fruta agreste.

Y levanta una casa, y funda un verde
huerto en paz.
En lo alto, en la roca,
el agua vierte, vierte, vierte.

CAMPANAS

En las más remotas
regiones del cielo
óyense campanas
que tocan a muerto.

Oyense campanas
que tocan a muerto…
Aquí es una rosa,
allá es un lucero!

Angustiosas penas
mece, errante, el viento:
almas que se mueren
y se van gimiendo.

Campanas, campanas
que tocan a muerto…
Aquí es una rosa…
allá es un lucero!