Poetas

Poesía de España

Poemas de José Luis Piquero

José Luis Piquero (nacido en Mieres, Asturias, en 1967) es un polifacético escritor, traductor y poeta español. Junto a Pelayo Fueyo, fue codirector de la reconocida revista «Escrito en el agua». En el ámbito periodístico, trabajó para el semanario «Les Noticies» desde 1996 hasta 2005. En la actualidad, reside en Punta Umbría, Huelva, donde se dedica a tiempo completo a la traducción.

Como poeta, ha dejado un impacto significativo con una serie de libros, entre ellos: «Las ruinas» (1989), «El buen discípulo» (1992), «Cazador de autógrafos» (1994), «Monstruos perfectos» (1997), «Autopsia» (2004), «El fin de semana perdido» (2009), «Cincuenta poemas» (2014) y «Tienes que irte» (2017).

Además de su destacada obra poética, ha contribuido con diversas antologías de poesía española, como «Selección nacional: última poesía española» (1995), «10 menos 30: la ruptura interior en la ‘poesía de la experiencia'» (1997), «Poesía española de ahora» y «Poesía española» (1997), «La generación del 99: antología crítica de la joven poesía española» (2001), «La lógica de Orfeo» (antología) (2003), «La inteligencia y el hacha» (2010) y «Las moradas y el verbo: poetas españoles de la democracia» (2010), entre otras.

Los logros de José Luis Piquero no se limitan solo a la poesía, pues ha recibido numerosos reconocimientos, como el Premio Asturias Joven de Poesía en 1993, y ha sido finalista en el Premio Nacional de la Crítica en dos ocasiones (1997 y 2017). También ha sido galardonado con el prestigioso Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España y el Premio de la Crítica de Asturias.

Su talento como traductor es igualmente destacable, habiendo vertido al español más de ochenta obras literarias, incluyendo trabajos de autores tan influyentes como Joseph Conrad, John Steinbeck, Tennessee Williams, Erskine Caldwell, Arthur Miller, Simone Weil, Denise Levertov, Charles Dickens o Paul Metcalf.

Con una trayectoria tan prolífica y diversa, José Luis Piquero se ha convertido en una figura destacada en el panorama literario y cultural de España y más allá. Su pasión por la poesía y la literatura ha dejado una huella perdurable en el mundo literario y su labor como traductor ha enriquecido la experiencia lectora de muchas personas.

Escorzo de ella

Mientras anochecía, los cristales
estaban empañados.

Se levantó y miró por la ventana,
la frente en el cristal.

Sus nalgas de muchacho
y su espalda aún brillaban en la sombra
mucho, mucho después.

Dónde estamos, qué ha sido
de los dos, de nosotros.

Amigos

Sólo la amistad es un hecho consumado
Sully Prudhomme

Nos vemos a menudo. Cenamos mucho juntos.

A veces, a la hora peor, cogiendo el taxi,
los miro como a extraños. Despedirse
y sonreirnos tanto son muecas del alcohol. ¿Quiénes son estos?

O a la vuelta del viaje -se ha pasado muy bien-,
súbitamente singularizados
por el próximo lunes de estupor y tareas sin amigos,
mientras se da por hecho la siguiente
y yo siento ese vértigo de volver a ser yo tras un nosotros
demasiado compacto y comprensible.

Hemos hablado tanto… No me acuerdo de nada.

Eh, vayamos por partes. Si recuerdo
con un pequeño esfuerzo, copa en mano,
al que dice en plural de pareja la frase
de moda entre nosotros: Os queremos,
aún se puede salvar la noche de parejas sin hijos que se quieren
unas a otras, cenan civilizadamente
y toman copas juntas.

Es curioso:
los amigos que tengo ya tengo que salvarlos
con arduos subterfugios de la benevolencia.

A ver. Tiempos de crisis: alguien te da la mano
con un pequeño alivio, dos mil duros.

Confidencias: nos dimos la ocasión unos a otros
de parecer a un tiempo complicados
y vulnerables. Se puede querer mucho
e inteligentemente a alguien así.

Qué más. Las vacaciones: nos bañamos desnudos y era rabiosamente
bello y salvaje.
Una hermosa victoria -pero no muy secreta (imprescindible)-
sobre los bebedores de café.
Como follamos todos, es un placer el préstamo de cuartos, sin pre-
guntas:
connivencia de iguales. No cambiamos las sábanas.

Canciones boquiabiertas en fotos sonrientes,
esa mirada grave de padecer-con cuando algún problema,
postales -os queremos- y postales,
diminutivos cómplices, etcétera y etcétera.

Pues la verdad:
nos vamos a morir de amor de amigos.

Pero entonces, ¿por qué tanta extrañeza
y el vértigo inquietante de no saber a quién, por qué, qué tanto, al des-
pedirnos?

Será que amar es eso, que nos quieran
-susurra el generoso corazón-
después de los mil duros y bañarse y las fotos y demás,
como una consecuencia: todo es lógico.

Y quizá es que me asustan innecesariamente
las cosas que entendemos con esa claridad rotunda de que dos y dos
sean cuatro
en un mundo tan cómodo, tan fácil
como pasarlo bien con los amigos en una noche ociosa y solidaria.
Desprevenidos, tontos
de puro no saber ni preguntarse,
con la intoxicación amable de quererse sin culpas, no temiendo
que el día menos pensado nos estalle en las manos el engaño aritmé-
tico de la felicidad.

El hecho consumado no precisa razones.

Sin embargo, lo siento, esto es muy raro
y yo aún no sé qué coño pintamos todos juntos.

Banquete familiar

Aquí,
sin novia y con hermano
casado hace muy poco (con problemas
laborales pequeños y prolijos detalles
sobre el piso), tú eres
el convidado menos importante.

Se te recuerda apenas que has de sentirte solo
en la casa ya grande, con tus padres,
o quizá te pregunten para cuándo
será lo tuyo (pero
a Lo Tuyo hoy no la han invitado).

Mientras,
tu hermano fuma y bebe con confianza,
esgrimiendo el pitillo como un bastón de mando.
Sabe tal vez que son copa y pitillo
signos de alguna cosa,
mínimos correlatos
de la Declaración, de los Permisos,
de las Letras del Coche y de la Esposa.

Te queda tu papel: ser invisible
y atento, sonreír y tomar nota
de los temas viriles.
Aprender.

Seguro que el futuro te reserva
a ti también mejor puesto en el clan,
banquete con familia que aconseja,
pitillo no casual, copa sin freno.

Y a quién desplazarán tus asuntos domésticos?

Cazador de autógrafos

X, el más implacable cazador de autógrafos de Asturias, siempre acechante ante cualquier popular, famoso o importante que aterrice en nuestra región, consiguió cobrarse varias piezas en la fiesta de…
(Leído en la prensa)

Vestido con mal gusto y ese aspecto
de perro triste, eres mi pesadilla
y también una incógnita. Quisiera
saber cómo es el mundo cuando abres
los ojos para ver la gloria ajena,
y si serás feliz y todo eso.

E intento comprender y, elucubrando,
empiezo a imaginar más amplias miras
para lo tuyo: mención en el Guinnes,
congresos de cazadores de autógrafos,
un mundo clandestino -como el nuestro-
con revistas, no sé, correspondencia…
O tu fascinación sencillamente
por gentes que han de serte tan extrañas
y complicadas como tú lo eres
para mí, o lo que dirán tus padres,
una forma cualquiera de pasar,
de haber estado aquí.

Mientras nosotros
fingimos no escuchar, tú cuentas otra
historia a uno que finge que te escucha
(cómo dijo y el gesto de las manos
y el ambiente que había) y luego exhibes
con orgullo las pruebas indudables
del contacto (la firma y una foto),
y de eso vives, de eso te alimentas.

Ojalá no tuviera la sospecha
de que nos parecemos demasiado
y que compadecerte es un pretexto.

Acaso tú eres más sabio que yo:
Un perdedor sin más. Todos perdemos.

Canción

Verla partir y amarla como nunca
Nicolás Guillén

La quise sin querer, sin elegir,
contra mí mismo,
y ahora que se ha ido
saber que está en el mundo no me deja dormir.
Estoy perdido.

Y recorro su calle a ver si hay suerte,
que no me atrevo
a llamarla y me juego
la tarde en encontrarla, qué sé yo, casualmente.
Y no la encuentro.

He de hacer algo, o la pierdo o la amo,
contra mí mismo,
contra cualquier olvido,
que es cobarde el olvido, que me atrevo y la llamo.
Pero se ha ido.

Cabalgata de reyes

Siempre las cabalgatas me pillaron
yendo hacia alguna parte y en constante
lucha con el gentío. Verbigracia:
en el 92 quedé con Cuesta
cerca de Riego, en el 91
iba a la biblioteca, en el 90
algo en la calle Uría…, y siempre el mismo
molesto rebrincar y los ahogos
entre niños pasmados y vejetes
que tienen frío y padres de iracunda
mirada y los camellos y los pajes.

¿Será esa sensación de que están todos
perdidos menos yo, de que van todos
en dirección contraria, lo que siente
también un niño al dejar de creer?

No lo recuerdo. Pienso que los niños
distinguen mal el interés común
de sus propios deseos. Les engañan
los negros de mentira y las coronas
doradas de cartón; bailan la música
que les toca la orquesta, tan contentos.

Pero no de verdad. Luego los años
se encargan de enseñarles el camino
que no transitan padres ni camellos.
Siempre hay algo que hacer (eso les gusta)
y van hacia algún sitio en dirección
contraria en cada nueva cabalgata,
chocando y entre ahogos, sin creerse
las mentiras ni el negro. Y no sonríen
y los padres les temen.
Imagino
que así se explica todo: las miradas
oscuras, el asombro de los niños
y el frío de los viejos, que distrae
un Rey Mago arrojando caramelos.

Conocidos

Va a seguir, pero duda, y se detiene
a saludar mejor. Acaso entiende
que la frecuencia obliga a cierto aumento
en lo que atañe a calidad y tiempo.
Recuerdo que hace sólo unas semanas
nos cruzábamos y él me saludaba
con hastaluego y mínima sonrisa,
sencillez que también se agradecía
por cómoda y ausente de embarazo
(nunca he sido muy hábil en el trato
social). Luego, y aunque en esta ocasión
todo queda en las frases de rigor,
pienso en que se ha parado y ya lamento
de este engorro de siempre el nuevo ascenso.

Me inquieta no saber lo que pretende:
resultarme simpático, imponerse
a ese miedo trivial, escandaloso,
que tenemos los unos de los otros.

Defensa de la familia

Yo aprendí en el hogar en que se funda
la dicha más perfecta

Gabriel y Galán

Aquí donde no tienen cabida los maricas
y a cometer los propios errores se prefiere
cometer los errores tranquilos de los padres,
uno es merecedor de este legado:
seguridad y pan,
paz y severidad y algún consejo.

Y, piénsalo, no es poco
si tras esa ventana miras el mundo hostil
en donde los extraños a su vez se amontonan
en cómodas colmenas y contraen
también sólidos vínculos frente a ti y a los tuyos.

Un modo complicado
de sentirnos seguros, la familia.

Porque probablemente es cierto todo eso
de que se hará por ti lo que haga falta,
que responder de ti para eso estamos
y que en cualquier momento, porque nunca se sabe.

Y luego están las fotos, los recuerdos,
verano aquí y allá, noches de Reyes,
tantos besos ruidosos en mejillas que lloran,
cumpleaños, juguetes… Y todo agradecible.

No hay duda, te enseñaron
muy bien cómo se juega a la familia:
intereses y afectos, en sutil equilibrio,
delimitan el campo donde mueves las piezas,
y lo que resta al fin es un modelo
y una conciencia, un orden de la dicha.

Así que nunca cortes
un árbol que es más viejo que tú mismo
y haz pronto de tus padres abuelos complacientes.

¿O vas a aventurarte entre vados ajenos
a pecho descubierto, con tu cara
y ademanes -pardillo-, solamente
por no deber a nadie, a ver, qué logros
o cuál identidad que no repita
esa mirada en sepia de cuantos te preceden?

Alguna noche ociosa,
mientras la porcelana duerme el sueño
de las cosas inútiles y adorna
para nadie el jarrón y están los cuadros
contentos de ser manchas en la pared del fondo,

tú te preguntas

de dónde viene esta capacidad
de adaptación y si imitamos tanto
por puro instinto de supervivencia,
si habrá algo esencial que aún ignoramos
sobre nosotros mismos, otra forma
de no ofender a nadie y ser distintos.

Y si en el mundo queda todavía
una maldita cosa que sea gratis.