Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Mariano Brull

Mariano Brull. Cuba, 1891 – 1956. Poeta cubano de origen catalán, considerado el iniciador del vanguardismo en su país y divulgador de la «jitanjáfora» en América Latina. Su juventud estuvo estrechamente vinculada a su dedicación a la diplomacia, ya que fue ésta la que le permitió, a través de numerosas estancias en Europa, entrar en contacto con las corrientes de vanguardia, particularmente dentro de las literaturas española, inglesa y francesa. Sin embargo, su primer libro de poemas, La casa del silencio (1916), estuvo todavía marcado por el modernismo y por un lirismo sereno que a muchos críticos ha recordado la obra de J. R. Jiménez. A partir de allí Brull se convirtió en un artífice de inquietantes metáforas, inventor de sonidos de herencia dadaísta y creador de la llamada «jitanjáfora», una filigrana lírica, hermana menor de la metáfora tradicional en palabras de A. Reyes, que se elevó a categoría genérica al elegirse como título entre combinaciones fonéticas sin significado concreto. En ese sentido, su libro Poemas en menguante (1929) inauguró el vanguardismo isleño. Dentro de este movimiento se decantó por la corriente de la «poesia pura», en la que alcanzó altos niveles expresivos. Otras de sus obras fueron Canto redondo (1934), Solo de rosa (1941) y Tiempo de pena (1950).

DESNUDO

Su cuerpo resonaba en el espejo
vertebrado en imágenes distantes:
uno y múltiple, espeso, de reflejo
reverso ahora de inmediato antes.

Entraba de anterior huida al dejo
de sí mismo, en retornos palpitantes,
retenido, disperso, al entrecejo
de dos voces, dos ojos, dos instantes.

Toda su asencia estaba —en su presencia—
dilatada hasta el próximo asidero
del comienzo inminente de otra ausencia:

rumbo intacto de espacio sin sendero
al inmóvil azar de su querencia,
¡estatua de su cuerpo venidero!

EL NIÑO Y LA LUNA

La luna y el niño juegan
un juego que nadie ve;
se ven sin mirarse, hablan
lengua de pura mudez.

¿Qué se dicen, qué se callan,
quién cuenta una, dos y tres,
y quién, tres, y dos, y uno
y vuelve a empezar después?

¿Quién se quedó en el espejo,
luna, para todo ver?
Está el niño alegre y solo:
la luna tiende a sus pies

nieve de la madrugada,
azul del amancer;
en las dos caras del mundo
—la que oye y la que ve—
se parte en dos el silencio,
la luz se vuelve al revés,
y sin manos, van las manos
a buscar quién sabe qué,
y en el minuto de nadie
pasa lo que nunca fue…

El niño está solo y juega
un juego que nadie ve.

EPITAFIO A LA ROSA

Rompo una rosa y no te encuentro.
Al viento, así, columnas deshojadas,
palacio de la rosa en ruinas.
Ahora —rosa imposible— empiezas:
por agujas de aire entretejida
al mar de la delicia intacta,
donde todas las rosas
—antes que rosas—
belleza son sin cárcel de belleza.

VERDE HALAGO

Por el verde, verde
verdería de verde mar
Rr con Rr.

Viernes, vírgula, virgen
enano verde
verdularia cantárida
Rr con Rr.

Verdor y verdín
verdumbre y verdura
verde, doble verde
de col y lechuga.

Rr con Rr
en mi verde limón
pájara verde.

Por el verde, verde
verdehalago húmedo
extiéndome. —Extiéndete.

Vengo del Mundodolido
y en Verdehalago me estoy.

VÍSPERA

Al caos me asomo…
El caos y yo
por no ser uno
no somos dos.
Vida de nadie,
de nada… —No:
entre dos vidas
viviendo en dos,
víspera única
de doble hoy.
Muere en la máscara
quien la miró,
yo —por dos vidas—
me muero en dos…