Poetas

Poesía de España

Poemas de Manuel Benítez Carrasco

Manuel Benítez Carrasco (Granada, 1 de diciembre de 1922-ibídem, 25 de noviembre de 1999) fue un poeta y rapsoda español, que desarrolló la mayor parte de su actividad en varios países de Hispanoamérica, especialmente en México.

Tengo el caballo a la puerta

Tengo el caballo a la puerta,
¿te quieres venir conmigo?.
Yo no te obligo.
Sólo te brindo ocasión
de darte en mi soledad
una casa, un corazón
y un cariño de verdad.

¿Qué no quieres…? Allá penas.
Mientras yo tenga en mis venas
sangre de piropo y ronda;
mientras, por mas que se esconda,
no haya mujer que resista
este pase de conquista
de los vuelos de mi capa;
mientras la flor que se tapa
con clavel y celosía
se asome a verme pasar a
pensando en la Vicaría;
y mientras de par en par
se abran a mi reclamo
el corazón donde llamo
y la boca donde toco…
a mi se me importa poco
que quieras o que no quieras
ser dueña de mi fortuna.
Hay mucha espiga en las eras
para pensar sólo en una

Y mira lo que te digo:
un día deje la luna
porque no quiso venir
conmigo.

Y no me costó ninguna
fatiga romper cadenas.
Con esto quiero decir
que a ti, que no eres la luna,
me costará menos pena
dejarte, si lo prefieres.
Me sobran a mí mujeres.

De modo que tú dirás;
si me das el sí, tendrás
beso blando, brazo fuerte,
casa, cariño y corona
y, si es preciso, mi muerte
por defender tu persona.

¿Qué no quieres…?
No hay que hablar
de olvidos ni sufrimientos:
que tengo yo muchos vientos
por donde poder volar.
Y me iré calle adelante,
sin fatiga y sin desplante,
con una copla de mayo
saltando en el corazón
mientras me acompaña el son
el paso de mi caballo:

-Voy a la esquina a cambiar
por una rosa otra rosa,
y a ver quien lo va a notar;
que si una rosa es hermosa…
la otra… no se queda atrás

En fin; no quiero hablar más
de lo que ya no precisa
más explicación.

Mi corazón va deprisa
y no le gusta perder
tiempo en la conversación,
mientras se pueda entender
a besos por los balcones,
Y, torero sin fracaso,
pueda torear al paso
cinturas y corazones.

Ya lo sabes; junto al río
tengo un huerto de limones
Y un arroyito de frío
que va sembrando canciones.
Y en la loma
tengo un blanco caserío
como una blanca paloma
que se asoma
para beber en el río

Y entre arrayán y romero
un beso sin estrenar
que está diciendo “me muero”
porque no puede aguardar.

Y creciendo junto a una
rosita sin jardinero
tengo la flor de un “te quiero”
para tu pelo de luna

Todo esto, junto al río,
en mi cabaña desierta
Piénsalo bien, amor mío…
Tengo el caballo a la puerta.

Granada

Mexicana para cantar tu canción
sueño a Granada.
Para cantar tu canción
Granada se pondrá un día
sus ríos como zarcillos
de menuda platería,
Taxcos filigranas de la morería.
Antes de cantar ha de probarse
la voz en la Alhambra
con el arroyo y el ruiseñor.
Como un mariachi lorquiano
la acompañarán los yunques
del Sacromonte gitano.
Puritito corazón el Albaicín
en sus brazos será el guitarrón
y tendrá ritmos tristes y sones verdes
en los verdes violines de los cipreses.
Y a los hombros el rebozo blanco
de Sierra Nevada, así mi Granada
ha de cantarte algún día tu Granada.

Soleá del amor desprendío

Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.

Y tú bien sabes por qué
tiré tu cariño al río:
porque era hebilla de esparto
de un cinturón de cuchillos;
porque era anillo de barro
mal tasao y mal vendío,

y porque era flor sin alma
de un abril en compromiso,
que puso, en zarzas y espinas,
un fingimiento de lirios.

Tiré tu cariño al río,
porque era una planta amarga
dentro de mi huerto lírico.

Tiré tu cariño al agua,
porque era una mancha negra
sobre mi fachada blanca.

Tiré tu cariño al río
porque era mala cizaña
quitando savia a mi trigo;

y tiré todo tu amor,
porque era muerte en mi carne
y era agonía en mi voz.

Tú fuiste flor de verano,
sol de un beso, luz de un día;
yo te cuidaba en mi mano,
y en mi mano te acunaba,
y tu, por pagarme, herías
la mano que te cuidaba.

Pero al hacerlo, olvidabas
(tal vez por ingenuidad),
que te di mis sentimientos
no por tus merecimientos
sino por mi voluntad.

Yo no puse en compraventa
mi corazón encendío;
y has de tener muy en cuenta

que mi cariño no fue
ni comprao ni vendío,
sino que lo regalé.

Porque yo soy desprendío;
por eso te dí mi rosa
sin habérmela pedío.

Porque yo soy desprendío
y doy las cosas sin ver
si se las han merecío.

Por eso te di mi vela,
te di el vino de mi jarro,
las llaves de mi cancela
y el látigo de mi carro.

Ya ves si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.