Poetas

Poesía de España

Poemas de Mara Romero

Mara Romero, una luminaria literaria nacida en un rincón encantado de la provincia de Granada, España, ha emergido como una voz destacada en el mundo de la poesía contemporánea. Desde sus primeros años, la pasión de Mara por las letras la condujo a sumergirse en mundos de fantasía y a llenar innumerables cuadernos con sus pensamientos y creaciones literarias. Sin embargo, su camino hacia la vocación literaria fue gradual y deliberado, un testimonio de su dedicación a las palabras.

La formación académica de Mara incluye la obtención de un título en Filología Hispánica de la prestigiosa Universidad de Granada. Fue en estos años de estudio que su amor por la literatura tomó un rumbo definido, y comenzó a compartir su creatividad con el mundo a través de la publicación de novelas, cuentos y, sobre todo, poesías. Entre sus obras destacadas se encuentran «Los lagos del cielo,» «Al calor de la idea,» y «Cuentos de aceituna,» que revelan su versatilidad literaria y su capacidad para explorar diversas facetas de la experiencia humana.

Además de sus obras impresas, Mara Romero se sumerge en el mundo digital a través de su blog personal. Aquí, plantea sus emociones y pensamientos de una manera fresca y accesible, brindando a sus seguidores una ventana a su mundo interior y a su perspectiva única.

Lo que distingue a Mara Romero no es solo su destreza literaria, sino también su profundo compromiso con la humanidad. Sus palabras resplandecen con un deseo ardiente de comprensión, respeto y solidaridad entre las personas. Su creencia en la belleza del alma humana la impulsa a buscar y conectarse con aquellos que comparten su visión de un mundo mejor. Es a través de sus poemas que Mara nos recuerda la importancia de la empatía y la colaboración para transformar un mundo que a veces parece estar desequilibrado.

En la plataforma web, los lectores tienen la oportunidad de explorar las creaciones de Mara Romero, donde poemas como «Hoy mi piel despertó lisa» y «La niña se sienta en la orilla de la noche» ofrecen una ventana a su habilidad para capturar emociones complejas en palabras evocadoras.

Mara Romero se erige como una voz literaria contemporánea que trasciende las palabras escritas. Su compromiso con la comprensión mutua y la búsqueda de almas bellas la convierten en una figura destacada en el panorama poético actual. Su poesía nos invita a reflexionar, a sentir y a compartir su visión de un mundo donde la belleza y la empatía son la moneda de cambio.

La niña se sienta en la orilla de la noche

La niña se sienta en la orilla de la noche,
no hay fronteras claras
entre la realidad y el sueño,
su piel muestra marcas de fatiga,
enfebrecida le pesa el tiempo
que retarda su fuga de vida.
Triste llora bajo una higuera desnuda,
y se acompaña de voces
que parecen salir de entre las ramas…

Ella sabe de quien se trata…
siente el abrazo sombrío de sus alas,
a oscuras hace memoria
de sus largos silencios,
lava sus sueños empapados de luz,
y sus pies mojados le estorban ,
desesperada cobija sus ansias
y con sus pestañas,
rompe los cristales de su calma.

La niña que nunca se va,
se esconde en cortina de dudas,
y queda desnuda en un paisaje duro
lleno de ocasos;
sus ojos enrojecidos por falta de sueños
miran su ira estacionada,
las piedras le tapan el paso,
se aferra al mástil de una estrella
fundida con su dolor,
araña el cielo para regalarlo
en pedacitos a quien lo necesite
y en vasijas, guarda sus secretos
para enjugarlos con lágrimas de luna.
Confundida esconde su corazón entre rejas
y se adorna el pecho con poemas
para que nadie avise su vacío
toma entre sus manos la tierra,
y escupe sus esperanzas sepultadas en polvo
como si buscara la resurrección.

Así hurga en los pasillos de la muerte,
camina muy despacio
para no despertar a los duendes
y teje con sus labios
telarañas de esperanzas
en un silencio mal amaestrado,
tararea su canción,
perfilando una huida
que en otro tiempo ya ensayó,
en eso, se acerca la muerte,
pronuncia su nombre
que pareciera salir de un grito sucio,
y la lumbre alimenta el espacio.
Ilusa ella intenta el dialogo,
queriendo lavar nostalgias
y en una dolencia sin prisa le dice:

te trajo el viento, muerte?
el arrollo de luz?
mis angustias imprecisas?
-siempre te sentí-
nunca lograste engañarme
tu sombra mancho mis días
cuando escuchaba como arrullo,
tu palabra sin sabor,
tu sangrar de vida,
que me venció en mis eclipses
y mis viajes por tus huesos…

-aquí no hay cobardía-
solo un fuego que nunca se agota
lágrimas aprisionadas,
y el latir de un cuerpo
aislado de criaturas
que nunca me dejaron,
creerle…

La muerte se cansa,
le toma su mano,
y se van por un sendero
callado e invisible…

Hoy mi piel despertó lisa

I

Hoy mi piel despertó lisa;
reclamando un silencio que debió,
alguna vez, ser mi reposo;
desmoronada, espero,
y un frío ausente
acentúa tus expresiones,
te dibuja con fugacidad sigilosa
y fascinación.

En tu espacio un vacío languidece y reta;
mi cuerpo se defiende,
traduce gestos,
mis manos bailan inquietas,
fabrican imágenes,
palpan humedad, muerte ajena,
cuando las sábanas que me cubren
buscan tus brazos,
su fuerza,
sabor que empieza a resecar mi boca,
ritual solitario
pecho inerte, montañas sin cielo,
vientre lumbre,
te repasa imaginario,
lengua rosa textura,
retrato enlutado.

II

Bajan los dedos por mi pierna,
fantasma perdido en tus colinas,
tormenta eléctrica
aplaudida por mis muslos,
ventana abierta
que advierte un cielo gélido
embestida ojo de ombligo,
único presente,
severidad ausencia,
posesión sombría,
sonrisa lastimosa ansia.

Un sonido llega lejanía,
confundiendo alma,
distrayendo cuerpo,
caja vacía
convertida en lúgubre espacio
de apariciones,
que desfilan por mi piel
en una procesión sin santo que la guíe.

Tu rastro deja un olor parecido a las acacias,
me llena de voces,
seres orgullosos
riéndose de la realidad,
intentando hacer un trato,
alejarme de tu magia,
desbaratar el milagro,
pinceladas tuyas
que salen montón de letras.

III

Rechazo la imposición
el mensaje en los callejones de mi cuerpo
que siguen llenos de ti,
preocupados de una irrealidad
que se vuelve cada vez más complicada,
cuerpo al que no le importa el texto,
y afuera ignora la escena del dolor,
y no entiende las voces que persiguen.

Y así, tibiamente, con furia,
vuelvo a sentir el choque que estremece,
tu cuerpo y el mío
volviendose batalla imaginaria…

Poemas de una mujer sola

Por supuesto que a Perseo,
y su infinito amor…

I

Mis dedos danzan
al viento.
mis piernas
como abanico
aplauden su inquietud.

Un tibio mar
resbala entre ellas
como falso canto de sirenas
que terminan convenciendo
que ya estás en casa

II

Punto de cruz,
cóncavo desespero por llegar,
susurro que invoca el
golpe seco que parte,
destino cierto que culmina
en silencio húmedo
vacío de inquietud.

III

Búsqueda danzante
embate de instinto desesperado
que rasga mi ansiedad.
Táctica, desahogo,
destino seco
luz que naufraga
en la última ventana
de mi cuerpo.

Ayer vino la muerte

A las muertas de Juárez,
con su voz silenciosa que crece
en el huerto de la angustia

Ayer vino la muerte,
se llevó mis ojos
y desprendió mis carnes
como anguila quemado respiros;
la hierba prendió su verdor,
y fui clarividente de mi fin,
grito, mi lengua se pudre en silencio.
Nadie quiere escuchar.
Camino boca abajo,
mi piel morena
es un camaleón ciego;
mis manos
buscan respuestas en el fango
que llega a mi barbilla;
mi boca grita mi nombre
dócil, ciega
como murciélago condenado a luz.

II

Mis párpados apagados;
no más besos;
soy cuerpo resintiendo la podredumbre,
mi entierro visto detrás
de la ventana entreabierta;
destierro arañando mi puerta;
golpes de mar tumbando
una verdad que no se distingue.
Un pelícano merodea mi cuello
mientras estrecho la mano de una sombra
que me parte
y confunde mi último día;
con plañideras que desafinan;
monaguillos que aprietan mis manos,
para dejar pizcas de fe.
Es la dolencia de la predicción,
indiferencia del mundo
ante mi partida,
que me hace esperar entre árboles que hablan
una lengua inexistente.

III

Mi corazón transparente
respira vientos de tormenta,
son los dioses del olimpo
que desvelan su furia
de olvido en el aire;
lluvia homicida
que lleva mis brazos remo
en un río que ríe de inmenso.
Y mis ojos prendidos desprenden flechas,
de una figura apocalíptica
que duerme a mi lado
me hace el amor en pesadillas
dejando mi cama húmeda de resentimiento.
Mi cuerpo gárgola,
mira sin ojos el tiempo,
come con recuerdos
y deja marcas.
Soy noticia que se convierte
en arena, grito imaginario,
apéndice que señala dolor
soy pendiente, deuda por pagar,
pena desbalagada en ruinas:
yo, incompleta caminando en un campo
que asusta de real.

Tambor lento

Camino por viejas calles
que aún recuerdan tu paso;
tambor lento,
sombra salida de urnas funerarias
me hacen beber el veneno de tus dudas,
invocan santos a quien nadie reza,
obligan a refugiarme en el almacén de insomnios
donde guardo mis noches,
y en un parpadeo,
distingo tu imagen borrosa a través de una lágrima;
tus caricias se vuelven hierba,
vidrio roto
que corta mi fe.

Nací con las manos marcadas,
profecía, indescifrable,
mensaje incompleto que cierra de golpe
la caja de errores amontonados,
y me llevan a un destierro ensayado de ti.
Tú, último intento por escapar de mis dobles,
mis otros yo
que también te siguen resentidos,
dependencia que lija
el ritual de amores,
mal uso de los corazones guardados
en los cuerpos del olvido;
aquellos restaurados por la esperanza
en nuestros encuentros,
cuando escarbo tu mundo,
resquebrajado remordimiento.

Pongo en guardia el sentido;
hago polvo la represalia,
y tu figura, ahora estatua de llanto,
confunde los carruajes
dirigidos por ángeles desterrados,
que buscan mortales para alimentar
su eterna muerte,
su vagar por el limbo sideral;
aquellos, que como nosotros,
sufren raspaduras por sus culpas.

Impresionante aparición
hace esconderme,
buscar un rincón tranquilo,
restaurar fisuras,
escapar del fango de tu desolación,
escuchar mi sangre
que cuenta una leyenda desconocida,
el olvido historia que me habita
desde el día que abrí los ojos,
adioses emperrados en la piel
que maduran con el paso espíritu
y me hacen reconocer tu interior inhabitado.

Cumplo la consigna,
escucho árboles
aun en contra de la risa burla.
Ahí, también mi voz te busca,
choca con tu pista,
descarrila tristezas,
me convierte en duermevela
de un amor programado,
mandamiento que sigo
a pesar de mis mareas.