Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Minerva Salado

Minerva Salado. Escritora y periodista cubana. Fue sucesivamente reportera y jefa de Redacción de Cuba internacional; jefa de Prensa del Ministerio de Cultura y subdirectora editorial de Revolución y Cultura. Su poemario Al cierre obtuvo el premio David (1971) y Tema sobre un paseo el Julián del Casal (1977), ambos otorgados por la UNEAC.

Postal

A Vivian, en su ciudad

Un negro viejo lustra sus botas en el sillón del Hotel Plaza
y sabe que la ciudad yace
en esas botas.
Los turistas activan sus cámaras fotográficas
para recoger la imagen del caminante
urbano de La Habana
quien sonríe con un aire desdentado
que huele a la chaveta
con la que trabajó la hoja de tabaco
durante toda su vida.

Ahora
la silla del limpiabotas
es su más celoso placer
la confianza de los paseantes
amigos de ‘allá afuera’
donde otros ciudadanos
en ciudades que él no ha visto
exhiben de mil maneras
sus orígenes.

Hoy por hoy
el negro Felipe
lustra sus botas en el sillón del Plaza
y se contenta.

Alicia en mi ciudad

Los espejos ocultos están frente al Paseo del Prado
para que tú los atravieses.
Del otro lado esperan todas las ilusiones
las piedras en el centro de otro orden
los rastros y los pasos.
Los espejos descubren los caminos
sin saber demasiado hacia dónde
penetran en las estridencias de los sueños
fantásticos como nunca antes
ilusorios
reales para los que olvidaron la esperanza.
El azogue de los espejos parece
una tentación a la que pocos renuncian
los otros yacen sobre las baldosas
sin tiempo para más
esperando en la raíces de una ciudad
que cada día se evade
sin dejar de ser ella.
Suplantada
acartonada
enmascarada
y sin embargo ella bajo toda escenografía
creada
encallecida
abandonada
hermosa para siempre

Ciudad ciudades (I)

Para Tenochtitlán, desde la isla Juana

La Habana húmeda a mis pies
desatada y húmeda como las caracolas
los ruidos e su nombre y el silencio de ti
de tu impaciencia rondándome los gatos de la sombra
y tú sin mi ciudad sin su herejía bajo la lluvia
sin la humedad que cubre las ventanas
los raíles de punta
el colibrí de ayer en la arboleda.

Ciudad ciudades (II)

No estuve para siempre en la ciudad
la amé con una queja con un grito de espanto
pero la amé sin fin
sin desconcierto
recorrí las costumbres de tus manos
el trazo de tu cuello el resplandor insomne de tu boca.
La ciudad me conmueve y atenaza
penetra con su daga mis vestigios
y encuentra la verdad bajo su talla.
Un canario despierta
y yo tengo un secreto como un nido
como un terrón de azúcar en la mano.

Ciudad ciudades (III)

Fue como una conquista la ciudad
cinco ratas huían por cada beso tuyo
cinco animales muertos
cinco cloacas trascendidas por cada virtud
en cada uno de tus gestos una hazaña
en tus cuestiones la razón de existir
los titubeos para abrirse camino entre los sueños.
No estuve en la ciudad no la atrapé en su época
pero se hizo entrañable sobre el suelo que nos crecía juntos
me poseyó su extraña alevosía la feroz certidumbre de tus manos
y comencé a fundar sobre cuerpo
catedrales
pirámides
canales
en el urgente espacio de su templo.

No estuve para siempre
pero grabé en su carne el nombre
de tus calles me asaltó la extensión de la llanura
en el temblor del tiempo.

No estuve pero supe encontrar sus laberintos
y al calor de sus grutas construí la palabra
que me acogió de nuevo como una identidad
y abrió las avenidas en que pude tocar
-ya para siempre-
el corazón intacto de los dioses.