Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de José de Maturana

José de Maturana, nacido el 15 de mayo de 1884 en Buenos Aires, Argentina, fue un destacado poeta y dramaturgo de ideología anarquista, descendiente de padres españoles. Desde su juventud, se sumergió en el periodismo y la promoción de los ideales anarquistas, destacándose como un hábil versificador con su primer libro, «Cromos» (1901), revelando su destreza innata con rimas y tropos.

Inmerso en los círculos literarios de la época, Maturana participó activamente en debates sobre modernismo y anarquía. Tras su debut, continuó publicando obras poéticas como «Lucila«, «Poemas de Color«, y «Las fuentes del camino«. En 1905, cofundó la revista «Nuevos caminos» junto a Juan Más y Pi, consolidando su presencia en la escena literaria.

Su periplo por Europa, plasmado en «El balcón de la vida» (1911), y la publicación de «Naranjo en flor» (1912) en Madrid, demostraron su versatilidad. Fascinado por la literatura española, Maturana enriqueció su obra, llevando consigo el amor por las costas y la tradición literaria de España.

Maturana incursionó en el teatro con piezas como «El campo alegre» y «La flor del trigo«, marcando una transición hacia la poesía idílica evidente en «La flor silvestre» y «Canción de invierno«. Su obra cumbre, «Canción de primavera«, un poema rústico en tres jornadas, se considera un hito en el teatro poético argentino.

Su figura romántica, caracterizada por ojos absortos y manos gesticulantes, dejó una huella imborrable. Admirador de Kropotkin y Rubén Darío, su legado resuena en la memoria de la bohemia anarquista. Maturana, recordado por Ricardo Rojas como uno de los principales poetas del anarquismo, falleció a los 33 años en Córdoba el 7 de junio de 1917, dejando un legado que aún resuena en la poesía argentina.

Las castillas

Son hermanas de amor, van de la mano
por la estepa del fondo levantino,
llevando en polvoriento pergamino
las memorias del mundo castellano.

Son dos hidalgas de un orgullo anciano
que, en los inermes yunques del destino,
firmes, batieron con afán continuo
la vieja cruz del abolengo hispano.

¿Viven de ensueños? ¿Cantan añoranzas?
¿No hay un verde racimo de esperanzas
que allá en sus viñas desoladas brote?…

¡Tal vez la voz del porvenir les grite,
cuando en bien de otros fueros resucite
con otra adarga olímpica el Quijote!

Las dos primaveras

Rubia y gallarda viene, mostrando en su carruaje
la luz de mil colores y el sol de sus jazmines,
como una blanca Venus de rústicos jardines
a quien las flores todas le rinden vasallaje.

La mansa maravilla del campo está en su traje,
y en su cantar de aurora la voz de los violines…
Tiene los hombros griegos. España va en sus crines,
Italia en sus pupilas y el mundo en su homenaje.

Tú eres así. Por eso mi potro de conquista
llega a la escalinata del pastoral palacio
con la tristeza errante de mi dolor de artista.

Y tras la primavera que tu placer me arroja,
con la altivez de siempre, te ofrezco su topacio
como una mordedura de mi serpiente roja.