Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de May Sarton

May Sarton es el seudónimo de Eleanore Marie Sarton (Wondelgem, 3 de mayo de 1912 – York, 16 de julio de 1995), una prolífica poeta, novelista y memorialista estadounidense. De origen belga y estadounidense, es considerada una figura contemporánea clave en la literatura estadounidense, así como una ‘poeta de poetas’, y es admirada por críticos literarios y feministas por sus trabajos que abordan temas de género, sexualidad y universalidad.

Porque lo que más deseo es permanencia

Porque lo que más deseo es permanencia,
el largo, relajado y continuo flujo
de ríos subterráneos sin sentido,
que alimenta los paisajes áridos con su azul-
poesía, plegaria, o llámala como quieras
que libera el difícil acto del deseo
y hace al mundo entero a la vez eterno y quieto-
concentro mi mente en el trabajo diestro y el oficio,
concentro mi corazón en la amistad, ardua y ligera
contra el feroz parpadeo encendido del azar
y todas las sensaciones abiertas en un atisbo.
Oh azul Atlántida donde los marinos sueñan
a sus muchachas en la espuma y bajo las olas-
me muevo en otro rumbo. No bajaré la vista.
Porque lo que más deseo es permanencia,
lo mejor es enterrar ahora este fuego,
guardar la llama dentro, sin sentido,
donde arden y fluyen los fuegos ocultos y los ríos,
crear un mundo que sea intenso y quieto.
Llego a ti con la mirada franca.
No son horas de fuego sino años de alabanza,
la copa llena hasta el borde, completamente llena,
pero alzada en equilibrio para que ninguna gota se derrame.

Los sonetos de otoño

2

Si puedo dejarte ir como los árboles dejan ir
sus hojas, tan naturalmente, una por una;
si puedo llegar a saber los que ellos saben,
que la caída es alivio, es consumación,
entonces el miedo al tiempo y a la fruta incierta
no perturbaría los grandes cielos lúdicos,
este otoño extrañísimo, dulce y severo.
Si puedo soportar lo oscuro con los ojos abiertos
y llamarlo estacional, no áspero o extraño
(porque también el amor necesita un tiempo de descanso),
y como un árbol estarme quieta ante los cambios,
perder lo que se pierda para guardar lo que se pueda,
la extraña raíz todavía viva bajo la nieve,
el amor resistirá –si puedo dejarte ir.

El trabajo de la felicidad

Pensé en la felicidad, en cómo se teje a diario
con el silencio de la casa vacía
y en que no es súbita ni gratuita
sino una creación, como el crecimiento de un árbol.
Nadie lo ve, pero detrás de la corteza
crece otro círculo en anillos que se expanden.
Nadie oyó a la raíz cavar más hondo en lo oscuro,
pero por ese trabajo hacia adentro el árbol se eleva
y sus penachos brillan, y sus hojas destellan.

Así, la felicidad se teje con la paz de las horas
y hunde sus raíces en lo profundo de la casa sola:
en el rincón, el busto antiguo; los frescos pisos encerados,
blancas cortinas que ondulan suave y continuamente
cuando libre se mueve el viento silencioso por el cuarto;
una biblioteca, una mesa y la pared blanqueada—
esos son los dioses de la casa, queridos y familiares,
aquí el trabajo de la fe puede hacerse mejor
y el árbol que crece es musical y verde.

Porque ¿qué es la felicidad sino crecer en paz,
el sentido atemporal del tiempo cuando los muebles
pasaron toda una vida en el mismo lugar
y los viejos sueños, así como el viento al moverse, agitan
las hojas de la felicidad presente?
Nadie ha oído una mente ni escuchado un pensamiento
pero donde alguien vivió en introspección
el aire queda cargado de bendiciones, y bendice;
las ventanas miran a las montañas y las paredes son amables.

QUERIENDO MORIR

A veces
Quiero morir,
Para acabar por fin
Y de una vez con todo:
No hacer mi cama de nuevo,
Nunca responder otra carta
Ni regar las plantas más,
Ninguno de esos esfuerzos
Que todos los días
Debo hacer
Para mantenerme viva.

Pero luego,
No quiero morir.
Las hojas están cambiando
Y tengo que ver
La grana y oro
Un vez más,
Una hoja amarilla
Revoloteando a través
Del aire iluminado por el sol
Una última vez.

PRIMER AMOR

Esta es la primera nieve blanda
Que llega hasta tu puerta en puntas de pie
Mientras te sentás a coser junto al fuego,
La que se se filtra por una grieta del piso
Cubriéndote de escarcha el pelo.

Esta es la herida que se endurece
Y quema el corazón del ciervo
Acechado por un cazador blanco de luna,
Es la cacería, y el golpeteo enfermo
Y alegre de unos pies con miedo.

Esta es la desesperación crujiendo
tendida junto a la médula—
Caída del aire
como escarcha sobre el hueso
frágil de un gorrión muerto.

Este es el amor que va a aferrarse
a tu mente como un salvaje
para a hacer su voluntad,
Esta, la desesperación, y un cazador
ciego que nunca vas a atrapar.

NO DEJES VENIR NINGÚN VIENTO

Encontraste palabras para esto y lo llamaste amor:
Pero cuando tu mejilla estaba contra la mía como una
hoja con otra, no era amor;
Y cuando cedí a vos, no fue
Por amor. Desde lo más profundo de la mente
Llegó, tan suave como un árbol que florece,
Una luz como pétalos cayendo en lo ciego–
Vi la vida crecer en mí y plegarse.
Y ahora tengo un cuerpo que nadie tuvo,
Y ahora tengo un corazón que antes tuvo
Solamente el ala de una polilla en el hueso,
Solamente el corazón de una polilla que latía en el centro.
No es menos que el amor que ví abrirse como una
Flor en tu beso– no es menos.

CUANDO UNA MUJER SE SIENTA SOLA

«Cuando una mujer se sienta sola, cuando la sala
Esté llena de demonios,» dice la tribu
Nootka, «ahí estará La Anciana.»

Ella viene a mi atravesando miles de kilómetros
¿Y qué tiene para decirme, a mí, la atribulada
«Por los fantasmas de la noche»?
¿De veras está acá?
¿Cuál es la palabra que salva desde tan hondo en el pasado
Desde tan hondo como la raíz antigua de la secoya,
Desde tan hondo como el lecho primero del océano,
Desde tan hondo como un corazón de mujer de nuevo en flor
Después de un nacimiento o una muerte difícil?
Aquí bajo el impacto del amor, me abro
A vos, espíritu Primero, una con la ola y con la piedra,
Una con los sobrevivientes de la inundación y del fuego,
Que un millón de veces reconstruyeron su casa,
Que perdieron a sus hijos y los volvieron a dar a luz.
Las palabras que escucho son fuerza, risa, entereza.
Te encuentro, Anciana, en lo más hondo de mí.
Ahí, en las raíces de la fertilidad,
Mundo sin fin, como cuenta la leyenda.
Debajo de las palabras vos sos mi silencio.