Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Maruja Vieira

Maruja Vieira, una de las poetas más destacadas de Colombia, es conocida por su estilo de escritura sencillo y profundo, su compromiso social y cultural y su sensibilidad en su obra literaria. Además de ser poeta, también ha desempeñado roles como periodista, catedrática, ensayista y gestora cultural.

Maruja Vieira nació en Manizales en 1922 y desde niña mostró una gran pasión por la lectura y la escritura. A los 14 años publicó su primer poema en el periódico El Tiempo. Más tarde, en 1932, se trasladó con su familia a Bogotá donde continuó sus estudios y trabajó en diferentes empresas. En 1943, conoció al poeta chileno Pablo Neruda, quien le sugirió cambiar su nombre a Maruja Vieira.

En 1947 publicó su primer libro, Campanario de lluvia, que recibió elogios de la crítica y de escritores como León de Greiff y Baldomero Sanín Cano. A lo largo de su carrera ha publicado más de 20 libros de poesía y uno de prosa, entre los que se destacan Tiempo del hombre (1954), Vida cotidiana (1961), El pan nuestro de cada día (1976), Antología poética (1982), La casa de los abuelos (1999) y Cien años, cien poemas (2022).

Maruja Vieira ha sido una figura importante en la vida cultural y literaria de Colombia, y su labor literaria y académica ha sido reconocida con numerosos premios y distinciones, incluyendo la Orden Aquilino Villegas del Departamento de Caldas, la Gran Cruz de Manizales, la Orden de la Cultura del Ministerio de Cultura, la Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación Nacional, la Medalla Honor al Mérito Artístico de Bogotá, la Orden Civil al Mérito José Acevedo y Gómez en el grado Cruz de Oro del Concejo de Bogotá y la Orden Gabriela Mistral en el grado máximo del presidente de Chile Ricardo Lagos.

Además de ser una defensora de los derechos de la mujer, Maruja Vieira ha sido testigo excepcional de la historia política y cultural colombiana y ha sido una influyente formadora de las nuevas generaciones de periodistas y poetas. Su poesía ha sido traducida a varios idiomas y ha trascendido las fronteras nacionales, consolidándola como una voz vigente y necesaria en el panorama literario latinoamericano. A pesar de haber cumplido cien años, su legado sigue siendo una inspiración para las generaciones venideras.

Raíz eterna

Tú eres más que un rostro,
más que un hermoso cuerpo.

Eres aquel murmullo del río entre la lluvia,
aquella forma vaga del monte tras la niebla.

Profundamente asidos al trémulo paisaje
del sitio de la vida donde habita el recuerdo.

Tú eres más que un nombre.
Más que un paso en la tierra.

Te cerca un bosque denso, de misteriosos árboles.
con pájaros errantes y canciones sin término.

Te guarda entre sus ramas de música, te encierra
lejos de la ceniza destructora del tiempo.

En ti el amor humano, de raíces eternas,
me ha entregado su clave profunda y verdadera.

Agresiones

Defenderé tu rostro
y tu nombre
de los años que se amontonan
como piedras rotas.

Defenderé tu voz,
tus palabras,
de estos largos silencios
que pesan
sobre mis labios.

Defenderé tu luz
de esta sombra!

Al final del camino

Sólo pido
tu rostro para el sueño.
Tu nombre dibujado
en los telones del recuerdo.

Me iré con ellos lejos,
a la ciudad tranquila de los lirios,
de las campanas y de las violetas.

El tiempo será largo como un río
y seguirá copiando el mismo cielo
eternamente.

Y eternamente clara, casi viva
tu sombra estará cerca.

Atardecer del sábado

Ha llovido en mis manos,
áspero sol, tu lenta quemadura,
tu fuego repetido.
Ahora son más altas
las montañas azules,
más altas y se alejan en perfiles
de cristal y de humo.
Los rumores del día
se pierden en la tarde.
La noche será larga.
A la orilla del sueño
veré pasar las horas,
silenciosas y cálidas.
Mañana
vendrán a saludarme
los ladridos alegres
de mi perro.
Le diré que se calle,
que es domingo.
No hay que ir al trabajo
ni al colegio.
Despertará la niña
cantando. Nos iremos
los tres. Hoy es domingo
y sale la familia de paseo.
y se me habrá olvidado
por la noche
la tristeza.

Campanario de lluvia

Te buscaba en la sombra. Lentamente surgía
tu mirada lejana, leve flor de horizontes.
Era clara, serena… Con amor la sentía
transitar el camino de mis ojos insomnes.

No fue un eco ni un sueño. Fue la brisa en al árbol
que me trajo tu acento con perfume de savia
y creció por mis venas y se fue deslizando
con temblor de caricias al llegar a mis manos.

Nada más… en la torre desgranó la campana
un rosario de tiempo claro, fino y distante.
Como niebla de aroma se quedó entre mis labios
la dulzura imposible de una frase: te amo.

El nombre de antes

No es fácil escribir
el nombre de antes.
Es como volver a un traje antiguo,
unas flores, un libro,
un espejo, amarillos por los años.
Con aquel otro nombre
era como tener entre las manos
toda la luz del aire.
Ahora vuelvo
a mi nombre de antes.
Mi nombre de ceniza,
el que anduvo conmigo por el tiempo
y por las soledades.
Ahora estoy frente a mí, frente a mi nombre,
con la fría y terrible sensación de regreso
que conocen los náufragos.
Pero escucho una risa y unos alegres pasos.
Todo no se ha perdido.
Aquí estoy otra vez, frente a la vida,
con el nombre de antes.

Exilio

Mi patria eran tus manos,
tu mirada,
el suave temblor de tus labios.

Ya no tengo tu hombro
para mi cabeza rendida.

No tengo nada.

Veinte años de exilio,
amor mío,
veinte años sin patria.

Huella

La huella
de tu mano.
Apenas una gota
de rocío.
suave trazo
de luz distante y pura
La huella
de tu mano.

Lluvia de agosto

Otra vez tú me tiendes
tu lento cerco de diamantes.

contigo estaba escrito
el nombre del amor sobre la tierra.
contigo, lluvia de la media noche,
tierna raíz de astros.

Y caes
y me envuelves.
Eres música,
estás ciñéndome los pasos
y el mundo se me pierde,
porque lo borras tú con la mano invisible
con que cierras jazmines
y entreabres luciérnagas.

Luz de tu presencia

¿Tú venías buscándome desde playas y sierras?
¿Venías presintiéndome por todos los caminos?
¿Escuchabas mi voz en los ecos del viento
y tocabas mis manos en el agua del río?

Me hallaste en una tarde de soledad y música.
Suavemente llegabas con tu amor a mi vida.
Al fondo las montañas heridas por la lluvia
Y en medio de los muros la lámpara encendida.

Yo entendí tu presencia porque un fuego de angustia
destructor y quemante se apagó entre mis venas.
Porque el agua invasora de una inmensa amargura
desplegó hacia el olvido sus oscuras mareas.

Te di mi lejanía de bruma y de silencio
-la tienes en tus manos como una flor de sombra-,
en cambio tú me has dado tu claridad sonora
que resucita muros en mis ciudades rotas.