Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de Kim Addonizio

Kim Addonizio, nacida en Washington D. C. en 1954, emerge como una voz singular en el panorama literario estadounidense contemporáneo. Hija de distinguidos padres, su infancia estuvo marcada por la influencia del deporte y el periodismo, antes de adentrarse en el mundo de las letras.

Tras breves intentos académicos, Addonizio encontró su verdadero camino en San Francisco, donde se sumergió en la poesía y obtuvo una licenciatura y una maestría en la Universidad Estatal de San Francisco. Su experiencia como docente en varias instituciones académicas enriqueció su perspectiva creativa y su habilidad para transmitir la complejidad del alma humana.

La poesía de Addonizio es una exploración audaz de la experiencia humana, desde los placeres mundanos hasta las profundidades del deseo y el dolor. Obras como «What Do Women Want» y «Eating Together» capturan la esencia de la vida cotidiana con una franqueza y sensibilidad excepcionales.

Su estilo único y su capacidad para entrelazar lo mundano con lo trascendental se reflejan en colecciones como «Lucifer at the Starlite» y «What is this Thing Called Love«. A través de versos vívidos y evocadores, Addonizio invita al lector a reflexionar sobre el amor, la pérdida, y la búsqueda de significado en un mundo en constante cambio.

Además de su prolífica carrera poética, Addonizio también ha incursionado en la novela, demostrando su versatilidad y talento narrativo. Su legado literario perdura como un testimonio de la capacidad del arte para iluminar las complejidades de la existencia humana y conectar a los individuos a través de la palabra escrita.

INTIMIDAD

La mujer que prepara mi capuchino en la cafetería—ojos oscuros, cabello rojo teñido,
cuello de tortuga negro y sin mangas—fue la amante del hombre con quien salgo ahora.

Ella no me conoce; somos extraños, y sin embargo no puedo mirarla
casualmente, como solía hacer antes de saberlo. Ella está junto a la máquina, hundiendo la válvula en la espuma de la leche, mirando al vacío—no sé qué es lo que piensa.

En lo que a mí respecta, ella bien podría estar recordando a mi amante, recordando lo que sea que haya ocurrido entre ellos—él nunca me ha dicho nada, excepto que no fue importante, y luego cambia rápido de tema, demasiado rápido, ahora que lo pienso; ¿sería que él, después de todo, había mentido?, ¿y no había cruzado brevemente por su cara una expresión de dolor? No puedo estar segura. De seguro no fue nada, me digo a mí misma;
no hay razón para sentirme incómoda aquí parada, o sentirme cómplice,
como si hubiera algo importante entre nosotras.

Ella podría estar pensando en cualquier cosa; pero, ¿por qué siento ahora la súbita sospecha de que ella sabe, de que ella me puede sentir mientras la estudio, mientras intento imaginarlos juntos?—su pintura de labios de un rojo oscuro, más oscuro que su cabello—mientras intento verlo a él besándola, volteándola en la cama en la forma en que le gusta tenerme. Me pregunto si tal vez había cosas en ella que él prefería, cosas que él extraña ahora que estamos juntos;
a veces, cuando él y yo hacemos el amor, hay momentos en los que me abruma la tristeza, y aunque estoy ahí con él no puedo dejar de pensar en las manos de mi ex esposo, que me gustaban de un modo especial, y quisiera regresar a esa vieja intimidad, que a menudo se sentía como la más pura felicidad que haya conocido, o que vaya a conocer. Pero todo eso ha acabado; y, además, ¿no hubo otros amantes que no dejaron rastros? Cuando los veo ahora apenas puedo recordar
cómo se veían desnudos, o cómo se sentía tenerlos dentro de mí. Entonces, ¿qué es lo que siento mientras ella vierte el negro espresso sobre la leche y empuja la taza hacia mí, y yo le doy el dinero, y nuestros ojos se encuentran por sólo un segundo, y nuestros dedos se tocan?

ANIVERSARIO FANTASMA

Imagina que el matrimonio es duradero;
en el jarrón negro, los lirios florecen
por años; el agua sigue fresca.
El hombre y la mujer se observan mutuamente
mientras cogen, floreciendo y observando;
y los ángeles observan, también,
y abren sus bellas bocas abstractas
como si intentaran decir algo
que no es cierto ni difícil.
El hombre y la mujer no se dan cuenta.
Desfallecen y desfallecen sin cuidado.
Y entonces los ángeles repliegan sus alas
y se dejan caer hacia ellos como piedras.

AFFAIR

¡Dios!, qué sexual que es abrir una cerveza cuando habías

jurado que no ibas a beber esta noche,
tomar ese primer trago profundo, ver la espuma

retroceder dentro del largo cuello de ámbar
en la botella de Pacífico mientras te acomodas en la barra,
el derramamiento en la cabeza que te obliga a doblarte

para pegar tu boca contra el frío labio
y beber, porque tú lo que eres es una bebedora,

¿no es cierto?—tal vez no una lujuriosa,
no una alcohólica, al menos no todavía,
pero la mayor parte de las noches tú no quieres un vaso
con algo, no necesitas el gesto de alcanzarlo, levantarlo
en lo alto, tragar y saborear la dulzura, o la quemadura,
pues sabes que te vas a entregar a él como una amante,

sin importar si él llena o no el globo goteante de tu corazón—

¿Ya no crees en intentar llenarlo, sin importar las probabilidades?,
¿no crees que aún pueda suceder? ¿No eres tú ese tipo de mujer?

PRINCIPIO

Cuando veo el frenesí de los insectos sobre un arbusto de flores blancas,
un arbusto que veo en todos lados y en todas las colinas, sólo puedo pensar
en cuán aterrorizante es la primavera, con sus torpes e incansables réplicas.
En todo lado emergencia: vainas de semilla, crisálida, útero, manufactura sin fin.
Y las pilas empaquetadas de vasos de cartón en la tienda, últimamente
no las aguanto, los estantes de enlatados de frijoles y sopas, congeladores
de cenas idénticas; luego el diseño de diamantes y copos de nieve de la alfombra
bajo mi silla, filas de libros que dan la espalda,
hasta mis dos pies, me oprime la forma en que se reflejan el uno al otro,
la forma en que calzan tan perfectamente bien juntos, cómo puedo anidar un dedo
gordo en el otro
como pequeños continentes a la deriva; Dios mío, la unidad de todo,
mis manos y mis ojos, los tuyos; ¿no te asusta a veces recordar
el placer de la desnudez entre sábanas frescas, todos los amantes que hubo ahí ante ti, junto a ti, amontonándose hasta sacarte? Y las penas purificadoras,
no las mires o te matarán, apenas si puedes abarcar las tuyas;
lo que digo es que sé todo sobre ti, quienquiera que seas, es primavera
y yo empiezo de nuevo, el anhelo que empieza, que empieza y que empieza.

ASÍ

Ámame como un giro equivocado en un camino malo tarde
en la noche, sin luna y sin un pueblo cercano
y con un gran animal hambriento moviéndose pesadamente
a través de la maleza junto al camino.

Ámame con una venda sobre tus ojos y el sonido de un
agua herrumbrada que mana bruscamente del tubo
en la cocina, que gotea a través del piso de madera
hasta el cemento caliente. Hazlo sin preguntar,
sin extrañarte y sin pensar en nada, mientras la maquinaria
está apagada y el vigilante desplomado de sueño frente a su pequeño televisor
que muestra el pequeño garaje, los pasillos desiertos; mientras los ladrones atraviesan la baranda con cortadoras de acero. Ámame cuando no puedas encontrar abierto un restaurante decente en ningún sitio,
cuando estés solo en un comedero relumbrante
junto a dos monjas que se pelean en el asiento de atrás,
cuando tus huevos estén grasientos
y cuando te sirvan crudas tus tortas fritas.
Arranca los botones de enfrente de mi vestido
y lánzalos uno a uno a la laguna donde los peces
acechan justo debajo de la superficie, moviendo sus frías aletas.
Ámame en la capota de una camioneta que nadie ha conducido
en años, hundida hasta el guardabarros entre hierbas y girasoles muertos;
y entre los lirios, tu boca en mi garganta blanca, mientras las tortugas arrastran
sus barrigas a través del barro lustroso, a través de las huellas de fojas y patos.
Hazlo cuando nadie esté viendo, cuando los disturbios empiecen y se abran los aviones, cuando el autobús salte a la cuneta y el conductor pise los frenos y el pedal se hunda hasta el suelo,
mientras alguien lanza un plato contra la pared y recoge otro,
ámame como un congelante trago de vodka, como pita pura, ámame
cuando estés solo, cuando estemos demasiados cansados para hablar,
cuando no creas en nada, escucha, no hay nada, no importa; acuéstate
conmigo y cierra los ojos, el camino dobla aquí, voy a subirle al radio
y nos vamos a ir, y no vamos a regresar mientras tú me ames,
mientras lo sigas haciendo exactamente así.

ORACIÓN

A veces, cuando estamos acostados después del amor,
te observo y veo el futuro de tu cuerpo
acostado bajo tierra; pongo el talón
de mi mano contra tu costilla y siento cuán leves
y lejanos son los latidos de tu corazón. Descanso
mi mejilla contra tu pezón izquierdo y escucho
las oleadas de sangre, veo tu vida siendo regada,
un agua delgada que es rociada desde una olla
hacia la hierba seca. Y quiero ser apretada
en lo hondo de la cama y ser cubierta,
de la forma en que una semilla es apretada en un hueco,
y la tierra apisonada después con una pala.
Quiero ser una semilla fallida, del tipo
que no crece, que no sabe que debe hacerlo.
Quiero acostarme aquí y no moverme, tan sin vida
como un animal sacrificado, su sangre
untada sobre una puerta, quiero que la muerte me lleve
si tiene que hacerlo, que te deje a ti, quiero que pase.

DILUVIO

Cómo te penetran las imágenes, la persiana del cuerpo
golpea cuando ni siquiera estás atento: el terso frío de las sábanas
de raso, las teclas del piano, la pasta barnizada de una repostería
que flota de repente, y los vellos de tus brazos
se elevan en esa corriente de memoria, y tu lengua prueba
la dulce sal de un amante mientras él se levanta
contra ti, se lanza hacia el lugar en el que tú no puedes
sumergirte pero que se profundiza con cada momento
que estás viva, la negra pupila se abre,
el hombre baja y entra, la comida
y el champán y la música y la luz, no hay fondo para esto,
cieno y turbiedad de pérdidas que nunca se asentarán,
y el enorme pez que no duerme, voraz por el placer,
y las imperceptibles brazas donde nada
existe ya, este minuto, el siguiente, el último
aliento exhalado que no regresa, oh, aférrate
a mí mientras suben las aguas, no temas,
vamos a juntarnos con los otros, vamos
a recordar y a contarles todo.

¿QUÉ QUIEREN LAS MUJERES?

Quiero un vestido rojo,
lo quiero ligero y barato,
muy ajustado, quiero vestirlo
hasta que alguien me lo arranque.
Lo quiero sin mangas y con la espalda al aire,
esa clase de vestido en el que no se tenga
que adivinar lo que hay debajo.
Y quiero pasear calle abajo ignorando
las tiendas de saldos y las de herramientas
con todas esas llaves relucientes en los escaparates,
ignorando al señor y la señora Wong
que venden donuts pasados de fecha en su café,
ignorando también a los Servicios de reparto
que arrojan cerdos desde su camioneta
cargando sus escurridizos hocicos en sus hombros.
Quiero caminar como si fuera
la única mujer en la faz de la tierra
y que sea mi elección.
Quiero ese maldito vestido rojo,
lo quiero para confirmar tus peores temores sobre mi,
para mostrarte lo poco que me preocupo por ti,
mi tremendo egoísmo.
Cuando lo encuentre, lo pondré en una percha
como si estuviera eligiendo un cuerpo
para llevarme por este mundo, a través
de un ruido de pájaros y del amor,
y lo llevaré como mi propio esqueleto, como mi propia piel,
será el puto vestido con el que me entierren.

CATA DE VINO

Creo que noto la piel cuarteada.
Estoy segura de que huelo las cerezas
del cóctel Shirley Temple
que mi padre me compró

en 1959, en un bar de Orlando, Florida,
y el cloro del gorro de baño de mi madre.
y los besos del último invierno, como la sal para la helada,

como la luna arrojada desde la tierra.
Cuando Li Po bebía vino, la luna se zambullía en el río,
y alucinaba después.

Probablemente él supo reírse
Cuando mi amiga Susan bebe,
llora porque ella es irlandesa
y estéril. Me gustaría probar,
una vez más, la lluvia que llegó
una tarde y no mojó el lugar

donde estaba, así que tuve que inclinar mi rostro hacia ella,
viva en ambos mundos a la vez,
sabiendo que escamparía sin que importara.

POEMA PARA AÑO NUEVO

Hasta ahora es sospechosamente similar
al año pasado, el mismo frío y dur

viento asolando el patio
y la asquerosa sustancia
pegada todavía al cartón de zumo de naranja
que cojo de la balda del frigorífico.

Además, noto que mi cara
en el espejo del baño,
fría como las sábanas,
parece un poco avejentada.

La pasada noche, en el vecindario,
sonaron tiros entre los petardos,
como una señal de que algo nuevo
estaba llegando al mundo,

aunque los sonidos eran iguales
a los de los revólveres
del reportaje que estaba viendo en la televisión.

Es posible que haya perdido esa transición completamente,
quizá por no haber acudido a una fiesta de borrachos
llevando un sombrero de bruja,
y morreando a desconocidos.

Así que todavía vivo
en el año anterior,
donde la tormenta golpea las ventanas
y la puerta principal repentinamente se abre
y yo salgo corriendo como una posesa para cerrarla.

BLUES PARA DANTE ALIGHIERI

Sin esperanza, vivimos llenos de deseo.
INFIERNO, IV

Nuestra habitación era demasiado pequeña, las sábanas rugosas y calientes,
nuestra habitación era algo parecido al infierno, pensamos,
y acabamos con medio litro de Drambuie que habíamos comprado.

Caminamos sobre el Arno y regresamos, caminamos todo el día,
y por la tarde, perdidos, enfadados y divagando. Al final
encontramos el hotel. Al día siguiente partimos hacia Roma.
Encontramos el Intercontinental, y una iglesia repleta de huesos,
y comimos comida China en la habitación, solos.

No fue un viaje excelente, quizá todo lo contrario.
No fue amor eterno, mas bien algo parecido a la mierda.
Fue sólo algo que pasó.

Hicimos las maletas, devolvimos el coche de alquiler,
guardamos los recuerdos y llegamos al bar del aeropuerto
y hablamos de pornografia y estrellas de cine.