Poetas

Poesía de España

Poemas de Josela Maturana

Josela Maturana, la distinguida poeta española, ha dejado una huella profunda en el mundo de la literatura contemporánea con su poesía rica en emociones y perspicacia. Nacida en Melilla en 1959, Maturana se ha destacado tanto por su trabajo literario como por su compromiso en la promoción de la igualdad de género, la defensa de los derechos de los inmigrantes y su activismo cultural en San Fernando, Cádiz.

Maturana es una figura intelectual polifacética. Comenzó su camino académico estudiando Magisterio y luego obtuvo una licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz. En la actualidad, comparte sus conocimientos como profesora en el CEPER «María Zambrano» de San Fernando, donde su pasión por la enseñanza se entrelaza con su profundo amor por las letras.

Su obra literaria es un testimonio de su dominio sobre la lírica, con una preferencia por el verso blanco y el verso libre. Además de su destacada poesía, Maturana también ha incursionado en el ensayo, ampliando aún más su influencia en la escena literaria española.

Entre sus logros más destacados se encuentran los premios y reconocimientos que ha recibido por su poesía. Entre ellos, se destacan el Premio Feria del Libro de San Fernando por «La vida inédita» en 1997 y el Premio Carmen Conde por «Oficio del Regreso» en 1999, ambos publicados por ediciones Torremozas. Su obra «No podrá suceder» la llevó a ser galardonada con el Premio Bahía de Poesía en Algeciras en 2005.

Josela Maturana es también autora de ensayos comprometidos con temas sociales y feministas, como «El Rapto de las sabinas. Mujer y analfabetismo», patrocinado por el Instituto Andaluz de la Mujer.

La poesía de Maturana ha dejado una huella imborrable en el panorama literario, y su nombre figura en numerosas antologías poéticas que la destacan como una voz importante de la poesía contemporánea española. Su obra, rica en emoción y pensamiento profundo, refleja el espíritu de una autora que busca interpretar y expresar el tiempo en el que vivimos a través de sus versos. Josela Maturana es una autora que no solo encanta con su poesía, sino que también inspira con su compromiso social y su valiosa contribución a la literatura española.

Sagrada materia

Mientras la condición humana nos inquiete,
mientras capacitados para la conmoción y el trance,
este avance difuso, esta maraña de barrio ignorado
donde ahora vivimos sin hallarnos siquiera
mitad de lo que fuimos en aquel paraíso.
Mientras acuciados y convulsos, y aún doliendo la tarde,
ese sol que se hunde en la dulce pestaña,
y en la pierna crecida por la fresca vereda,
y en los valles perdidos, y en las calles desiertas,
y este mundo presente nos ponga en cada parte
la suma que obtuvimos con el amor y el lastre.
Entonces hablaremos del futuro impreciso con toda la esperanza,
aceptando el recuerdo su volcán apagado,
asumiendo que somos un fruto de alianzas
buscando la sagrada materia que nos dieron.

El verano

Tendrán que venir los ojos del estío,
ojos perfilados al horizonte como lunas
o albercas turbias de espejos más recientes.
Tendrán que venir con los vivos y los desconocidos,
con los abandonados por la brasa de agosto
y el metálico juicio de un cuerpo al que yo amé
al calor que hoy le impide brotar sobre esta noche,
como un hueso botánico del sur oliendo a tierra
dejada, clausurada al verde desarrollo,
apenas arrancada del sol de los preludios,
de los arcos y fustes que sujetan al hambre,
al afán de vivirnos rebasando paisajes.
Tendrán hoy que venir los ojos de los ojos
palpando tiernamente mi frente desolada,
la fiebre de mi barrio, su sudario de grillo,
al ver que no he devuelto las flautas melancólicas
ni he cerrado ventanas calladas ni portales,
ni he vuelto por el alma quemada del estío
a retomar las voces gritando en el silencio,
el recuerdo que funde la voz y el territorio
y advierte que el verano resume las visiones
del amor cuando pudo desear e incendiarse.
Tendrán hoy que venir los ojos de mi estío,
negando los glaciares, las lágrimas sin tiempo,
los rastros de la ciencia fugados a los cielos,
la fragua sepultada en veranos de infancia,
incinerados salmos de hebreos renacidos
o arábigos encuentros en playas de sus iris,
volviendo, regresando, por ojos de sus ojos.