Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Miguel Barnet

Miguel Barnet Lanza (La Habana, 28 de enero de 1940), un polifacético literato cubano, se erige como un pilar de la cultura, trascendiendo fronteras con su vasta contribución. Fundador de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, su presidencia entre 2008 y 2019 resalta su compromiso.

Su narrativa icónica, como en «Biografía de un cimarrón» (1966), se erige como un testimonio conmovedor de la esclavitud. Reconocido internacionalmente, en 1994 obtuvo el prestigioso Premio Nacional de Literatura de Cuba, consolidando su estatus como autor influyente.

La diversidad de sus talentos se refleja en su profundo vínculo con la etnología cubana, colaborando con luminarias como Argeliers León e Isaac Barreal. Graduado del Seminario de Etnología y Folklore en 1960, se especializa en la transculturación de religiones africanas en Cuba y el Caribe.

Con una obra literaria que abraza la poesía y la prosa, Barnet nos deleita con títulos como «La piedra fina y el pavorreal» y «Canción de Rachel«. Además, su incursión en el cine, con guiones y adaptaciones de sus novelas, le otorga reconocimientos internacionales, incluido el codiciado Premio Goya en 1990.

Como un embajador cultural, ha compartido su sabiduría en congresos y eventos literarios, abarcando desde Europa hasta África. Su influencia trasciende al liderar la Fundación Fernando Ortiz y dirigir la revista de antropología «Catauro«.

Reconocido con el título de Master en Historia Contemporánea y Doctor en Ciencias Históricas, su huella académica es innegable. Su participación en la Cátedra Extraordinaria de Nuestra América en México subraya su impacto a nivel continental.

Miguel Barnet, presidente de la UNEAC y Vicepresidente del Comité Científico Internacional del Programa Ruta del Esclavo, encarna la síntesis de literatura, cultura y compromiso social. Su legado, plasmado en obras como «Biografía de un cimarrón» y «Canción de Rachel«, perdura como una manifestación viva de la riqueza artística y cultural cubana.

EL OFICIO

Quédate con tu misterio,
describe la mesa, el animal doméstico,
el delantal floreado de la madre,
el presuroso amor si lo deseas,
pero no lo digas todo en el poema,
que permanezca siempre una puerta abierta y golpeando,
un campo no surcado a la intemperie,
deja para el otro que vendrá, amigo o enemigo,
esa leve ambigüedad, ese otro poema.

FE DE ERRATAS

Donde dice un gran barco blanco debe decir nube
donde dice gris debe decir un país lejano y olvidado
donde dice aroma debe decir madre mía querida
donde dice César debe decir muerto ya reventando
donde dice abril puede decir árbol o columna o fuego pero donde dice espalda donde dice idioma donde dice extraño amor aquel
debe decir naufragio en letras grandes.

Yo te espero

Yo te espero
bajo los signos rotos
del cine cantonés.
Yo te espero
en el humo amarillo
de una estirpe deshecha.
Yo te espero
en la zanja donde navegan
ideogramas negros
que ya no dicen nada.
Yo te espero a las puertas
de un restaurante
en un set de la Paramount
para una película que se filma a diario.
Dejo que la lluvia me cubra
con sus raíles de punta
mientras presiento tu llegada.
En compañía de un coro de eunucos,
junto al violín de una sola cuerda
de Li Tai Po,
yo te espero.
Pero no vengas
porque lo que yo quiero realmente
es esperarte.

Poema chino III

Pregunté qué fruta era ésa
que colgaba en ramos de un árbol
tan fino como las venas de la princesa Fu Peng.

— Ciruelas, me contestó el edecán.
Pregunté si la grulla esculpida
a las puertas del pabellón de las Bodas
era de jade legítimo.

— No hay otro, me contestó el edecán.
Pregunté a la hora de la cena,
si la raíz de loto era realmente
la comida preferida de la emperatriz.

— Lo era, me contestó el edecán.
Pregunté, al pie de la muralla
si la sangre derramada allí por millones de hombres
que dejaron sus casas enlutadas no era monumento
a la historia de China.

— Lo es, me contestó, grave, el edecán.
Pregunté si aquel dragón tallado en la piedra
Era un símbolo imperial.
— Lo es, me contestó el edecán.
Pregunté si era un dragón con cabeza de león
O un león con cabeza de dragón.

— Lo es y no lo es, me contestó con ironía el edecán.

Te quedaste con todo

Te quedaste con todo,
el libro y la memoria,
los paseos y la flor
Pero yo tengo tus ojos
y de vez en cuando
me miro en ellos — tan tristes y huidizos–para que tú me lo devuelvas
todo,
el libro y la memoria,
los paseos y la flor.

Tienen prisa los días

Tienen prisa los días
que me persiguen como una sombra
Tienen prisa y yo voy lento
porque no quiero llegar
Debe ser terrible llegar al veril
Se, sin embargo, que habrá un trofeo
que tendré que recibir con las manos abiertas,
con los ojos vidriosos,
con los pies desnudos
Oh, tierra, libérame de ese día infausto
conviérteme en medio del camino
en un caballo de crines azules
en una piedra de rayo
en una luz esquiva que se disuelva en la noche

Salimos a la calle

Salimos a la calle, caminamos bajo la llovizna,
entramos en un bar, bebemos, compramos una pizza,
la envolvemos, se enfría, la tiramos,
seguimos malecón abajo, las olas blancas
levantan sobre nuestras cabezas,
la noche es lenta, acuosa, no sé si triste,
tomamos café, tú casi no me ves, no me oyes
Te acompaño al ómnibus
No puedo articular palabra
Te vas en silencio
Yo tomo el ómnibus siguiente,
nada me molesta, ni el tumulto ni el vocerío,
me quedo en el puente,
las parejas jugueteando en la yerba,
demasiado lejos mi casa
Entro, subo las escaleras
Repaso mi vida, y en cada imagen estás,
en cada imagen perteneces,
abro la puerta, el apagón, qué maravilla,
me tiro en la cama, oscuro, silencioso,
Alguien llama al teléfono. No respondo.
Afuera es posible que siga cayendo la llovizna.

EN EL BARRIO CHINO

Yo te espero
bajo los signos rotos
del cine cantonés
Yo te espero
en el humo amarillo
de una estirpe deshecha
Yo te espero
en la zanja donde navegan
ideogramas negros
que ya no dicen nada
Yo te espero a as puertas
de un resturante
en un set de la Paramount
para una película que se fila a diario
Dejo que la lluvia cubra
con sus raíles de punta
mientras presiento tu llegada
En compañía de un coro de eunucos,
junto al violín de una sola cuerda
de Li Tai Po,
yo te espero
Pero no vengas
porque lo que yo quiero realmente
es esperarte

Hacía dónde me encamino

¿Hacía dónde me encamino,
bajo qué lámpara me alumbro,
en qué manta me cobijo,
dónde oculto el asombro
entre qué vidrios se escurren mis ojos,
sobre qué escombros me alzo en estupor,
donde pongo a volear mi alma
si el tiempo no alcanza,
si no basta una vida para llenar
el hueco donde pastan como despojos de orfandad
los sueños que acuné en la infancia?

Al poeta en la isla

Ni caimán oscuro,
ni caña vertical, mitológica,
ni Ochún nadando en las aguas doradas del sueño,
ni Santa Bárbara ardiento en la noche del amor,
en la imborrable noche de los sexos
Ni la Giraldilla inmóvil
hacia el más remoto de los puntos cardinales,
ni la Avenida del Puerto empujando las aguas
hacia no se sabe dónde
Sino el fondo retador,
la cavidad arenosa de la Isla,
preguntando por mí,
buscando una respuesta mía

Oriki para bola de nieve

Caballero de Olmedo,
juglar herido por la flecha de Ochosi, el cazador,
ven en tu trineo de yaguas
y enciende las calabazas.
Dueño de la fragua y del colmillo del jabalí,
sumérgete en la espuma de las cinco palanganas de Ochún.
Entra, con tus calderos de cobre,
al monte carulé,
apaga los grillos,
estruja las esponjas,
que aquí estamos flautas, arcángeles
péndulos silbantes
para oír cómo crujen tus viejos caracoles.
Vamos, despréndete de los cascos,
salta estremecido del Puente a la Alameda
y déjanos tu capa de lagarto raída,
tu ronquera ancestral,
tu canto antiguo.
Zumba la curiganga
mi negro
¡Zumba!
Zumba la curiganga
mi negro
¡Zumba!