Poetas

Poesía de España

Poemas de Justo Navarro

Justo Navarro Velilla (Granada, 1953) es un destacado escritor, traductor y periodista español. Se licenció en Filología Románica en la Universidad de Granada en 1975. Su carrera literaria abarca diversos géneros, como la poesía y la novela. Entre sus obras más reconocidas se encuentran «Un aviador prevé su muerte» (1986), galardonada con el Premio de la Crítica de poesía castellana, y «Accidentes íntimos» (1990), ganadora del Premio Herralde de Novela. También recibió el Premio Andalucía de la Crítica en 1994 por su novela «La casa del padre» y en 2016 por su obra «Gran Granada».

Justo Navarro ha dejado una profunda huella en el panorama literario español y se ha destacado como traductor de renombrados autores internacionales como Paul Auster, Jorge Luis Borges, T. S. Eliot, F. Scott Fitzgerald y Virginia Woolf, entre otros. Además, ha colaborado en el guion de la ópera basada en «Don Quijote de la Mancha» presentada por La Fura dels Baus en 2000.

Miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada desde 2003, Navarro ha demostrado una amplia y diversa producción literaria, incluyendo obras como «El alma del controlador aéreo» (2000), «F» (2006), «Finalmusik» (2007) y «El espía» (2011). También ha incursionado en la poesía con libros como «Los nadadores» (1985) y «Mi vida social» (2010).

Justo Navarro es un talentoso autor cuya obra ha sido aclamada tanto por la crítica como por el público, consolidándose como uno de los referentes contemporáneos de la literatura española.

Vida después de la muerte

Una trama vibrante de palmeras
agitadas: maracas sigilosas.
El pájaro que pica las maderas
la muerte coserá sobre las cosas

detenidas y oscuras: donde late
como una gota de mercurio cálido
la limadora luz -no el plata mate
del agua del estanque, el fulgor pálido

del limo verdinoso -nunca anida.
Buscan así los animales franjas
de claridad. Se instalan en la herida
del resplandor. Y chillan en sus zanjas

cuando los ojos saja el amarillo-
blanco del mediodía: es un cuchillo.

Escapada

Mira: de pronto en los objetos
más próximos hay fiebre: los tensa como cables.
Son mensajes escuetos
de un papel blanco, inescrutables.

Una luz lisa fosforece
en el aire naranja de la gasolinera.
Es un arpón: si crece,
te perfora los ojos. Cera

fundida: fluye el mediodía.
La muerte nos conmueve con sus sombras chinescas.
morderá su jauría
las nerviaciones de las frescas

hojas de nuestra sangre: claros
perseguidores turbios sin alarma ni faros.

Luciérnaga

¿Te acuerdas de las últimas luciérnagas? Latía
su fulgor movedizo sobre la fronda ilesa.
Ahora que, caprichoso, el verano se enfría
y un aire de inclinada caligrafía inglesa
hace vibrar los cables y se instala en los setos,
las he visto otra vez. Me has cerrado los ojos
muy apretadamente: una trama de objetos
menudos, de neón, bulle como despojos
de luz. El agua es una seda estrujada
en la piscina: un viento fugaz nos acurruca.
¿No brilla una luciérnaga en tu córnea, parada,
cuando tocas mi carne y me besas la nuca
y acatamos felices la noche de verano?
Vivir es esta dulce disolución en vano.

Plano de fumadores

Telón de luz: es una apacible hoz helada
el cielo. Hay fumadores cerca de las sombrillas.
Me gusta su aire dulce de fruta macerada
o de guante vacío. Las lonas amarillas

les dan además cierto fulgor que sólo existe
en los vidrios manchados de las mesas de análisis
de sangre. En la piscina la claridad persiste:
una página en blanco. Conozco esta parálisis

de aeroplano caído. A veces una mano
-si se ha fumado mucho, el ascua nos calienta
los dedos- alguien mueve. Soy yo, y era verano.
Nuestra muerte tomaba una cámara lenta.