Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Léo Larguier

Leo Larguier (La Grand-Combe, 6 de diciembre de 1878 – París, 31 de octubre de 1950) fue un poeta, novelista, crítico literario y ensayista francés.

Hijo de una antigua familia campesina de hugonotes, su padre, Anselme Albert Honoré Larguier, era carpintero. Estudió en la escuela de Alès y se interesó por la poesía. En 1899 realizó el servicio militar en Aix-en-Provence, donde trabó amistad con Paul Cézanne. Al inicio de la Primera Guerra Mundial, fue movilizado y herido en 1915. Vivió en París desde que tenía veinte años y fue allí donde, a pesar de los deseos de sus padres, se desinteresó por los estudios, para frecuentar los ambientes artísticos de la vanguardia francesa. Autor de numerosas obras, destacan sus poesías, ensayos y sus libros de memorias, donde realiza una descripción precisa del París de finales de los años 1930. Miembro de la Academia Goncourt desde 1935, en 1940, la ocupación de Francia por la Alemania nazi le obligó a abandonar París.

PENSAMIENTOS DE LA TARDE

Sentado a la ventana, pensativo, en un noble
sillón de mis abuelos, viejo sillón de roble,
siento á la tempestad batir mi humilde casa;
suben espesas nubes al horizonte, en masa;
de alguna tienda obscura sale rápidamente
una vieja, y el rústico zapatero de enfrente,
con quien, de chico, hablé tantas veces, airado
sale á empujar la puerta que el viento le ha cerrado.

Está lloviendo… Estoy solo… Pienso en mi vida.
Pasarán años… treinta : y en una parecida
tarde lluviosa, en casa me veo, al cabo de ellos,
casi lo mismo, blancos del todo mis cabellos.

En casa quiero estar : veré, por la vidriera,
de las húmedas parras cómo cae volandera
una hoja que, lenta, va á posarse en el banco;
y vendrá un leñador por el camino blanco,
con su haz de leña á rastras, mojado, por la herbaza,
y la fuente veré, la solitaria plaza,
y tal vez, como ahora, oiré el rumor que mueven
algunos aldeanos que en la taberna beben
á la salud de la tabernera, calmosos,
tocadas las cabezas con sombreros terrosos.

Presiento de aquel día la solemne hermosura.
Veo mi frente gris, mi negra vestidura,
mis muebles, colocados como están, una espesa
rama junto á los vidrios, mis cuartillas, mi mesa,
y allá en el fondo oscuro surgiendo deslumbrantes,
mi orgullo y prez, mi santa labor de cada día,
con sus títulos de oro graves de poesía
los libros de mis versos, todos, en los estantes!