Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Luis Negreti

Luis Bernardino Negreti (Junín (Buenos Aires), Argentina, 20 de mayo de 1890 – ibídem, 4 de julio de 1936) fue un destacado poeta y compositor, autor además del Himno a Junín.

Himno a Junín

Juventud, juventud de mi pueblo
Soplo eterno de eterna ilusión
Elevemos con todo entusiasmo
Por Junín nuestra dulce canción.
Por Junín la ciudad del Oeste
Que es emporio de toda labor,
Cuyos hijos valientes y rudos
Son orgullo de patria y amor.
Por Junín cuyas bellas mujeres
Son emblema de gracia y candor,
Por sus nobles maestras de escuela
Que nos dictan la sana lección.
Por todos aquellos que dieron
En la santa profícua labor,
Por Junín la ciudad del Oeste
Su viril entusiasmo mejor.

LA CANCIÓN DEL HOMBRE AGRADECIDO

Porque me diste un alma melancólica y buena,
que a despecho de todo se mantuvo serena;
porque en mí florecieron con romántico empeño,
las fantásticas rosas del amor y el ensueño.

Porque amé a la belleza sobre toda otra cosa,
en el verso, en el ave, la mujer y la rosa;
porque tuve el capricho de labrar mi fortuna
con la plata bruñida de la mágica luna.

Porque fue para todos mi cosecha de flores,
y la dicha gloriosa de mis horas mejores,
porque fui para todos como un beso de amor.

A despecho de todos mis acerbos dolores,
refundido en belleza, yo te alabo, Señor;
en el verso, en el ave, la mujer y la flor.

MI ANTIGUO BARRIO

I

Ayer volvía a mi barrio después de casi un año,
y me embargó la pena de verla tan extraño.
En unos pocos meses: ¡Cuánto ha progresado!…
¡Tenemos luz eléctrica!. ¿Tenemos empedrado!…

Sin embargo, todo esto no me causa alegría,
y algo noto que falta de lo que antes tenía.
Los chicos ya no juegan en la calle como antes,
huyendo si veían llegar a los vigilantes.

El turco ya no tiene su boliche en la esquina,
ni en la casa de al lado vive ya mi vecina
aquella que a mis versos prestaba inspiración.

También la lavandera se ha mudado de casa,
y el mendigo andrajoso por la calle no pasa
apoyado en el puño de su grueso bastón.

II

¡Cómo ha cambiado todo!. Cualquiera pensaría
que al barrio le robaron el alma que tenía.
Tan sólo la modista parece haber quedado,
pero éste, como el barrio, también ha progresado.

Hoy lleva recortada su linda cabellera
y lleva sobre el brazo luciendo una pulsera,
pero alguien asegura que todos sus excesos
los paga con el falso dinero de sus besos.

Reniego de este barrio progresista y vacío,
porque ya no es el mismo, porque ya no es el mío,
porque ya no merece mi homenaje de amor.

Este barrio que fuera como un reino pequeño,
que aromó con sus rosas el rosal de mi ensueño
y algró con sus trinos mi jilguero cantor.

POR LAS CALLES DEL PUEBLO

Cuando todas las tardes
a pesar del invierno,
voy cruzando las calles
polvorosas del pueblo;
cierta gente murmura
de mi traje modesto,
de mi larga melena,
de mi negro pañuelo,
y las alas tan anchas
de mi viejo chambergo.

Y yo escucho que dicen
con desden altanero:
“Es un pobre muchacho
que le da por los versos,
que se pasa las noches,
componiendo sonetos,
que después aparecen
en los diarios del pueblo,
dedicados a una
que ni quiere leerlos”.

Yo prosigo con mi viaje
sin sentirme molesto
con el triste bagaje
de mis pobres ensueños,
y al pensar en mi crimen
de escribir malos versos,
de vestir como visto,
de pensar como pienso,
me da mucha tristeza
de pasear por el pueblo.

Mi Bohemia

En el bar de la vida yo soy el peregrino
que duerme su tristeza con un vaso de vino,
esta tristeza mía, de modales huraños,
que es compañera mía de hace ya muchos años.
Ser un poco poeta, y otro poco bohemio,
es mi única gloria y mi único premio,
mientras cuido mis rosas con pueril misticismo,
en los viejos jardines de mi romanticismo.
No pedirle a la vida nada más que lo justo
y evitar la cicuta del amargo disgusto,
y tener para todos los hermanos menores
siempre llenas las manos de caricias y flores.
Es así mi bohemia, por lo triste y lo mansa,
como un sueño lejano que forjó la esperanza,
que florece a lo largo de mis noches y días,
para bien y consuelo de mis horas sombrías

YO SOY UN HOMBRE BUENO

Yo soy un hombre bueno, demasiado sencillo,
que tengo la desgracia de ser espiritual.
Y como de las cosas no me seduce el brillo
la gente me moteja de ser original.

Yo soy un hombre bueno, demasiado sincero,
que tengo para todos un afecto cordial,
y como escribo versos y no tengo dinero
vivo el sueño dorado del bohemio ideal.

El amor pocas veces ha charlado conmigo;
la amistad, sin embargo, me ha brindado su abrigo
y a su amparo he mirado florecer mi rosal.
En mi vida paria solo tengo un anhelo,
y es cuidar cada día con tiernísimo celo
que no crezcan en mi alma las ortigas del mal.