Poetas

Poesía de Chile

Poemas de José Antonio Soffia

José Antonio Soffia, el ilustre poeta, político y diplomático chileno, residió en el período comprendido entre 1843 y 1886. Nacido en Santiago, fue criado en una familia con arraigada tradición patriótica, pues su abuelo materno no era otro que José Gregorio Argomedo, secretario de la Primera Junta Nacional de Gobierno. Su formación educativa tuvo lugar en el Instituto Nacional, donde tuvo el privilegio de recibir enseñanza personalizada de manos del eminente Andrés Bello, cuya influencia resultaría fundamental en su desarrollo literario y humanístico.

Desde temprana edad, Soffia se entregó con fervor a la poesía, dedicándose al género lírico con un estilo romántico y sentimiento desbordante. Sus versos, fieles reflejos de sus emociones, ideales, amores y experiencias personales, resonaron en la conciencia colectiva. Entre sus obras más reconocidas se encuentran «Canto a O’Higgins» (1869), «Poesías líricas» (1875), «Hojas de otoño» (1878) y «Romancero colombiano» (1883). Sin duda, su poema más célebre es «Las dos hermanas: Recuerdos del Magdalena» (1884), cuya melodía trascendió al ser adaptado y convertido en una canción popular en Chile conocida como «Río, río».

Además de su pasión por la poesía, Soffia se interesó por la política y la diplomacia, alineándose con los principios del liberalismo. Durante su carrera, ocupó importantes cargos como intendente de Aconcagua (1870), diputado suplente por Petorca (1873) y Osorno (1876), y ministro representante de Chile ante Colombia (1885-1886). Lamentablemente, a la edad de 42 años, mientras ejercía este último cargo, nos dejó, dejando una huella imborrable en la cultura chilena y latinoamericana.

Contemplación

¡Mirad!, ¡qué hermosa la tarde,
entre nubes de arrebol,
de su atractivo hace alarde,
para detener al sol
que sobre las olas arde!…

Envuelta en diáfanos velos
de ligerísimos tules,
aunque es reina de los cielos,
se muestra llena de celos
entre sus pliegues azules;

y en sus mejillas rosadas
que más belleza le dan,
a la par que retratadas
sus ansias enamoradas,
se ven su pena y su afán…

¿Por qué, si llena de amor
ella pasó el día entero
aguardando su favor,
él paga su amor sincero
con su abandono traidor?

¿Qué amada más dulce y suave
puede en el orbe encontrar?…
Ella enamorado sabe
con los arrullos del ave,
de las auras y del mar;

ella el perfume le ofrece
de las delicadas flores
que el viento en sus tallos mece,
y cuyo aroma parece
la expresión de sus amores;

ella le brinda ternura,
soledad, feliz sosiego,
y esa llama de ventura
que hace arder el casto fuego
de una pasión dulce y pura…

¡Sí, sí! …, pero el sol esquivo
se va muy lejos, muy lejos,
despreciando su atractivo
que parece harto más vivo
dorado por sus reflejos …

Al suspiro amante y triste
de la tarde no responde…
Ella el desdén no resiste
y, al ver que el traidor se esconde,
de negro crespón se viste…

Callan en la selva umbrosa
de las aves las querellas,
la luz se oculta medrosa
y la desdeñada diosa
llora lágrimas de estrellas…

Pero, por ver el encanto
del que amargó su fortuna
y es origen de su llanto,
abre, entre su negro manto,
su pupila …, ¡que es la Luna!

Blanca

De blanco estaba vestida
cuando en el baile la vi,
blanca como una azucena,
rindiendo a galanes mil…

De blanco estaba vestida
cuando en sus bodas la vi
su blanca mano de esposa
dar al hombre más feliz…

De blanco estaba vestida
cuando ya muerta la vi…
¡Pobre Blanca, que a los cielos
sus veinte años fue a cumplir!…

Riqueza

En soberbio palacio el rico mora,
derrama el oro y pedrerías luce;
bello cristal las galas reproduce
de su regia mansión deslumbradora.

Mas la ambición su espíritu devora,
cada goce un tormento le produce
y es tedio su vivir, por más que aguce
sus lisonjas la turba aduladora.

¡El bardo es más feliz!… Sin otra sombra
que la que brinda el árbol, en el suelo
nada su mente ni su vista asombra.

Todo lo tiene: ¡el plácido arroyuelo
calma su sed, las flores son su alfombra,
su amigo Dios y su esperanza el cielo!

Transmigración

Como en tu dulce amor tan sólo pienso,
siempre serán iguales mis canciones,
nacidas todas de ese amor inmenso
que arde en nuestros sensibles corazones.

Mi lira y mi cantar te pertenecen,
que es obra tuya cuanto yo concibo;
yesos cantos de amor que te entristecen
me los inspiras tú, yo los escribo.

Tú me devuelves la ilusión perdida
y das a mi alma inspiración secreta;
por ti busco la luz y amo la vida,
por ti pulso la lira del poeta.

Si la dulce armonía, hija del arte,
engrandece mi ser y lo transforma,
tú eres el centro de donde ella parte,
y yo el artista que le doy la forma.

Rocío

El llanto del dolor es el rocío
que las flores del alma necesitan,
y gracias a ese riego, dueño mío,
las flores de mi amor no se marchitan

En vano el viento del pesar se ensaña
contra las rosas de mi amor sincero:
¡siempre que en llanto el corazón se baña
recobra altivo su valor primero!

y aunque quieran el tiempo y la distancia
de mi alma separar tu imagen bella,
yo cada día con mayor constancia
tierno la adoro y me recreo en ella.

y tú, mi amor, que mi pesar conoces
y miras la aflicción que me devora,
¡al escuchar mis doloridas voces
si quieres un consuelo, también llora!

Llora y endulza tu dolor impío,
ya que hondos males sin cesar te agitan,
¡que el llanto del dolor es el rocío
que las flores del alma necesitan!

En el campo

Grandiosa naturaleza,
yo adoro tu majestad,
que tu infinita belleza
sólo endulza la tristeza
de mi amarga soledad.

De las grandes poblaciones
aquí el bullicio no llega,
y bajo otras impresiones
a gratas meditaciones
el espíritu se entrega.

¡Oh!, ¡quién pudiera, apartado
por siempre en dichosa calma,
vivir aquí descuidado
en dulce paz entregado
a los placeres del alma!

No es en las grandes ciudades
que el vano orgullo edifica
do se aprenden las verdades:
¡el poder de Dios se explica
mejor en las soledades!

Que el dulce cantar del ave
y el aroma de las flores,
del río el murmuró suave,
¡todo ensalza al Dios que sabe
dar a todos sus favores!

Las cartas de mi madre

Primera parte

Preciosas cartas de mi madre amada,
Pedazo de su tierno corazón:
Vosotras sois mi herencia más preciada,
El solo bien que encuentro en mi aflicción.

Era muy niño: de un lado un día
La suerte caprichosa me apartó;
Mientras que yo gozaba ella sufría
Y así por vez primera me escribió:

-Como la sombra que tu cuerpo sigue
¡Hijo del alma! yo contigo estoy;
Con luz de amor que todo lo consigue
Doquier que vayas tú contigo voy!

Yo pienso en ti desde que nace el día
Hasta que elevo mi última oración,
Y dormir en mis noches no podría
Sin enviarte mi tierna bendición…

Por primera vez de mí te apartas;
¡Solo y tan niño, qué de ti será….!
En mis hondos suspiros y en mis cartas,
¡Hijo! mi alma a acariciarte va…!

Eres mi único bien desde que al cielo
Tu padre con los justos fue a morar;
Si no endulzaras tú mi desconsuelo
¿Quien podría mis lágrimas mitigar?

¿Eres virtuoso siempre? es tu conciencia
Siempre tan pura tal la creo yo?
¿Sigue siendo un encanto tu existencia?
¿Nadie, dime, tu amor me arrebató…?

Si aún cuando apuro mi sin par cariño
no me es posible el porvenir leer,
¡Quién pudiera mirarte siempre niño!
¡Quién pudiera tus años detener!

Segunda Parte

Pronto en mis venas infiltrarse activas
Sentí las llamas del primer amor;
Y cansado de lágrimas furtivas
Conté al fin a mi madre mi dolor;

Y al conocer mis íntimos tormentos,
Que con llanto del alma le escribí,
Como repite el eco los lamentos,
En dulces frases contestóme así:

-El mismo día y en el mismo instante
En que tu me escribías tu dolor
También lo hacía yo, que aunque distante
Sólo en ti pienso con creciente amor.

Esa inquietud que tu desgracia labra
Acaso es sólo desvarío y no…
¡Falta en este reglón una palabra
Que tal vez una lágrima borró…!

¿Amor, decía….? ¡ Amor…! ¡Ella temblaba
Pensando en mi temprano padecer!
¡Ella mi pensamiento adivina
Y no podía mi pasión vencer…!

Y decía después:-Pronto la calma
En recia tempestad se convirtió…
¡Luz y fuerza el amor preste a tu alma
En cambio de la luz que le robó…!

Si quieres ser feliz piensa y aprende
Que hermana del amor es la virtud;
Y que sin ella hogueras sólo enciende
Que devoran en flor la juventud…

Sólo una vez al corazón le es dado
Con inocencia y heroísmo amar:
Si alguien el corazón me ha arrebatado
Que sea un ángel de virtud sin par…!

Tercera parte

Engendrada por tristes desengaños
nacer la angustia en mi interior sentí;
Y la paz que no hallaba a mis veinte años
A mi madre en mis versos la pedí.

-Húmedo el suelo de este hogar querido
Me escribió entonces, con mi llanto está:
Tanto he pensado en ti, tanto he sufrido
Que ni yo misma me reconozco ya…!

No me escribas en versos tu ternura ,
Tus versos de dolor me hacen llorar:
La herencia del poeta es la amargura,
Su anhelo un bien que nunca puede hallar…

Si la fe no te alienta, en lo terreno
Siempre será un engaño tu ideal;
Sólo serás dichoso si eres bueno,
Sólo buscando el bien se aleja el mal.

Nada te haga temblar ni nada esperes:
El miedo es vil, suplicio la ambición
No te fascinen nunca los placeres
Ni te humilles jamás a la aflicción.

Busca en todo la grata medianía,
Más, sólo a Dios doblega tu cerviz….!
Naciste honrado, vive de hidalguía,
Ama, perdona y moriré feliz…

La ausencia, hoy corta que de ti me aparta,
Pronto larga será…¡tú bien lo ves…!
Así concluye su postrera carta…
¿Su alma a los cielos se voló después…!

El poeta

Sólo merece en el suelo
el renombre de poeta
quien, derramando consuelo,
como un enviado del cielo
Dios, Patria y Amor respeta;

quien nunca al débil ofende
ni engaña a la juventud,
quien al desgraciado extiende
su noble mano y defiende
la inocencia y la virtud;

quien rechaza la perfidia
y sólo vive de amor,
quien por la justicia lidia,
quien no alimenta la envidia
ni da pábulo al rencor;

quien odiando al despotismo
no adula al grande jamás;
quien es todo patriotismo,
quien se olvida de sí mismo
por amor a los demás;

quien adora en la mujer
un ángel de redención;
quien sabe el dolor vencer
y en la dicha y la aflicción
tiene por norma el deber;

quien lleva una vida austera
y el vicio combate audaz;
quien nunca medrar espera
por la adulación rastrera
ni la calumnia mordaz;

y no quien dobla la frente
bajo coyunda servil,
quien canta lo que no siente
y en torpe rima insolente
ensalza lo innoble y vil;

ni quien por ceñir se inquieta
fútil corona a su sien,
y la honradez no respeta:
¡que el poeta no es poeta
si no es un hombre de bien!

Río, río

Qué grande que viene el río,
qué grande se va a la mar.
Si lo aumenta el llanto mío
qué de grande que ha de estar,
si lo aumenta el llanto mío
qué de grande que ha de estar.

Río, río, río, río,
devolveme el amor mío,
devolveme el amor mío
que me canso de esperar.

Manuelita. Manuelita,
mira cómo viene el río,
mira cómo viene el río
y mi amor no vuelve más.

Qué triste que silba el viento
en las hojas del pinar.
Si lo aumenta mi lamento,
que de triste silbará,
si lo aumenta mi lamento,
que de triste silbará.