Poetas

Poesía de México

Poemas de Nezahualpilli

Nezahualpilli fue un rey de Texcoco, una de las ciudades-estado más importantes del México prehispánico. Sucedió a su padre, el famoso poeta y sabio Nezahualcóyotl, en 1472, después de ser elegido por la nobleza texcocana. Su nombre significa «príncipe que ayuna» en náhuatl, la lengua de los aztecas.

Nezahualpilli fue un gobernante justo y culto, que abolió la pena de muerte para varios delitos y mantuvo la independencia política de Texcoco frente al creciente poder de Tenochtitlan, la capital azteca. Su corte fue un refugio para astrónomos, ingenieros y adivinos. También fue un poeta, aunque sólo se conserva una de sus obras: «Icuic Nezahualpilli yc tlamato huexotzinco» («Canción de Nezahualpilli durante la guerra con Huexotzinco»).

Nezahualpilli tuvo muchos problemas con Moctezuma II, el emperador azteca, especialmente por las profecías que anunciaban la llegada de los extranjeros que dominarían el valle de México. Moctezuma lo retó a un juego de pelota y lo consideró un mal augurio cuando perdió. Se sospecha que Moctezuma pudo haber ordenado el asesinato de Nezahualpilli para evitar que interfiriera en el destino del imperio.

Nezahualpilli murió en 1515, después de reinar durante 44 años. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas guardadas en una urna de oro en el templo de Huitzilopochtli, en Texcoco. Le sucedió en el trono uno de sus hijos, Cacamatzin. Se dice que tuvo alrededor de 144 hijos con sus numerosas consortes.

Así vino a perecer Huexotzinco

Estoy embriagado,
está embriagado mi corazón:
Se yergue la aurora,
ya canta el ave zacuán
sobre el vallado de escudos,
sobre el vallado de dardos.

Alégrate tú, Tlacahuepan,
tú, nuestro vecino, cabeza rapada,
como cuexteca de cabeza rapada.
Embriagado con licor de aguas floridas,
allá en la orilla del agua de los pájaros,
cabeza rapada.

Los jades y las plumas de quetzal
con piedras han sido destruidos,
mis grandes señores,
los embriagados por la muerte,
allá en las sementeras acuáticas,
en la orilla del agua,
los mexicanos en la región de los magueyes.

El águila grita,
el jaguar da gemidos,
oh, tú, mi príncipe, Macuilmalinalli,
allí, en la región del humo,
en la tierra del color rojo
rectamente los mexicanos
hacen la guerra.

Yo estoy embriagado, yo cuexteca,
yo de florida cabellera rapada,
una y otra vez bebo el licor floreciente.
Que se distribuya el florido néctar precioso,
oh hijo mío,
tú, hombre joven y fuerte,
yo palidezco.

Por donde se extienden las aguas divinas,
allí están enardecidos,
embriagados los mexicanos
con el florido licor de los dioses.
Al chichimeca yo ahora recuerdo,
por esto sólo me aflijo.
Por esto yo gimo, yo Nezahualpilli,
yo ahora lo recuerdo.
Sólo allá está,
donde abren sus corolas las flores de guerra
yo lo recuerdo y por eso ahora lloro.

Sobre los cascabeles Chailtzin,
en el interior de las aguas se espanta.
Ixtlilcuecháhuac con esto muestra arrogancia,
se adueña de las plumas de quetzal,
de las frías turquesas se adueña el cuextécatl.
Ante el rostro del agua, dentro de la guerra,
en el ardor del agua y el fuego,
sobre nosotros con furia se yergue Ixtlilotoncochotzin,
por esto se muestra arrogante,
se apodera de los plumajes de quetzal,
de las frías turquesas se adueña.

Anda volando el ave de plumas finas,
Tlacahuepatzin, mi poseedor de las flores,
como si fueran conejos los persigue el joven fuerte,
el cuexteca en la región de los magueyes.

En el interior del agua cantan,
dan voces las flores divinas.
Se embriagan, dan gritos,
los príncipes que parecen aves preciosas,
los cuextecas en la región de los magueyes.

Nuestros padres se han embriagado,
embriaguez de la fuerza.
¡Comience la danza!
A su casa se han ido los dueños de las flores ajadas,
los poseedores de los escudos de plumas,
los que guardan las alturas,
los que hacen prisioneros vivientes,
ya danzan.
Arruinados se van los dueños de las flores ajadas,
los poseedores de los escudos de plumas.

Ensangrentado va mi príncipe,
amarillo señor nuestro de los cuextecas,
el ataviado con faldellín color de zapote,
Tlacahuepan se cubre de gloria,
en la región misteriosa donde de algún modo se existe.

Con la flor del licor de la guerra
se ha embriagado mi príncipe,
amarillo señor nuestro de los cuextecas.
Matlaccuiatzin se baña con el licor florido de guerra,
juntos se van a donde de algún modo se existe.

Haz ya resonar
la trompeta de los tigres,
el águila está dando gritos
sobre mi piedra donde se hace el combate,
por encima de los señores.
Ya se van los ancianos,
los cuextecas están embriagados
con el licor florido de los escudos,
se hace el baile de Atlixco.

Haz resonar tu tambor de turquesas,
maguey embriagado con agua florida,
tu collar de flores,
tu penacho de plumas de garza,
tú el del cuerpo pintado.
Ya lo oyen, ya acompañan
las aves de cabeza florida,
al joven fuerte,
al dueños de los escudos de tigre que ha regresado.

Mi corazón está triste,
soy el joven Nezahualpilli.
Busco a mis capitanes,
se ha ido el señor,
quetzal floreciente,
se ha ido el joven y fuerte guerrero,
el azul del cielo es sus casa.
¿Acaso vienen Tlatohuetzin y Acapipíyol
a beber el florido licor
aquí donde lloro?

Nuestros padres se han embriagado,
embriaguez de la fuerza.
¡Comience la danza
A su casa se han ido los dueños de las flores ajadas,
los poseedores de los escudos de plumas,
los que guardan las alturas,
los que hacen prisioneros vivientes,
ya danzan.
Arruinados se van los dueños de las flores ajadas,
los poseedores de los escudos de plumas.

Ensangrentado va mi príncipe,
amarillo señor nuestro de los cuextecas,
el ataviado con faldellín color de zapote,
Tlacahuepan se cubre de gloria,
en la región misteriosa donde de algún modo se existe.

Con la flor del licor de la guerra
se ha embriagado mi príncipe,
amarillo señor nuestro de los cuextecas.
Matlacuiatzin se baña con el licor florido de guerra.
Juntos se van a donde de algún modo se existe.

Haz ya resonar
la trompeta de los tigres,
el águila está dando gritos
sobre mi piedra donde se hace el combate,
por encima de los señores.
Ya se van los ancianos,
ros cuextecas están embriagados
con el licor florido de los escudos
se hace el baile en Atlixco.

Haz resonar tu tambor de turquesas,
maguey embriagado con agua florida,
tu collar de flores,
tu penacho de plumas de garza,
tú el del cuerpo pintado.

Ya lo oyen, ya acompañan
las aves de cabeza florida,
al joven fuerte,
al dueño de los escudos de tigre que ha regresado.

Mi corazón está triste,
soy el joven Nezahualpilli.
Busco a mis capitanes,
se ha ido el señor,
quetzal floreciente,
se ha ido el joven y fuerte guerrero,
el azul del cielo es su casa.
¿Acaso vienen Tlatohuetzin y Acapipiyol
a beber el florido licor
aquí donde lloro?

SE HA PERDIDO EL PUEBLO MEXICATL

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco.
Por agua se fueron ya los mexicanos;
semejan mujeres; la huída es general.

¿Adónde vamos?, ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad?
Ya abandonan la ciudad de México:
el humo se está levantando;
la niebla se está extendiendo.
Con llanto se saludan el Huiznahuácatl Motelhuihtzin,
el Tlailotlácatl Tlacotzin,
el Tlacatecuhtli Oquihtzin.

Llorad, amigos míos.
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicana
¡El agua se ha acedado, se acedo la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco.
Sin recato son llevados Motelhuihtzin y Tlacotzin.
Con cantos se animaban unos a otros en Acahinango.
Ah, cuando fueron a ser puestos a prueba allá en Coyoacán