Poetas

Poesía de España

Poemas de Luna Miguel

Luna Miguel (Alcalá de Henares, Madrid, 1990) es poeta y escritora en lengua española. Periodista. Ha traducido a autores como Marcel Schwob, Cassandra Troyan, Tracy K. Smith y Arthur Rimbaud.​ En 2018 publicó la novela El funeral de Lolita.

Cicatrices

Mi abuelo tiene una cicatriz en el estómago.
Mi abuela tiene una cicatriz en el pecho.
Mi madre tiene una cicatriz en la garganta.
Mi padre tiene una cicatriz en la rodilla.
Mi amante tiene una cicatriz en el costado.
Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas,
aceite, tiempo quemado:
un rasguño.

Mudanza

El único lujo aquí
es el agua caliente.

La certeza de tener
una piel
limpia.

La dignidad del gesto,
gota a gota,
sin jabón mi perfume.

Mi casa es tu casa.

Ven.

La bañera es para todos.

Bendícete en este agua
púrpura.

Comprende qué poco importa
la precariedad
cuando tú
lo sabes
estás donde debes.

Mala sangre

I

La felicidad no puede ser experimentada ni por
los vivos ni por los muertos. Eso me dijeron los
que dibujaban tus ojos en un pañuelo blanco.
Los que me tentaban: si otra persona, si una
sola persona recuperara antes que tú este pa-
ñuelo, los ojos de tu amado desaparecerían para
siempre. Los ojos. Desaparecería para siempre.
Tu amante. Los ojos de tu amante/amado como
una gallinita ciega. Ven. Date prisa. Tómalos la
primera. Los otros niños corren más que tú. Tó-
malos antes que ellos. Nunca ganaste al juego
del pañuelo, pero aguanta. Aguanta esos ojos
estériles. Aguántalos sangrantes en tus manos,
en tus globos oculares, los ojos sobre los ojos,
y más ojos sobre más ojos. Introdúcelos en tu
organismo. Pez de tres ojos. Pez radioactivo de
dibujos animados. Toma los ojos de tu amado.
¿Cuántos ojos hacen falta para ver el mundo?
¿Cuántos iris, para creer en el amor? La felicidad
es ciega, dicen. Nadie la ha visto. A todos
nos mienten sobre su esencia. Que si mariposas
en el estómago. Que si cucarachas en el pecho.
Que si larvas en las varices. El terror también
es ciego. El amor y las cosquillas. Nunca me
gustaron demasiado las cosquillas. De pequeña
mi padre me tomaba de las caderas y me hacía
cosquillas. Presionaba tan fuerte mi carne que
yo solo podía llorar. Debía llorar. Cuando la risa
de la cosquilla se convierte en dolor. La infancia

era dolor. La infancia era pesadilla. A veces mi
padre me leía cuentos de Cortázar y yo solo
temía por mi vida. Personajes extraños y apocalípticos
rondaban mi cabeza por las noches.
Los cronopios como monstruos. La infancia
era cronopio. Las historias de Cortázar como
el peor cuento de terror que se le puede leer a
un niño. ¿Acabaré desdichada? Pensé. ¿Será mi
futuro el de un cuento de Cortázar? ¿Respiraré
bajo la tela gruesa de este jersey naranja? ¿Me
encontraré conmigo misma de frente, en mi
sofá, leyendo mi propia muerte en un papel?
Me dijeron: toma los ojos de tu amado. ¿Y yo?
¿También acabaré ciega?
Decía,
¿desdichada?

II

Nos venden la felicidad cual refresco. La felicidad
es hidratante y dulce. La felicidad es burbujeante
y suave. La felicidad es una droga cursi
que entra por las uñas y baja por la garganta
cual aspirina triturada (el bote de las pastillas, trá-
gatelo), cual grumo seco de cacao (el bote de los
polvitos, trágatelo), cual aguja, punzando fuertemente
la inocencia. ¿Pero qué es la inocencia?
Alguna vez intenté responder a esa pregunta y
entonces nada volvió a ser lo mismo. Preguntarse
por la inocencia perdida es la mayor barbarie
que conozco. Mírate, has crecido, y cerca de ti
solo veo cucarachas. Y cerca de ti los insectos
saben. Qué corazón tan ridículo. Cuánta pena
dan tus bichitos en el pecho. Mis bichitos cuando
te pienso. Los bichitos en mi débito y mi
pobreza. Madurar es la pobreza. Cuando uno
encuentra cero céntimos, cero algodones, cero
esmaltes, cero respiraciones, cero palpitaciones,
cero cánceres. Cuando sabe que el dinero
es quien dicta nuestra digestión, ¿cómo se puede
ser feliz? Trabajar en lunas ficticias. Devorar
comida barata. No quiero el dinero de papá ni el
de mamá. No quiero su dinero ni su casa.
Aquí: mi novela política.
Aquí: lamer el suelo.
Aquí: la independencia.
Aquí.

III

Leo a Julieta Valero. Me cuenta que el deseo es un
órgano vital como el arpa en las batallas, pero yo sé
que para nosotras, la niñas tontas, el deseo es
esa moneda brillante. Esa moneda que no tenemos.
Moneda de cambio en la felicidad. Te doy
tres papelitos y cuatro besos si me dejas dormir
en una casa caliente. Que ser feliz es tener
dinero. Que ser feliz es comprarse libros. Que
ser feliz es vestir la ropa que Nadia nos roba en
grandes almacenes. Pantalones de cuero. Camisetas
transparentes. Zapatos de tacón marrones con tachuelas
brillantes. Chalecos salvavidas. Angina en el escote.
Solo visto ropa robada. Solo huelo a caro y a robado.
Que ser feliz es qué. Nadie lo sabe. Y si
alguien lo supiera, ¿a quién se lo diría? ¿Por qué
compartirlo?
Si algún día sonríes que sea tu secreto.
Si algún día despiertas alegre que sea tu puto
secreto.
El mundo se desmorona y tú te diviertes.
Que sea tu secreto.

Para saber sanar hay que saber enfermar

Apareció una y luego otra y luego otra.

Era verano y estaban por todas partes reproduciéndose como una plaga antigua.

Yo escuchaba sus latidos a través de la madera;
te pregunté si las cucarachas tenían corazón y
tú me dijiste que no sabías de eso.

Conocemos poco las cosas sencillas, pensé.

Nada nos importa hasta que duele.

Palmeras

Por el camino una granja de palmeras
y en ellas se cría la luz
cómo se llama el matadero de las flores
me las he puesto todas en los labios
y no quiero más
están rojos porque simplemente son labios
la música lo eléctrico es lo que menos duele
por el camino una granja de palmeras
me casaría rodeada de ellas
fábricas
el humo el mar
aquí firmo el temor de cuando estoy fuera
el humo el mar
nadie sabe a qué se parece un espejo
ni siquiera los gatos que buscan
con sus pupilas la noche he visto la luz
he visto mucha más luz
por sus arterias flexibles y en las palmeras
aplastemos las palmeras con nuestras botas
de verano
los gatos tienen un dios en los ojos
su luz es el color de mi estómago.