Poetas

Poesía de México

Poemas de Miguel Ángel Menéndez

Miguel Ángel Menéndez Reyes. Yucatán, 1904 – Ciudad de México, 1982. Escritor y político mexicano. Realizó sus estudios en el Instituto Literario de Mérida, Yucatán. Como hombre público fue Presidente Municipal de Payo Obispo de 1925 a 1928, diputado por Yucatán al Congreso de la Unión de 1937 a 1939, embajador de México en Colombia, China y en Sudamérica en misión especial de 1941 a 1945, y fundador y primer Secretario general de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos, de 1956 a 1960.

Alcanzó prestigio literario con su novela Nayar, obra en la cual interpreta el mundo mágico de los indios. Publicada en la ciudad de México en 1940, obtuvo el Premio Nacional de Literatura y fue traducida a varios idiomas, incluyendo el ruso.

Dio también a la imprenta un libro de entrevistas (Hollywood sin pijamas, 1928), diversos ensayos políticos (Yucatán, problema de patria, 1965), y libros de poesía (Otro Libro, 1932; Canto a la Revolución, 1933). Otras obras destacables son El Rumbo de los Versos(1936), Ideas y Direcciones Políticas (1940), La Industria de la Esclavitud (1947), Teoría del Naufragio (1963), Batallón de San Patricio y Vida y Muerte de Kennedy (1964) y Malintzin, la madre del mestizaje mexicano (1965).

TEORÍA DEL NAUFRAGIO

I

Náufrago en altamar, desnudo, solo,
sin carta de marear,
contra noche cerrada, viento loco,
navegar, navegar

La sirena cantaba en el escollo
y navegué la ruta del cantar
sin ataduras ni remeros, solo,
igual que el primer hombre sobre el mar

II

Al sesgo el alma contra viento amargo
corrí la curva ola del amor;
de tumbo en tumbo, corazón de barco,
y todo naufragó

Anudado en letargos,
sin ademán, sin voz, sin salvación,
soy entre espumas el guión de algo
que vive todavía y que murió

III

Sólo el aullido de los vientos lame
mi silencio feroz, en la frontera
del demonio y de dios

Muerde la noche y de la sombra sale
fantástico estertor, tal si dijera
lo que me queda de canción

IV

Burlo a la tempestad y en sus orillas
me detengo a cantar, Sirena en tanto
se viste con las olas amarillas

Cordial Apolo me propicia el canto,
mas irritado Poseidón me humilla
contra la mar, y lo transmuta en llanto

V

He muerto tantas veces, que esta última
parece una aventura conocida:
es un ir, anudado con la duda
de no volver al punto de partida

Viéndolo bien, nadie regresa ileso
de los sueños que sazonan la vida;
siempre hay algo que sangra en el regreso:
el beso estéril, la canción perdida

VI

Si el alma -lo inmortal- es la semilla
que ha de volver a los divinos lares,
toma, Dios de los náufragos, la astilla
de luz con que floté sobre tus mares

En tu homenaje arrojo por la quilla
de la barca a partir, en los lugares
amados de Carón, frágil arcilla
que Sirena burló con sus cantares

Viví con dignidad, destino rudo
hilado por las Parcas Muerto, nudo,
a la deidad dispensadora pido:
oro en flecha de Amor contra Sirena,
para que sufra como yo la pena
de amar en vano, de morir de olvido

CARTA A MI MADRE

Madrecita linda:

Todos mis cariños se dispersan,
y todos mis rosales se deshojan,
y todas las fragancias se me alejan

Sólo me quedas tú, piadosa y blanca,
como nombre de amor entre mis quejas,
como hilo de agua en el desierto,
como rosa de luz entre la selva…

Eres igual a un árbol cuya fronda
llena de nidos nos protege y canta

Madrecita linda:

Tus lágrimas se han vuelto gemas;
deja que las engarce yo
en el hilo de oro de un poema
y hacer así un collar para tu amor

Infancia:

El delantal atado a tus caderas,
tus manos espumosas de jabón
jabonando mi pecho de manera
que lavabas el propio corazón

Corazón de muchacho pendenciero
que odiaba a cura y sacristán, y quiso
hacer de ellos aves de mal agüero
sin maternal permiso,
ganado seis azotes en el cuero

¡Madrecita linda!
¡Si te quiero mucho!
¡No me pegues más!

¡Muchachito lindo!
¡Yo también te quiero!
¡Déjame pegar!

Y el diálogo a voces:
una de amenaza, otra de rogar,
terminaba siempre con beso y promesa
de eterna humildad

¡Aroma de maíz recién molido!
el humo de las viandas… ¡Mesa puesta!
Mi madre tiene corazón de nido
y en él dormí, para soñar, la siesta

Los pájaros, el agua, la lejía,
la ropa a componer, todo tenía
en su rutina gris una alegría…

Con el oro del sol que se ponía
troquelamos monedas deslumbrantes,
y en platino de luna que caía
montamos los diamantes
de tus mejores besos, madre mía,
dulce como la miel de los panales
y buena como el pan de cada día

Tus manos eran hadas, nos vestían
Tu plegaria era luz: nos alumbraba
Y música tus besos: nos dormían
al calor del amor con que besaban

El Colegio

Ojiverde, ceñudo… Flaco… Gallo
de “troya”, “trompis”, “pútzes” y béisbol,
que puso “media luna” al “papagayo”,
soñando herir al sol,

y correteaba al tren ciego de humo,
furia en los ojos y guijarro en mano,
para volver, sangrante y taciturno,
por la fuga del tren y del guijarro

¡Faroles de Izamal que me sirvieron
para afinar el tino de mi piedra!
¡cristales que prendieron
sus pupilas opacas en la hiedra!

1 más 2… 3 burros… X… Z…
La cruz del alfabeto que es aún
como agobio mortal… Y la palmeta…
Y el espanto… ¡Fuera de clase, tú!

Me hiciste un traje igual al del muchacho rico
que un día, en clase, se alejó del banco
y me llamó “borrico”
porque iba remendado mi trajecito blanco…

¡Y esa otra vez! ¡Al recordarla vibro!
¡Como te pusiste a llorar
porque en casa no había para comprarme un libro
y porque no tenía yo ganas de estudiar!

En el viejo cansancio pueblerino
balbucí mis primeras tonterías
en versos que enseñabas al vecino,
leías, me mirabas y reías…

Reías con no sé qué de venturoso
de plácido, de dulce, de amoroso,
mostrándome los dientes apretados
y blancos, blancos, blancos…

Con tu sonrisa limpia me alentabas,
madre siempre tan buena,
crucificada en tu sagrado nombre,
¡crucificada en la ilusión suprema
de ver un beso transformado en hombre!

Mi juventud

Probó mi labio el filo de la copa
y mi rumbosa juventud sensual
bebió sangre de amor en otra boca,
ciega de cielo, y loca, y pasional

Amé el instinto de hacer el mal… La tropa
de juventud me hizo su general
porque no conocía la derrota
en el águila o sol de lo fatal

Verlaine… Ovidio… Byron… Baudelaire…
Humo de ensueño… Formas de mujer…
¡Y de cada pecado hice una flor!
Beber… Besar… Caer… De boca en boca,
De dolor en dolor, de roca en roca…
¡Pero pude salvar tu dulce amor!

Ausencia

En la ausencia aprendí que tu nombre
es el sol que deslumbra y asombra
los azules caminos del mar!

Y aprendí que tu nombre es el ritmo
de todo cantar!

Y aprendí que tu nombre es la clave
de la humanidad!

Sendero y mar… Virtud y amor…
Aroma y luz… Estrella y flor…
¡Madrecita del alma, tú eres Dios!

1927

Tu frente blanca y noble -mi nido de consejos-
y tu seno –mi punto de partida-
lívidos quedaron en la hora
en que estando ante ti, no me veías,
en que estabas ahí, y ya no estabas

Arrodillado junto a ti, sediento
de la última palabra,
creyó mi pensamiento
mirar que tu alma blanca se elevaba:
¡Tus alas blancas al azul!

Yo, que creía en el cielo
porque el cielo eras tú,
sentí que el cielo se cambiaba
de la tierra al azul…

¡Sentí que todo se quedaba muerto
porque todo eras tú!
¡sentí que todo se quedaba obscuro
porque tú eras la luz!

Y yo, que soy un beso de tu labio
besé tu frente por decir adiós,
cual si hubiera querido defenderte
de todo lo inhumano: de la muerte
del destino, de Dios…
de todo lo que tuvo la fiereza
de tronchar este amor

**

La Cruz, árbol que lleva veinte siglos
de abrir los brazos y esperar en vano
que resucite el símbolo,
parece florecer sobre el sepulcro
cuando arrodillo mi dolor y pienso
que el concepto de Dios murió contigo

Postdata

Si yo pudiera, madre, volvería
a mi polvoso pueblo solitario,
donde el arco voltaico es un milagro
que no revela el siglo todavía…

¡Volvería a mis cerros! Volvería
al bravo henequenal que alza su espina
cual si esperara un día
clavarla ¡al fin! , en el azul del cielo…
para buscar, junto al brocal del pozo,
tus brazos espumosos de jabón,
y suavemente
darte mi corazón
para que lo lavaras nuevamente

Vendrá la aurora

Si tu ala fuera contra viento oscuro
y en turbión se tornara el duro viento,
no quieras descender, alza el intento;
mientras más alto el vuelo, más seguro.

Si sobre ruda mar rompieras huella
y la mar con su furia te dañara,
amárrate al timón, dale la cara..
Imagínate un puerto y una estrella.

A tientas, rumbo a Dios, salva el abismo;
si no hay puente, sé puente de tí mismo;
la noche acabará, vendrá la aurora.

Vendrá la aurora necesariamente,
al fin mujer, para besar tu frente,
tus labios y tu mano vencedora.