Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Juan Clemente Zenea

Juan Clemente Zenea y Fornaris. Bayamo, 1832-La Habana, 1871. Poeta y patriota cubano. Es el más alto representante del romanticismo cubano.

En 1852 se estableció en Nueva York; a su regreso a Cuba (1854) colaboró en la Revista de La Habana y en Brisas de Cuba. Desde 1855 publicó en pliegos sus Cantos de la tarde, que aparecieron completos en 1860, y dirigió la Revista Habanera (1861-1862).

Emigró de nuevo a Nueva York (1865), desde donde pasó a México. Ante la noticia del alzamiento de Céspedes, intentó desembarcar en Cuba, pero fracasó y regresó a Nueva York (1868), donde colaboró en La Revolución. Militó entre los opositores al general Quesada, aceptando la misión de trasladarse a Cuba para entrevistarse con Céspedes. Fue capturado por fuerzas españolas en el ingenio Santa Rosa cuando se dirigía de regreso a EE UU en compañía de la esposa de Céspedes.

Las autoridades españolas no respetaron su salvoconducto, y, tras varios meses de cárcel en la prisión de la Cabaña -tiempo en el que escribió el poemario Diario de un mártir -, fue fusilado en el foso de los Laureles. Póstumamente aparecieron Poesías póstumas (1871) y Poesías completas (1872).

Letrillas

Si algún galán o mozuelo
Dijere con voz confusa
Que es embustera mi musa,
Que se lo cuente su abuela.

Si el sastre más afamado,
Cuando traza algún vestido,
Asegura que ha cumplido
Con la palabra que ha dado;
Y que siempre que ha cortado,
Para si no guardó tela,
Que se lo cuente a tu abuela.

Si por honrar su espadín
Cita el militar campañas,
Sin mostrar otras hazañas
Que heridas del bisturí:
Y arguye que en San Quintín
Le quitaron una muela,
que se lo cuente a su abuela.

Que quiera el adulador
Sufrir cual lacayo o paje,
Desprecios del personaje
De quien espera un favor
Sin que el alma en su interior
No se abochorne y le duela,
Que se o cuente a su abuela.

Que el avaro nunca asome
En su mesa el rico vino
Por que embriaga, y que el tocino
Le da empacho si lo come,
Y chocolate no tome
Porque hace mal la canela,
Que se lo cuente a su abuela.

Si Laura, que no ha tenido
Titulo, renta, o pensiones
Se presenta en las funciono,
Con el más rico vestido,
Y jura que su marido
Por vestirla se desvela,
Que se lo cuente a su abuela.

Si porque Niceta ha blanqueado,
Siendo oscura como hollín,
Asegura que el carmín
No es quien la ha vivificado,
Y afirma que no ha zurrado
Su cutis como gacela,
Que se lo cuente a, su abuela.

Si alguien de mis tijeretas
Se apropiare algún vestido
Para salir a la moda,
Buena suerte le ha cabido.

Al que indiscreto se casa
Con una niña bonita,
Que gusta de la visita
Cuando el novio no está en casa,
Y siendo la renta escasa
Ostenta un porte lucido,
Buena suerte le ha cabido.

Al que sedujo el honor,
(Que el honor también engaña)
Y ha regado la campana
Con la sangre y el sudor,
Y ve que otro por favor
Logra lo que él no ha podido,
Buena suerte le ha cabido.

Al miserable usurero,
Verdugo de su existencia,
Que ha vivido en penitencia
Por dejarle a su heredero,
Si va a contar su dinero
Y halla el candado rompió.
Buena suerte le ha cabido.

Al que tiene en la justicia
Confiados sus intereses,
Y al cabo de ochenta meses
Sabe por primera noticia,
Que el contrario (sin malicia)
Con oro se ha defendido,
Buena suerte le ha cabido.

AI cazador que anda alerta
En busca de una perdiz,
Si ve que por un desliz
Otro cazador le acierta,
Y advierte que viene muerta
La perdiz que había querido
Buena suerte le ha cabido.

Al que seis horas hablando
Oye en junta los Galenos
De exóticas frases llenos
A las Parcas invocando,
Y sale el pobre temblando
Sin haberlas entendido,
Buena suerte le ha cabido.

Al que ansioso se encomienda
Al peligro de los mares,
Sufriendo diez mil pesares
Por lograr una prebenda,
Y gasta toda su hacienda
Sin haberla conseguido,
Buena suerte le ha cabido.

Al que buscando fortuna
Su edad juvenil pasó
Quedándose como yo
En los cuernos de la luna,
Sin hallar persona alguna
Que lo haya favorecido,
Buena suerte le ha cabido.

El fanfarrón

Cierto preciado fanfarrón un día,
de estos que andan a caza de aventuras,
instigado por simples conjeturas,
desfacer un entuerto discurría:

para dar a la acción más energía
fatigaba su mente con lecturas,
y el héroe de la Mancha y sus locuras,
era el norte y la estrella que le influía.

El broquel requirió, la daga afianza,
registró sus espadas una a una,
calose el morrión, tomó la lanza;

y después provocando a la fortuna
intrépido salió a buscar venganza.

Y al fin ¿qué sucedió?

Cosa ninguna.

El destino

Del grueso tronco del mejor madero,
Suele arbitrariamente el artesano,
Hacer que salga de su docta mano
El asiento que ocupa un zapatero:

Toma otras veces este mismo obrero
Una porción del leño más villano,
Y forma con instinto soberano
El busto de una diosa o de un guerrero.

El destino también inicuamente
Al artífice imita en sus deslices,
Haciendo venturoso al delincuente;

Y aquellos que debieran ser felices
Por sus nobles virtudes, inclemente
Los deja miserables e infelices.

Soneto

Dichoso el hombre que sensible y tierno
en la heredad de su familia espera,
poder sembrar el grano en primavera
y recoger el fruto en el invierno.

Dichoso aquel que con placer interno
celebrando una boda placentera,
elige por esposa y compañera
una vecina del hogar paterno.

Mas ¡ay!

del triste a quien la fiebre abrasa
y en tierra extraña suspirando siente
que muere el alma en eternal desmayo!

¡Oh!

trasportadme a mi paterna casa,
y allí dejadme calentar la frente
del sol de Cuba al abrasante rayo!

En greenwood

(Camposanto de Nueva York)

Al lado de estas aguas silenciosas,
en medio de este bosque, en este asilo,
debajo de estas gramas y estas rosas,
es donde quiero reposar tranquilo.

¡Y pronto debo reposar!

Mis días
se tiñen ya de pálidos destellos,
y anuncian mis postreras alegrías
las nieves de la vida en los cabellos.

Mas, ¿qué será si en las nocturnas calmas
salgo a vagar como las sombras suelen,
y en vez de hallar mis quejumbrosas palmas
los sauces sólo de mi afán se duelen?

¡Oh!, ¿qué será si en honda pesadumbre,
sentado a meditar sobre la losa,
suspiro por mi pueblo en servidumbre
y el cielo busco de mi Cuba hermosa?

¡Tormentoso será!

Mas si tardío
nace a brillar el sol de mis anhelos,
cabe la orilla del paterno río
llevadme a descansar con mis abuelos.

Y allí donde mi cuna en hora amarga
al capricho meció voluble suerte,
dejadme al fin depositar la carga
y dormir en el seno de la muerte!

Oda á México

Y asi está escrita toda esta inmensa silva, sin
que se detenga un punto el raudal descriptivo,
que ora resbala entre flores, ora ruge con la voz
de las tempestades y de los volcanes.

El poeta
lo recorre todo, desde el inquieto hervor sañudo

del eléctrico incendio, que aún trabaja
las visceras gigantes de la tierra,

hasta el diamante de los lagos , engarzado en cerco
de verduray

donde Natura reservarse quiso
tálamo á sus deleites prodigioso,
cuyo cielo arrancó del Paraíso.

Un niágara de luz y la toga glacial

Un Niágara de luz y la toga glacial de los volcanes
y la Ilion de los lagos y son frases que bastan
para acreditar a un poeta.

Imposible parece que un vate de tan robusta
entonación y arranque, y de tanto lujo descrip-
tivo, haya conseguido asimilarse el espíritu de
fray Luis de León, hasta el grado de pureza y
tersura, que se admira, por ejemplo, en estas
gallardas liras:

Beato el que se aleja
de las flores de Abril, que el deleite abre,
y cual próvida abeja,
con las que el juicio entreabre,
panal de ciencia y de virtud se labre 1

Tú que del alma mia
eres íntimo afán, ansia primera;
á quien prudente guia
materna consejera
por los pensiles de la edad ligera;