Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de María Mombrú

María Mombrú (Resistencia, 24 de noviembre de 1922 – Buenos Aires, 1992) fue una poetisa, cuentista, narradora, autora y directora teatral argentina.

EL POLICÍA

El policía se sienta a comer
la mujer sirve la sopa
los hijos se arrojan miguitas de pan
la mujer hace ruido al tragar
los hijos se pellizcan por debajo de la mesa
el policía piensa en su trabajo

inútil y brutal…

El policía se escarba los dientes
los chicos pelean por una manzana
la mujer saca los platos y se rasca la cabeza
el policía piensa en su trabajo

inútil y brutal…

El polícía se sienta a la sombra
de un árbol
la mujer mete las manos en el agua engrasada
los chicos se persiguen
y las moscas caminan por la mesa
el policía piensa en su trabajo

inútil y brutal…

La mujer friega las ollas
y mira con ojos vacíos
los hijos gritan y tienen todos calor
el policía piensa en su trabajo

inútil y brutal…

Mientras el calor aplasta
la mujer de manos enrojecidas, piensa
los hijos se sientan a descansar
el policía piensa en su trabajo
piensa, piensa, piensa.

Posición

No puedo.
Es imposible seguir siendo prudente.
No puedo.
La sangre se me agolpa en el corazón
y no puedo ser más
una muchacha que escribe versos
sobre la esencia y la existencia.
No puedo seguir amando mi sombra,
mi muerte,
mi vida, mi cara, mis brazos, mis sueños.
De pronto no puedo
porque sé que los otros no pueden
padecen, están rotos,
no puedo decir cómo es el verano
no puedo mirar a los pájaros con ternura
ni me importa el cielo
porque sé que los otros no pueden
están prisioneros, maltrechos, muertos.
De pronto no siento mi soledad
ni mi tristeza
porque sé que los otros están solos
doloridos y tristes.
No puedo gozar de mi amor
porque hay millones de seres
que agonizan de nostalgia por amor.
No puedo hablar con palabras misteriosas
tintineantes, poéticas,
es preciso hablar esclareciendo:
hay mentiras mundiales
hay hambre
hay dictadores
hay hombres explotados por otros hombres
hay sangre de hermanos derramada
hay chicos descalzos
hay, todavía, negros apaleados.
Debo acudir pronto, unir mis manos con las suyas
aunque mi alma quede en silencio.
Me ha sido encomendada una misión
que me regocija y debo acudir pronto
a socorrer, a odiar, a amar,
a morir si es preciso
para que mañana salga violento el sol para los otros,
para que los otros tengan derecho
a mirarse a sí mismos
a mirar el cielo
o el mar
o el juego de los pájaros.
No puedo dejar de sentir
la dulzura de mañana
hombres libres
hombres para el amor
hombres inmensamente jóvenes.

14 de junio, en Tucumán

No podemos hoy
hablar del frío
fumar
decir que está helando
y que van a quemarse las plantas.
No podemos hoy decidir nuestro porvenir
escuchar noticieros, tejer, reír.
¿Sabes qué hacen allí?
¿Sabes qué siente Pedro?
¿Qué dice Juan?
¿Qué desea Agustín?
¿Es posible que hoy no estés
solitario y angustiado
sintiendo a Pedro, Juan, Agustín –cañeros–
caminar bajo las últimas estrellas
(machete, zamba, sueños, hijos, mujer)
con un dolor tan hondo
que no saben si llega del estómago
o desde más adentro?
Es necesario que les prestes
tus manos, tu voz, tu corazón
las mías
para que Juan, Pedro, Agustín –cañeros–
levanten los ojos
y les crezca en la mitad del pecho
una mariposa
una luz
un brote tierno.
Es posible también que hasta ahora
no hayas advertido
que Pedro, Juan, Agustín –cañeros–
te buscaban
me buscaban.
Es posible que no sepas
que estar solo
desde que sale el sol hasta que entra
es algo así como una aguda espina
y nadie puede responder
–cañaveral y cielo–
adónde está el hermano
adónde está el vecino.
Entonces hoy te hablo para que no te escapes
y me des tu sonrisa, tu corazón, tu mano
que cruce el aire helado de este día
y se transforme en mariposa, en luz, en brote tierno
en la mitad del pecho
de Pedro, Juan, Agustín –cañeros–.
Después podremos caminar en paz
fumar, hablar del tiempo, mirar la Cruz del Sur
dormir
con la seguridad
que Pedro, Juan, Agustín –cañeros–
ya no están solos.