Poetas

Poesía de España

Poemas de Manuel Vázquez Montalbán

Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, España, 14 de junio de 1939 – Bangkok, Tailandia, 18 de octubre de 2003) fue un escritor español conocido sobre todo por sus novelas protagonizadas por el detective Pepe Carvalho.

Ya sé que debería creerme…

Ya sé que debería creerme
lo que pienso cuando siento
o lo que siento cuando entro
en tu cuerpo entreabierto

pero temo morir de fe o de esperanza
y no constatar en el nuevo día
la desolación del tacto y la mirada

ya sé que aburro la distancia
entre tus ojos y los míos

manda

que los cierre y piensa
que no le miro por no verte
y creer en ti.

Como el judío que añora…

Como el judío que añora
aquel lugar
del que no sea preciso regresar
paraísos de confianza
en la propia piel
o en la blanda penetrabilidad
de los cuerpos
vivo en Praga acumulando
recuerdos deudas pérdidas
de la propia identidad en cada testigo
muerto

escribo en alemán para que las palabras
no sean vuestras ni mías
al fin y al cabo
todo lenguaje es un tam tam
que pide socorro en una lengua
inaceptable

ser judío vivir en Praga escribir en alemán
significa no ser judío ni alemán
ni ser aceptado
por las mejores familias de la ciudad
que identifican
el alemán con Alemania y el ser judío con la alarma

Por las venas un río en fuga
o quizá sólo de tránsito
pero fue el aire de Praga
la monumentalidad oxidada
de sus palacios sin reyes
de sus diccionarios sin lengua
de sus garitas llenas de guerreros
extranjeros
la que cambió el ritmo de la sangre
y señaló el mapa exacto de cuatro
puntos cardinales cuatro esquinas de cruz final

nacidos para ser extranjeros
compartimos con vosotros la condición vencida
incluso los recuerdos -los vuestros, sin duda-
de escuadras en el mar
mares de Praga
sangre de paso o de vuelta digo
recuerdos vuestros memoria vuestra
y al fin imposible el ayer y el mañana
mestizos de derrota propia y ajena
cultura de bolero y K quinientos cuatro

de cuando Mozart cedía a Praga
tres movimientos de una sinfonía que le sobraba…

Coplas a la muerte de mi tía Daniela

(fragmento)

…dejo dormir
todo cuanto tengo
mío o ajeno

recuerdo
qué poco amé
a quien me amó
y entonces
quisiera marcharme
donde desde siempre
nos esperan
abiertos
puertos sin naves
de regreso
la vida murió
ningún consuelo nos deja
la memoria
en el presente
las formas envilecen
cuanto tocan
y en la infancia
del hombre los deseos
avivan crecimientos
récords
todavía los llaman los atletas

mañana
sin duda
no habrá historias
tan tristes a la medida
del sentimiento viejo
lógicamente
las lavanderas estarán sindicadas
la tuberculosis desterrada
y las contradicciones
entre lo abstracto y lo concreto

serán síntesis
la fuerza de un hombre
será la fuerza
de los hombres
inútiles

buenos propósitos
la nostalgia
los remordimientos

el recuerdo.

In memoriam

A una profesora de historia

Aprendí
la interminable lista
de reyes godos y el mundo
no fue mío
ni tu historia
violeta como tus ojeras de doncella

si acaso
en las cálidas tardes con principiante trompeta
como fondo melódico
tu mano de profesora culta
dividió mi mundo proletario

saber o no saber

la cuestión era aceptar
un blanco destino de burócrata
o emigrar al mundo
de los que nada habían perdido
nunca, ni tan siquiera cuando
cruzó el estrecho el último rey godo

fabulosas tus historias de hijos
buenos, redentores de su madre
lavandera, cajeros de Banco, aspirantes
a directores de Banco, asépticos
buenos, higiénicos, sin remordimientos

inútil historia la de mi clase,
por ti y por mí desconocida entonces
cuando eras una princesa omnipotente
y yo tu juglar de versos vergonzosos
ni siquiera
conocedor de tu sexo, ni tu tiempo

pasaron rápidos años como tardes,
aprendí tu lista y tu frontera, tu nombre
tu nostalgia y cuando acaso
tenía respuesta a tus palabras
incluso a tu bella patraña de hijos -godos
-reyes- buenos
ya era tarde

y te enterraron ignorante de mi sabiduría
que tú empezaste y nadie concluirá,
de mi amor de juglar
princesa de una Historia
nada dialéctica, por la que tú pasaste
como pasa un rey bueno, con majestad.

Soe

En la pared el rapto de las sabinas
ocre y verde, desconchadas
marcas de humedad, raídos
tapizados de damasco clareados por el sol
tardío en el balcón de hierro blanco
por el polvo
subían de la calle
el rumor y el tufido de las fritangas,
cabezas de corderos ciegos, pinchitos
de chorizo, papas asadas, pimienta,
mujeres en traje de chaqueta hablaban
de la busca, alguien arrancaba
un timbrazo único de aquella puerta
de cristal opaco -lavajes-gomas-
sífilis- las muchachas reían en la esquina
las dos o tres palabras del albañil
-restauraban la fachada de un bar
casa Manolo- invitándolas a un carajillo
entonces alguna mujer bostezaba, alguien
comentaba la desusada tardanza del doctor,
las hemorroides no sentaban a gusto
a la mujer ballena que abría la sonrisa,
antes en Cueva de Vera, cuando parecía
una rosa sin oler, jamás supuso padecer
un mal tan malo, señor, los médicos
matan, yesos del seguro no cobran
lo suficiente para matar con formalidades
piadosas -señora, tiempo ha que no la veo
siempre tan bella, doña Leonor, con Dios,
por Dios, no hacía falta, el puro-
en el pueblo un conejo, una gallina, entonces
criaba su padre en el corral hasta corderos
y los girasoles se burlaban del sol ahora,
a esta hora del crepúsculo, él, volvía
del esparto o de salinas de Terreros, lejos
casi en Murcia, ahora peón de la construcción
sindicado, naturalmente, el mayor trabaja
en Pueblo Nuevo y el pequeño jugaba
conmigo a marines americanos, Todos
a una, anunciaba el cartel del cine Edén,
algo más lejos, junto al bar, mal llamado Bar
de las Putas Francesas, relleno de putas nacionales
con permanentes aceitosas y avinagradas, hechas
por una peluquera siempre o casi siempre
llamada Pepita, a punto de casarse, manos
de oro, hoy las peluqueras se forran
las batas blancas de duros duros en papel
pringoso, antes de la guerra había moneda
metálica, se llevaron el oro, los dos hombres
se miraban, antes de la guerra, antes de la guerra
en el frente me mataron un hermano los rojos,
el otro manoseaba la cartilla de asegurado.
SOE, todos sufrimos, todos matamos, alguien
recordaba una prima lejana deshonrada,
los moros, tosía, tosía, el pañuelo, sangre,
las madres nos hacían salir al descansillo,
miraban el aire con temor, dicen que basta el aire
y no se entiende cómo van sueltos por la calle
los tuberculosos

somos los tuberculosos
los que más los que más nos divertimos
y en todas nuestras reuniones
arrojamos, arrojamos y escupimos

llegaba

el doctor con cara de incandescente ser planetario
poseía el bien y el mal en un maletín negro,
¿Qué hora es? alguien inusitadamente contestaba mil
novecientos cuarenta y ocho, nos miraba, miraba
el reloj, decía, mil novecientos cuarenta y ocho

volvían a hacernos salir al descansillo ya veces
la pregunta de alguna mujer oscurecida u hombres
de trajes bicolores, sin corbata, nos hacían vagamente
importantes, sí, aquella puerta, el Seguro Obligatorio
de Enfermedad, obligatoria enfermedad, no lo sabíamos
entonces, siquiera cuando el médico extendía el volante
para los rayos equis, miraba de reojo aquella mancha
de aceite en la cartilla y nuestra madre enrojecía
nos daba un cachete y musitaba -estos niños, estos niños

Cuando ya nadie sepa…

Cuando ya nadie sepa
el por qué de mi nombre
o de este mueble
ni por qué fue tan triste aquel doce de agosto
olvidadas crueldades sin origen
pequeñas cicatrices en alcohol
¿recuerdas?
fue en abril y te caíste en la fuente más hermosa de Praga

fotografías llenas de desconocidos
sin nadie que les avale

¿recuerdas?

es el primo Anselmo antes de morirse de arrepentimiento
había tenido el tifus en Larache
pero te llevó un día al Laberinto
fue en abril y te caíste en la fuente más hermosa de Praga

qué dije en mi primer entierro
quizás en aquel triste doce de agosto

¿recuerdas?

no, fue en abril y te caíste en la fuente más hermosa de Praga

te pusieron una chaqueta de hombre
el primo Anselmo envejeció mucho antes de morir de
arrepentimiento
por haberte dejado caer en la fuente más hermosa de Praga

tenía un gato de piedra
del que manaba el agua

Su ave es la noche

Tender is the night
entre arquitecturas blancas
de villas con verjas historiadas
veredas de grava, suave
es la noche, una huella
un crujido, un paso
sopla
azul y líquido el viento
de la pasión civilizada
algo
ha quedado entre las ruedas de agua
en la playa, un tablón carcomido
y una guirnalda de algas

pasarán

veinte años, veinte constelaciones de cubos
de hielo en vasos azulados, entonces
la armonía de Europa estribaría
en un fondo de Bach
y un suicidio
colectivo a ciento ochenta por hora

un alcoholizado se llevó a la tierra
el secreto del sufrimiento por la
la asepsia del agua corriente
y dentífricos
destructores de la nicotina
Francia
Scott Fitzgerald, excesivamente inteligente
para engullir el mundo de cada día
como una espesa melaza sobre las tostadas.

Y si la otra vida fuera

prolongar la conciencia hasta el instante
en que se pudre la última molécula
posibilidad de memoria y presencia
en el espectáculo obsceno de lo ajeno
aunque el deseo sea recuerdo
o viejas sombras
que los ojos aceptan
en su terror de incógnitos

si la inmortalidad se pudriera

si se pudriera
bienaventuradas entonces las momias
y desventurados los incinerados
aunque nada se sepa a ciencia cierta
sobre la voluntad de ser de la ceniza.