Poetas

Poesía de México

Poemas de Luis David Palacios

Luis David Palacios (Los Mochis, Sinaloa, 1983). Poeta, músico, ingeniero. Estudió composición musical, una ingeniería electrónica y letras hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue becario de la Academia Mexicana de Ciencias y realizó estancias dedicadas a la investigación en lugares como el Centro de Investigaciones Avanzadas del Instituto Politécnico Nacional. Actualmente es becario de Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y realiza estudios de posgrado en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Poemas suyos aparecen en antologías y revistas, por ejemplo, Rio Grande Review editada por la University of Texas at El Paso o la revista electrónica Círculo de Poesía; reseñas y trabajos críticos suyos se recogen, en Confabulario Suplemento Cultural, Panorama Cultural de Suecia, entre otras. También ha colaborado con las universidades pioneras en la música contemporánea en México (Universidad Libre de Música, Fermatta); diseña planes de estudio y tiene varios libros de texto publicados sobre armonía, jazz e improvisación.

LUX ÆTERNA LUCEAT EIS

Tú que bordas la tela de la muerte
no mires a los míos
por este canto que los nombra.
Pero si la noche fragmenta su cubierta
que tu arboleda sea un resplandor
donde sus pies se laven con la calma
de tu mano que ondula,
dales un árbol donde el sueño
pueda volar sus pájaros.

Si mi voz se levanta
es porque reconoce en ti todos los cauces.
Si mi mano te sirve,
entona ya mi nombre para caer de ti,
contigo en el rescoldo de ese fuego.

DIANA

I

Tus piernas dibujan las alas de la mariposa;
un pistilo plástico alimenta tu sueño.
La bocina de tu corazón se enciende en una máquina,
es la llegada del tren que nos reúne en turnos junto a tu vuelo caído
donde no ha entrado el sol o su ausencia.

Diciembre es terrible. Tu padre habla y rema
contra el amor de otra madre y su canto,
contra la cuna nocturna de los brazos donde te meces,
contra blancos No vestidos de hombre,
contra su propio peso hundiéndose en el mármol de este hospital.

II

El amor aquí no sirve,
no te levanta con el amanecer.
Tu llanto nos haría reír, Diana,
te sacaría de esta playa de algodón
en donde tomas poco a poco la noche de su cuerno.

Tu respiración enflaquece
y ahorca prematuramente los días
y ganamos absurdas ecuaciones que no reparan la hondura de tu
abdomen.
Humedecemos la arena que florece en tus labios.
No hay otro sonido más que el picotazo pendular del cuervo en tu
corazón sin miedos, apagándose.
No hay herida donde poner bálsamos.
Tu dolor es un papel negro y transparente,
viene callado de la base del sueño
a machacarnos junto contigo.

ROSA

Dos lunas de carbón sostienen el aroma
a sueño café de sus ojos de madre.
Dos veces el amor ha dado en ella sus pétalos de sombra;
abrió de tajo la ventana tibia de su vientre.
Aquí mis ojos dan de beber en su nombre
y no tengo ojos para dar de beber a su nombre –Rosa,
suspendida lágrima en el filo de la osamenta–
y me duele la caída de sus ojos
ante la tierra abierta donde sembró mariposas.

En la cocina llueve sordamente
y su cuerpo cae en la unidad acostumbrada,
sus labios guardan esas alegrías de cuna sin abrir.
Ella mira pasar los estigmas de la lluvia
y no hay afrentas en la noche de su día.
Viene y va su llanto descompuesto
por el tiempo mordido de la sala,
por la lluvia herrada de la ducha.

En las manos del amor hay alacranes
pero ensaya su sonrisa anaranjada,
su andar a ciegas por el día
que se oye ladrar bajo la puerta.

La orfandad y sus índices
le enseñaron el escudo del silencio desde niña
pero su maternidad se derrama sobre el hueso de la cera que arde
y el calostro se oxida dentro de sus dos sueños redondos
y esa pregunta de cinco años que está sobre sus piernas la hiere
porque no hay forma de explicar un puerto que se abandona
o la lluvia encallada en la cocina.

CÍRCULOS

Nos convocaba la geometría del verano.
La forma de la guerra se elegía
por el hallazgo íntimo
de las armas de otras temporadas.

Crecí en la calle Octubre
–quizá por eso
el otoño es una canción que no repito.
En ese campo de batallas fui Tiberio,
con la misma costumbre
luché contra el ejército del Norte,
forjado a una manzana de distancia.
En ese campo de batallas conocí la ambición
y el respeto que se ganaba con los crujidos estelares,
urdidos por un ojo y una mano en contrapunto
sobre las tiernas cicatrices de la tierra.

Una lengua de piedra sepulta nuestra calle
remendada de gritos.

Tal vez la forma de la guerra sea la misma
que llenaba de trompos el jardín de la infancia.
Quizá otros pierden sus racimos de amor y de misterio
sobre la misma lengua asfaltada de gritos.
Pero en nosotros –los que ahora
jugamos a cambiar en el espejo–
las calles boquituertas ya no tiene retorno.

LOS MUERTOS

Bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.
Lorca

Escribo estas palabras porque viven los muertos.
Porque viven los muertos descubrimos
una tibia rareza a nuestro lado
sobre el anochecer donde nos acostamos solos.
Aparece otro hueco en la almohada desnuda
y el corazón despierta
mientras muere el perfume de su sábana.
Porque los muertos viven
presentimos ajenas pulsaciones
y un férvido deseo.
Porque viven los muertos escuchan esta voz.

EL ESPEJO ES LA MEMORIA

Para Emma Valeria
en su tercer cumpleaños

I

Nos espera la columna del día
si la memoria lleva bajo el brazo
el resumen de un tiempo como este.

Qué lejos las palabras de la flor
cuando sólo la sombra de nuestro vuelo queda en la escritura.
Yo creí que el amor era un pozo, que alguna tarde el agua,
entre extrañas preguntas, sus pájaros destierra.
Nadie imagina nunca librar a su memoria en otros ojos.

II

Aún no oscurece pero la luna brota de tu cara,
deja el vientre confuso de los árboles.
Yo escribo en el borde de tu sueño.

III

Cuánto de alegría quedará cuando el espejo esté en contra tuya
y alguien llame a la puerta en tus sentidos.

Aletean los cantos por encima del color de la tarde
y tu voz se confunde sobre el limpio cristal de la ventana.
Silenciosamente la casa explica bajo la timidez del olor a café
el resplandor del cómplice que hay en tu fantasía.

Acaso ser feliz es eso:
un recuerdo, un pájaro,
el morado imposible en tu vestido.

POEMA CON BRÚJULA

No hablo aquí de una tormenta,
ni de la boca fina con duraznos
que después de mi muerte dejará flores,
nenúfares de sal junto a mi cuerpo flotante.
No hablo aquí de una fuerza lánguida
cuyo rostro es de pequeños espejos,
de noches sobre noches incrustadas,
de oscurecidas aguas.
No hablo del fondo marino en sus ojos.
No hablo aquí de ella,
ni de sus noches nunca vertidas en mis sábanas,
ni de sus bosques largos y latentes.
No la nombro para no invocarla,
no la nombro
y me pierdo en ella
para no invocarla.