Poetas

Poesía de México

Poemas de Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera (Ciudad de México, 22 de diciembre de 1859 – 3 de febrero de 1895) fue un poeta, escritor y cirujano mexicano, trabajó como observador cronista. Debido a que trabajó en distintos hospitales, utilizó múltiples seudónimos, no obstante, entre sus contertulios y el público, el más arraigado fue El Duque Job. Se le considera el iniciador del Modernismo literario en México.

De blanco

¿Qué cosa más blanca que cándido lirio?
¿Qué cosa más pura que místico cirio?
¿Qué cosa más casta que tierno azahar?
¿Qué cosa mas virgen que leve neblina?
¿Qué cosa más santa que el ara divina
de gótico altar?

¡De blancas palomas el aire se puebla;
con túnica blanca, tejida de niebla,
se envuelve a lo lejos del feudal torreón;
erguida en el huerto la trémula acacia
al soplo del viento sacude con gracia
su níveo pompón!

¿No ves en el monte la nieve que albea?
La torre muy blanca domina la aldea,
las tiernas ovejas triscando se van,
de cisnes intactos el lago se llena,
columpia su copa la enhiesta azucena,
y su ánfora inmensa levanta el volcán.

Entremos al templo: la hostia fulgura;
de nieve parecen las canas del cura,
vestido con alba de lino sutil;
cien niñas hermosas ocupan las bancas,
y todas vestidas con túnicas blancas
en ramos ofrecen las flores de abril.

Subamos al coro: la virgen propicia
escucha los rezos de casta novicia,
y el cristo de mármol expira en la cruz;
sin mancha se yerguen las velas de cera;
de encaje es la tenue cortina ligera
que ya transparente del alba la luz.

Bajemos al campo: tumulto de plumas
parece el arroyo de blancas espumas
que quieren, cantando, correr y saltar;
la airosa mantilla de fresca neblina
terció la montaña: la vela latina
de barca ligera se pierde en el mar.

Ya salta del lecho la joven hermosa,
y el agua refresca sus hombros de diosa,
sus brazos ebúrneos, su cuello gentil;
cantando y risueña se ciñe la enagua
y trémulas brillan las gotas de agua
en su árabe peine de blanco marfil.

¡Oh mármol! ¡Oh nieve! ¡Oh inmensa blancura
que esparces doquiera tu casta hermosura!
¡Oh tímida virgen! ¡Oh casta vestal!
Tú estás en la estatua de eterna belleza,
de hábito blanco nació la pureza,
¡al ángel das alas, sudario al mortal!

Tú cubres al niño que llega a la vida,
coronas las sienes de fiel prometida,
al paje revistes de rico tisú.
¡Qué blancos son, reinas, los mantos de armiño!
¡Qué blanca es, oh madres, la cuna del niño!
¡Qué blanca, mi amada, qué blanca eres tú!

Hojas secas

¡En vano fue buscar otros amores!
¡En vano fue correr tras los placeres,
que es el placer un áspid entre flores,
y son copos de nieve las mujeres!

Entre mi alma y las sombras del olvido
existe el valladar de su memoria:
que nunca olvida el pájaro su nido
ni los esclavos del amor su historia.

Con otras ilusiones engañarme
quise, y entre perfumes adormirme.
¡Y vino el desengaño a despertarme,
y vino su memoria para herirme!

¡Ay, mi pobre alma, cuál te destrozaron
y con cuánta inclemencia te vendieron!
Tú quisiste amar ¡y te mataron!
Tú quisiste ser buena ¡y te perdieron!

¡Tanto amor, y después olvido tanto!
¡Tanta esperanza convertida en humo!
Con razón en el fuego de mi llanto
como nieve a la lumbre me consumo.

¡Cómo olvidarla, si es la vida mía!
¡Cómo olvidarla, si por ella muero!
¡Si es mi existencia lúgubre agonía,
y con todo mi espíritu la quiero!

En holocausto dila mi existencia,
la di un amor purísimo y eterno,
y ella en cambio, manchando mi conciencia,
en pago del edén, diome el infierno.

¡Y mientras más me olvida, más la adoro!
¡Y mientras más me hiere, más la miro!
¡Y allá dentro del alma siempre lloro,
y allá dentro del alma siempre expiro!

El eterno llorar: tal es mi suerte;
nací para sufrir y para amarla.
¡Sólo el hacha cortante de la muerte
podrá de mis recuerdos arrancarla!

Ondas muertas

En la sombra debajo de tierra,
donde nunca llegó la mirada,
se deslizan en curso infinito
silenciosas corrientes de agua.

Las primeras, al fin, sorprendidas,
por el hierro de rocas taladra,
en inmenso penacho de espumas
hervorosas y límpidas saltan.

Mas las otras, en densa tiniebla,
retorciéndose siempre resbalan,
sin hallar la salida que buscan,
a perpetuo correr condenadas.

A la mar se encaminan los ríos,
y en su espejo movible de plata,
van copiando los astros del cielo
o los pálidos tintes del alba:

ellos tienen cendales de flores,
en su seno las ninfas se bañan,
fecundizan los fértiles valles,
y sus ondas son de agua que canta.

En la fuente de mármoles níveos,
juguetona y traviesa es el agua,
como niña que en regio palacio
sus collares de perlas desgrana;

ya cual flecha bruñida se eleva,
ya en abierto abanico se alza,
de diamantes salpica las hojas
o se duerme cantando en voz baja.

En el mar soberano las olas
los peñascos abruptos asaltan;
al moverse, la tierra conmueve
y el tumulto los cielos escalan.

Allí es vida y es fuerza invencible,
allí es reina colérica el agua,
como igual con los cielos combate
y con dioses monstruosos batalla.

¡Cuán distinta la negra corriente
a perpetua prisión condenada,
la que vive debajo de tierra
do ni yertos cadáveres bajan!

La que nunca la luz ha sentido,
la que nunca solloza ni canta,
esa muda que nadie conoce,
esa ciega que tiene esclava.

Como ella, de nadie sabidas,
como ella, de sombras cercadas,
sois vosotras también, las oscuras
silenciosas corrientes de mi alma.

¿Quién jamás conoció vuestro curso?
¡Nadie a veros benévolo baja!
Y muy hondo, muy hondo se extienden
vuestras olas cautivas que callan.

Y si paso os abrieran, saldríais,
como chorro bullente de agua,
que en columna rabiosa de espuma
sobre pinos y cedros se alza.

Pero nunca jamás, prisioneras,
sentiréis de la luz la mirada:
¡seguid siempre rodando en la sombra,
silenciosas corrientes del alma!

Para un corpiño

Las campánulas hermosas,
¿sabes tú qué significan?
Son campanas que repican
en las nupcias de las rosas.
-Las campánulas hermosas
son campanas que repican.

¿Ves qué rojas son las fresas?
Y más rojas si las besas…
¿Por qué es rojo su color?
Esas fresas tan suaves
son la sangre de las aves
que asesina el cazador.

Las violetas pudorosas,
en sus hojas escondidas,
las violetas misteriosas
son luciérnagas dormidas.
¿Ves mil luces cintilantes
tan brillantes cual coquetas,
nunca fijas, siempre errantes?
¡es que vuelan las violetas!
La amapola ya es casada;
cada mirto es un herido;
la gardenia inmaculada
en la blanca desposada
esperando al prometido.

Cuando flores tú me pides
y te mando «no me olvides».
y esas flores pequeñitas
que mi casto amor prefiere,
a las blancas margaritas
les preguntan; «¿No lo quiere?»

«¡No me olvides!» Frescas flores
te prodigan sus aromas
y en tus hombros seductores
se detienen las palomas.
¡No hay invierno! ¡No hay tristeza!
Con amor, naturaleza
todo agita, todo mueve…,
luz difunde, siembra vidas…

¿Ves los copos de la nieve?
¡Son palomas entumidas!
Tiene un alma cuanto es bello;
los diamantes son los trémulos amantes
de tu cuello.
La azucena que te envío
es novicia que profesa,
y en tu boca es una fresa
empapada de rocío.
Buenos dioses tutelares,
dadme ramos de azahares.

Si me muero, dormir quiero
bajo flores compasivas…
¡Si me muero, si me muero,
dadme muchas siemprevivas!

¿Sabes lo que es un suspiro?

¿Sabes lo que es un suspiro?
Un beso que no se dio…
¡Con cadena y cerrojos
los aprisionan severos,
y apenas los prisioneros
se me asoman a los ojos!

¡Pronto rompen la cadena
de tan injusta prisión,
y no mueren más de pena
que ya está de besos llena
la tumba del corazón!

¿Qué son las bocas? Son nidos.
¿Y los besos? ¡Aves locas!
Por eso, apenas nacidos,
de sus nidos aburridos
salen buscando otras bocas.

¿Por qué en cárcel sepulcral
se trueca el nido del ave?
¿Por qué los tratas tan mal,
si tus labios de coral
son los que tienen la llave?

Besos que, apenas despiertos,
volar del nido queréis
a sus labios entreabiertos
en vuestra tumba, mis muertos,
dice: ¡Resucitaréis!

Para el álbum

El verso es ave: busca entumecido
follaje espeso y resplandores rojos:
¿Qué nido más caliente que tu nido?
¿Qué sol más luminoso que tus ojos?