Poetas

Poesía de España

Poemas de María Dols

María Dols (1952), destacada poeta española, despierta admiración por su habilidad para entrelazar las sutilezas del lenguaje con la profundidad emocional. Nacida en Les Gunyols, Tarragona, en 1952, Dols forjó su camino literario tras cursar estudios de Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Su travesía literaria se vio enriquecida por su colaboración con el filósofo Xavier Rubert de Ventós, una asociación que la introdujo al Collegi de Filosofía de Barcelona. En el ámbito periodístico, su pluma se desplegó como redactora en «El noticiero universal» y como colaboradora en «El Diari de Tarragona«.

Dols, una escritora versátil, fluidez bilingüe en catalán y castellano, ha cautivado a los lectores con obras que exploran la esencia humana y la conexión cósmica. Entre sus notables poemarios se encuentran «Temps de roses, temps d′espines«, merecedor de mención especial en el premio de poesía Ciudad de Martorell en 1978, «Sueños de ángeles» (1982), «Cansancio en la tierra» (1985) y «Poema cósmico» (1986).

La poesía de María Dols se erige como un puente entre la sensibilidad y la filosofía, manifestando una perspectiva única que ilumina las complejidades de la existencia. Su capacidad para explorar la dualidad lingüística y su compromiso con la exploración poética la consolidan como una figura esencial en el panorama literario contemporáneo. María Dols, con su maestría en la palabra, continúa dejando una impronta imborrable en el rico tejido de la poesía española.

Palabras sinceras

Por más que viviera,
jamás entendería
de qué hermosa plenitud
podrías aún adornar mi vida.
Y ni siquiera recordar los años
de soledad, olvido y pobreza,
causan ya en mi fatal amargura,
y, aun sin tu amor, saber de ti
hoy, justifica aún más
el amor que te profeso.

Mas no creas que odio
o rencor alguno te guardo,
que quien ama, la maldad no va consigo.
Por eso te lo digo, para que lo sepas:
buena suerte amigo, buena suerte amor,
a ti sólo me queda partir
y aprender a vivir con tu ausencia,
y perderme en algún otro lugar,
sin saber qué me depara
este tiempo tan confuso.

Aquello que fue

Si antes de amar el hombre
supiera, que amar es sólo
un instante de servidumbre
a un cuerpo y un deseo,
quizá, en su inútil querer,
aprendería, que es mejor estar solo.

Pero el hombre, ser desdichado,
vive de amor, y pide verlo,
aun desde el pozo del infierno
pues es más difícil rescatarlo,
y, por más difícil, vale más:
por más inútil, y más bello.

Así, rescato hoy nuestros días
de las cenizas de los sueños
con la certeza de verlos aún vivos
en el umbral de su recuerdo,
tal poema que cante y sueñe:
aquel amor que fue un día.