Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Jorge Jobet

Jorge Jobet fue un poeta y periodista chileno nacido en Perquenco en 1916 y fallecido en Santiago en 1998. Realizó estudios de filosofía y literatura, y también de Ciencia de la Educación, y trabajó en la enseñanza y el periodismo. Fue director de la Escuela de Periodismo de Valparaiso, recibió el primer premio de la Sociedad Interamericana de Prensa en 1969 y participó en la creación y fue miembro del Ateneo de Santiago. Además, fue el primer director de la Revista de Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso. Jobet es considerado como uno de los miembros destacados del espectro literario chileno del siglo XX y publicó algunos de sus poemas bajo el pseudónimo de Claudio Indo. Sus poemas se caracterizan por el cuidado en los aspectos formales de composición y tratan temas muy diversos que van desde la lírica metafísica a la poesía satírico-burlesca.

Descripción de la amada

Ella despierta con la mañana
y su vasija de agua bendita,
atando anzuelos en sus modales
de animal joven y voz felina,
domada suerte de sus espejos
panal de etapas interrumpidas,
alienta el fuego del sol volante
en la serena paz de su estirpe,
y se atolondra al girar la rueda
de la fontana que la acaricia,
sus poderosas y bravas piernas
todo lo pueden y lo reaniman
y oye el convenio de los insectos,
de las cigarras las ocarinas,
el pito agudo de los zorzales,
la sinfonía del colibrí,
y las canciones de sus entrañas
que la adormecen día tras día.
Un río corre desde sus ojos
y se desempeña contra el abismo
donde las sombras revolotean
en un consejo de negros rizos,
y se acicala como gacela
en campo astuto y cielo ceñido,
bebiendo leche de cabras santas,
lavando el ruego de sus sentidos,
porque es la dueña del universo
que la recibe con cuernos finos,
el instrumento de sus progresos
y la leyenda de sus conquistas,
la enamorada de la cigüeña,
pluma viajera trayendo un niño.

Pureza sólo pido

Pureza sólo pido a los cristales
rectitud a tus trenzas que ayer mismo
sirvieron a los ángeles.

Es poco lo que exige el limosnero
cuando viene y se va por verdes calles,
el sol henchido en faldas y balcones,
de rodillas cantándole a tu casa.
Me apropio de planetas vacilantes,
de mundos que respiran y en lo negros
e alumbran con tu encanto.

Amaneces en agua submarina
en vivo espejo de uvas cinceladas,
escalera de azules mariposas
que suben y descienden foco en mano,
recostada tu trenza en la campiña
de un lírico monarca.

Pureza para mí de cualquier hombro
pegado a tu costado
para el ansia de luz que nos convierte
en sueño de los ángeles.

Si arroja a tus cabellos el rocío
su espada de combate,
resérvame un silencio en esos cielos,
invítame a ser ángel.

Un pájaro menos

Ayer murió en el mar una gaviota,
sin sentir en sus plumas la marea
Saltó desde una nube desinflada
sobre un firme velamen en aprieto.

Nadie vio su parábola de fuga
hasta el blando sepulcro del océano.
Ni un recuerdo de vértigo curioso
señaló su existencia frente al puerto.

Yo la vi en la mañana, muy de cerca,
con mis ojos labrados en misterio.
Tan humilde vivió, tan desolada,
que las furias del viento no la hirieron.

En su pico quedaron las lloviznas
y, en sus patas, las conchas marineras.
Se quebraron sus alas en el mástil
y su voz dio su aliento a las arenas.

Que se vistan de negro los corales
y musite su angustia la ribera.
Cuando mueren los pájaros marinos
el silencio levanta sus compuertas.

El océano arruga su frente

El mar despeina sus olas.
Mueve sus ancas robustas.

El viento suelta sus hondas
con agua arisca, maciza,
y sopla firme su fusta
de Dios amargo de espuma.

La barca, sobre las olas,
haciendo guiños telúricos.
Celosa, náufraga, sola,
ofrece al día su blusa.

El mar despeina sus ondas.
Cía sus puentes la brisa.
Gaviotas de ojos violados
hienden, ligeras, la lluvia

Un pez anda en la carne

Cascada de amor sin fondo
lejos del mar suspira.

Gnomo con pies de niebla
peina en el éter sus cuitas.

Correr de azul terciopelo
por lentas señas de lino.

Volante pez filiforme
subiéndose a tus rodillas.

Manar de dulce Castalia
donde se bañan las lilas.

Bejuco silvestre, beso
tus labios de agua, mi niña.

Cascada de amor sin fondo
lejos del mar suspira.

Sediento pez filiforme
se sube por tus rodillas.