Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Oche Califa

Oche Califa, el alma poética tras el seudónimo de Ángel Jorge Califa, nació en Chivilcoy, Buenos Aires, el 4 de diciembre de 1955. Este virtuoso escritor, periodista y editor argentino destaca en la generación de narradores para niños y jóvenes que floreció en las décadas del 70 y 80. En su esencia, se une a luminarias como Laura Devetach, Elsa Bornemann y María Elena Walsh, compartiendo la visión de una literatura autónoma, despojada de simples propósitos pedagógicos.

Sus obras, impregnadas de poesía, son una melodía que resuena en la imaginación de los lectores jóvenes. Desde su debut literario en 1985, Califa ha tejido un tapiz literario donde cada hilo cuenta una historia única y cautivadora. Su pluma, tejida con la magia de Horacio Quiroga y la ternura de María Elena Walsh, ha trascendido las páginas para danzar en la mente de los lectores.

Chivilcoy fue la cuna donde germinó su pasión por las letras y el periodismo. Desde 1978, tras su traslado a Buenos Aires, sus palabras se esparcieron en revistas y diarios, explorando la riqueza cultural en notas y entrevistas. Su incursión en la literatura para niños se dio en 1985, marcando el comienzo de una trayectoria que se entrelaza con publicaciones en Billiken, Clarín, Humi y Superhumor, entre otros.

A partir de 1990, el corazón de Califa latió en la redacción de Humi y más tarde en La Nación, donde guió el suplemento infantil y dirigió la revista La Nación de los Chicos. En 1999, se aventuró en el universo editorial como director de Oxford UP de Argentina y, posteriormente, como editor general en Ediciones Colihue en 2000. Desde 2005 hasta 2014, lideró Depeapá Contenidos Editoriales con maestría.

Este polifacético creador también ha tejido guiones para televisión, historietas y documentales. Su discernimiento literario lo ha llevado a ser jurado en destacados concursos nacionales, plasmando su huella en el tejido cultural argentino. Desde 2015 hasta mayo de 2021, fungió como director Institucional y Cultural de la Fundación El Libro, así como director de la emblemática Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

La pluma de Oche Califa es un río de palabras que fluye a través de generaciones, uniendo el pasado con el presente y sembrando la semilla de la imaginación en los corazones de jóvenes lectores. Su legado es una sinfonía de historias que resonarán por siempre en el paisaje literario argentino.

Decimales

¡Qué tranquilo va ese piojo
sobre el lomo del león!
Tiene aplomo y decisión
al prenderse como abrojo!
Es gran domador, pero ¡ojo!,
que si el felino se enoja,
su sangre se vuelve roja
y ruge que es un contento.
¡Y entonces sí, lo lamento,
porque la cosa se empioja!
¡Dónde se ha visto que un pato
vuele mejor que un halcón!
Pero hubo un pato chiflón
que cual deportista nato
se esforzó en todos sus ratos
hasta estar bien entrenado
Desafió al campeón alado
a una carrera de aliento
y con ayuda del viento
el pato salió empatado
A la sombra de un cerezo
se reencontraron dos pavas.
Se dieron, tan finas damas,
a su manera dos besos
y empezaron, pan y queso,
una charla prolongada.
Hicieron una ensalada
de chismes y habladurías
que fueron, como diría,
pavadas, puras pavadas.
Una mosca muy ladina
se metió en un restorán
tras el aroma de un flan
que venía de la cocina
Y, como usted se imagina,
anduvo de plato en plato,
defendiendose a lo gato
de manotazos y palmas
Y después pidió con calma:
«Por favor, mozo, un moscato»
Cayeron al mediodía
a la casa de una avispa
dos bichos ojos de chispa
vendiendo mil chucherías.
“¡Mire qué mercadería!
¡La traemos importada!”
Mas la avispa, desconfiada,
se plantó que no y que no,
y uno al otro murmuró:
“Esta avispa… esta avispada”.
Un baile de ambiente chato
en la selva discurría.
Ni jarana, ni alegría,
según recuerda el relato.
Dijo un cuervo: “Ya hace rato
que no hay ocasión de nada”.
En eso, de una enramada
se descolgaron tres monos
y al baile le dieron tono
porque eran una monada.

Coplas del corazón mojado

Corazón mojado,
triste y en gota.
Corazón tocado
nota tras nota.

Corazón de lluvia,
de fina lluvia,
destilada y contenta
como miel rubia.

Corazón de rocío,
frío y brillante,
como el ojo lloroso
del elefante.

Corazón de agua
que escurre y pas.
Quiero beberlo todo,
dame una taza.

Corazón mojado,
quien te mojó
no de sangre, de pena
que ya pasó.

Poema a los Gansos

La gansa, el ganso y los gansitos
desgansan –tranguilitos tranguilitos-
en su gasa de gadera.
Luego salgrán a nagar en el lago,
la gansa, el ganso y los gansitos.
Todos igualitos.
No, no tienen ganas:
con sus glumas glancas, glancas
como la niegue.
Ah, guisiera ser yo
como la gansa, el ganso y los gansitos
igual de glanco
y nagar, nagar…

La muela que me duela

Avaricia del dueño
el blanco capullo de su capital.
¡Cómo ríe la china
de ojitos rasgados y rostro lunar!
Y si es lío el no pago
de la deuda vieja, que es como clavar,
ella inquieta la vida:
¡nada nada se olvida…!

La muela que me duela,
la rusa que ensalada
se dormirá su siesta
con su mejor sopor.
Y frescas las bananas
en la verdulería
y rojas las manzanas
me prestarán su olor.
La muela que me duela
desde el oval del huevo,
las grosellas sabrosas
nos mirarán tragar.
Y un callo doloroso,
arácnido en tus dedos,
con sus patas sedosas
creerá… que eres… mi sombrero. (Risas).

La muela que me duela
no habrá más cesantías
será clara la noche
y alegre el temporal,
Tirará de su sisa
tu amor de mediodía
y nos darán los clientes
monedas de cristal.
La muela que me duela
endulzará sus tortas
el pícaro doctor,
se romperá la tina,
no existirá el jabón.

La muela que me duela
desde el oval del huevo,
las grosellas sabrosas
nos mirarán tragar.
Y un callo doloroso
arácnido en tu dedo
con sus patas sedosas
creerá… que eres… mi sombrero.

Aviso de venta

Pongo este aviso en la plaza,
Vendo en el bosque una casa
construida en chocolate.
Tiene horno, escaparate,
Y una celda con candado.
Los pasos que mal he dado
me obligan a dar la a oferta
desde que abrieron la puerta
dos hermanitos y huyeron.
Seré vieja, pero espero,
pasar mis últimos días
en una ciudad no fría
que tenga buenos servicios.
Sin maldad ni maleficio,
escribir con la propuesta
a esta mujer que es honesta
en negocios de esta clase.
¿Quiere ver la casa? Pase
en horario de mañana
que le serviré una taza
de leche, y cacao y masas.
Verá que es bien luminosa,
y posee cuanta cosa
un buen hogar necesita.
Su jardín la hace bonita,
y su living, confortable.
No tiene tele con cable,
pero aquí se cuentan cuentos,
que son entretenimientos
con éxito bien probable.
Señores interesados,
lo que ofrezco es de provecho,
el sueño de un propio techo,
que Hansel mal apreció
y que Gretel desdeñó.
Y además con linda alcoba,
bien barrida por mi escoba.

Confesión de un fantasma

Yo fui fantasma. Yo anduve con los muertos,
en la fría soledad de los castillos,
con el paso burlón de los enanos
con el vuelo veloz de los vampiros.
Hice sonar cadenas en los muros,
hice temblar a buenos y bandidos,
y en las noches de tormenta y aguacero,
alguien me vio a la luz del refucilo.
Alguna vez me convertí en señor,
en esqueleto atroz, en mosca diminuta.
Me oculté en el cuadro del abuelo antiguo,
y en la oscura sepultura de la gruta.
Viví en pasillos y sótanos perdidos.
Por mí chistaba la lechuza sabia.
Llamé a los lobos de los negros bosques
y a los ogros nacidos en Moldavia.
Ahora ya no soy nada de nada.
Solo un recuerdo que se olvida y pasa.
Poco más que una historia para sustos,
una sábana tendida en la terraza.

Aparición del Troll

Cuidado, cuidado, que declina el Sol
Y el bosque de Suecia se viste de luto,
para que se duerman sus flores y frutos
mientras que ya viene, malicioso, el troll.
Sus anchas orejas, su nariz de papa,
y su porte alto como un gran gigante
aumenta el espanto que viene desde antes,
le tiene cualquiera que lo ve y escapa.
El troll ha salido de su cueva oscura
a buscar pendencia, a robar personas,
a regar con sangre que la tierra abona,
y a dejar testigos llenos de locura.
Solo los enanos y duendes verduscos,
pueden animarse ante su presencia,
porque tienen artes, conjuros y ciencias
que los hacen buenos enemigos chuscos.
En cambio su aspecto de ogro peludo,
Se debe esquivar, para bien de todos,
puesto que no existe ni treta ni modo
de evitar sus garras y su cuerpo rudo.
A menos que alguien con un talismán,
hecho con las piedras que pisara Thor,
lograra que huyera, cobarde mayor,
y dejara entonces su sangriento pan.
Porque si hubo casos que fueron así,
también hubo otros de negros dolores,
y los campesinos y los leñadores
bien tienen memoria, bien cierto que sí.
Todavía hay quienes cuentan asombrados
la historia de aquella madre primeriza,
que cayó en la trampa de una troll nodriza
con una jugarreta de niño cambiado.
Mas la luz ahora, con mecha y alcohol,
hay que poner tibia, y cerrar la casa,
y advertir al pobre viajero que pasa:
Cuidado, cuidado, que ya viene el troll.