Poetas

Poesía de España

Poemas de Manuel Machado

Manuel Machado Ruiz, nacido en Sevilla en 1874, poeta y dramaturgo español, hermano del renombrado Antonio Machado y del pintor José Machado, dejó una marca profunda en la literatura modernista. Su infancia bucólica en el Palacio de las Dueñas contrastó con su mudanza a Madrid a los diez años. Inició estudios en la Institución Libre de Enseñanza y más tarde en la Universidad de Sevilla, donde se licenció en Filosofía y Letras.

Sumergido en la bohemia madrileña junto a Antonio, Manuel destacó en la colaboración con jóvenes publicaciones y dio a conocer sus primeras poesías. Su estancia en París entre 1898 y 1903 marcó la publicación de su primer libro, «Alma«. De regreso en España, cultivó una intensa actividad literaria y estrenó «Amor al vuelo» en Sevilla en 1903, colaborando también en diarios como ABC y Blanco y Negro.

Manuel Machado, además de su éxito literario, incursionó en la vida académica y fue director de la Biblioteca y Museo Municipal de Madrid. Durante la Primera Guerra Mundial, fungió como corresponsal de El Liberal. En 1921, publicó su considerado mejor poemario, «Ars moriendi«.

Su compromiso político durante la Segunda República Española se reflejó en su colaboración en la creación de un himno republicano en 1931. La Guerra Civil lo separó físicamente de su familia, siendo detenido brevemente en 1936. Nombrado académico de la Lengua Española en 1938, continuó escribiendo poesía hasta su fallecimiento en Madrid en 1947.

Manuel Machado, un poeta modernista influenciado por Verlaine y Rubén Darío, dejó un legado literario diverso, desde coplas y soleares hasta sonetos. Su obra, reflejo de una vida marcada por la bohemia, la literatura y los vaivenes políticos, sigue resonando en la rica tradición poética española.

Adelfos

Yo, soy como las gentes que a mi tierra vinieron
-soy de la raza mora, vieja amiga del Sol-,
que todo lo ganaron y todo, lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna…
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer,

En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos…,
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos, ¡pero no darlos! Gloria…, ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir.

¡Ambición!, no la tengo, ¡Amor!, no lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve… Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud,

De mi alta aristocracia, dudar jamás se pudo,
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón…
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol,

Nada es pido. Ni os amo, ni os odio, Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí…
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!…

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
Da cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna,
¡El beso generoso que no he de devolver!

Ausencia

No tienes quien te bese
tus labios de grana,
Ni quien tu cintura elástica estreche,
dice tu mirada.

No tienes quien hunda
Las manos amantes
en tu pelo hermoso, y a tus ojos negros
no se asoma nadie.

Dice tu mirada
que de noche, a solas,
suspiras y dices en la sombra tibia
las terribles cosas…

Las cosas de amores
que nadie ha escuchado,
esas que se dicen los que bien se quieren
a eso de las cuatro.

A eso de las cuatro
de la madrugada,
cuando invade un poco de frío la alcoba
y clarea el alba.

Cuando yo me acuesto,
fatigado y solo,
pensando en tus labios de grana, en tu pelo
y en tus ojos negros….

Cantares

Vino, sentimiento, guitarra y poesía,
hacen los cantares de la patria mía…
Cantares…
Quien dice cantares, dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra…
Cantares…
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora…
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares…
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida.
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?…

Cantares…
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte;
ojos negros, negros, y negra la suerte.
Cantares…
En ellos, el alma del alma se vierte.

Cantares. Cantares de la patria mía…
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares…
No tiene más notas la guitarra mía.

Canto a Andalucía

Cádiz, salada claridad. Granada,
agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga cantaora.
Almería, dorada.
Plateado, Jaén. Huelva, la orilla
de las tres carabelas.
Y Sevilla.

Dice la fuente…

No se callaba la fuente,
no se callaba…

Reía,
saltaba,
charlaba… Y nadie sabía
lo que decía,

Clara, alegre, polifónica,
columnilla salomónica
perforaba
el silencio del Poniente
y, gárrula, se empinaba
para ver el sol muriente.

No se callaba la fuente,
no se callaba…

Como vena
de la noche, su barrena,
plata fría,
encogía
y estiraba…
Subía,
bajaba,
charlaba… Y nadie sabía
lo que decía.

Cuando la aurora volvía…

El querer

En tu boca roja y fresca
beso, y mi sed no se apaga,
que en cada beso quisiera
beber entera tu alma.

Me he enamorado de ti
y es enfermedad tan mala,
que ni la muerte la cura,
¡bien lo saben los que aman!

Loco me pongo si escucho
el ruido de tu charla,
y el contacto de tu mano
me da la vida y me mata.

Yo quisiera ser el aire
que toda entera te abraza,
yo quisiera ser la sangre
que corre por tus entrañas.

Son las líneas de tu cuerpo
el modelo de mis ansias,
el camino de mis besos
y el imán de mis miradas.

Siento al ceñir tu cintura
una duda que me mata
que quisiera en un abrazo
todo tu cuerpo y tu alma.

Estoy enfermo de ti,
de curar no hay esperanza,
que en la sed de este amor loco
tu eres mi sed y mi agua.

Maldita sea la hora
en que contemplé tu cara,
en que vi tus ojos negros
y besé tus labios grana.

Maldita sea la sed
y maldita sea el agua,
maldito sea el veneno
que envenena y que no mata.

En tu boca roja y fresca
beso, y mi sed no se apaga,
que en cada beso quisiera
beber entera tu alma.

El jardín negro

Es noche. La inmensa
palabra es silencio…
Hay entre los árboles
un grave misterio…
El sonido duerme,
el color se ha muerto.
La fuente está loca,
y mudo está el eco.

¿Te acuerdas?… En vano
quisimos saberlo…
¡Qué raro! ¡Qué oscuro!
¡Aún crispa mis nervios,
pasando ahora mismo
tan sólo el recuerdo,
como si rozado
me hubiera un momento
el ala peluda
de horrible murciélago!…
Ven, ¡mi amada! Inclina
tu frente en mi pecho;
cerremos los ojos;
no oigamos, callemos…
¡Como dos chiquillos
que tiemblan de miedo!

La luna aparece,
las nubes rompiendo…
La luna y la estatua
se dan un gran beso.

Encajes

Alma son de mis cantares,
tus hechizos…
Besos, besos
a millares. Y en tus rizos,
besos, besos a millares.
¡Siempre amores! ¡Nunca amor!

Los placeres
van de prisa:
una risa
y otra risa,
y mil nombres de mujeres,
y mil hojas de jazmín
desgranadas
y ligeras…
Y son copas no apuradas,
y miradas
pasajeras,
que desfloran nada más.

Desnudeces,
hermosuras,
carne tibia y morbideces,
elegancias y locuras…

No me quieras, no me esperes…
¡No hay amor en los placeres!
¡No hay placer en el amor!