Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Orlando González Esteva

Orlando González Esteva. Poeta cubano. Nació en Palma Soriano, Cuba. Reside en Estados Unidos desde 1965. Sus poemas, que al decir del escritor Octavio Paz hacen “estallar en pleno vuelo a todas las metáforas”. También en la colección Libros de la Espiral ha publicado Cuerpos en bandeja. Frutas y erotismo en Cuba.

Qué edad cumple la luz esta mañana

a Teresa María Rojas

¿Qué edad cumple la luz esta mañana?
¿Por qué el ave no lleva dentro el nido?
¿Es posible que Dios haya tenido
de sí mismo una imagen tan mundana?

¿Quién compuso el silencio? ¿Qué campana
le dio forma? ¿Por qué se ha perseguido
tanto al viento, por qué se le ha prohibido
detenerse? ¿Por qué cae la manzana?

¿Es inútil que el tiempo retroceda
y se quede como una polvareda
retozando, en la nada, el infinito?

¿A quién debo temer cuando decida
encontrarle al espacio una salida
y se escuche en las Pléyades un grito?

A la arbitrariedad de la memoria

A la arbitrariedad de la memoria
cedo el discurso apenas iniciado
para que al despeñarse sin cuidado
se adjudique al azar mi trayectoria.

Hay que tergiversar, por ilusoria,
la verdad, ese gusto exacerbado
por los malentendidos que he burlado
desfaciéndole entuertos a mi historia.

Yo nací al alborear el Siglo de Oro,
soy autor de La isla del tesoro
y Madame Bovary tiene razón

cuando afirma que nunca me hizo caso.
La recuerdo, desnuda ante el ocaso,
saludando las naves de Colón.

A qué árbol se dirige

¿A qué árbol se dirige
el pájaro cuando cruza
una flecha el aire y cambia,
fiel a la cita, su ruta?
Al árbol de su país,
allá solo, en la penumbra
de una región donde antes
de ser pájaro fue música.

Décimas

VIII

La mulata santiaguera
se fue metiendo en la noche
montada en el carricoche
de la luna marinera.
Vio la insólita chistera
de la ciudad inocente
arder con su pretendiente
mientras ella, divertida,
retozaba sumergida
en un vaso de aguardiente.

XXV

De todo lo que me pides
te daré lo que me debes:
un cementerio de nieves
y dos o tres nomeolvides.
Si al fin y al cabo decides
esperarme en la trastienda
da por quitada la venda,
por cancelado el oficio,
yo miraré al precipicio:
llévame tú de la rienda.

XLV

Pensando en las musarañas
acabé por admitir
que la Poesía era un ir
y venir de alas extrañas.
Lo demás son telarañas
obligadas al prurito
de encerrar en un granito
la profusión de la arena.
Pero no vale la pena:
escribir es infinito.

XLVI

Poesía, vertiginosa
revelación del tintero.
Lotería, reverbero
donde la lima reposa.
Angustia de la tojosa
que planea sobre el agua,
rascabucheo en la guagua,
precaución de la rutina,
resabio de puta fina
que no se quita la enagua.

Escribir tiene espíritu de nada

Escribir tiene espíritu de nada.
Hay que revolotear en el abismo
y cortarse las alas que uno mismo
tiende sobre su sombra alucinada.

Y caer desde nunca, desde cada
vértice en el perfecto mecanismo
del azar que celebra en su mutismo
la creación, esa fábula encarnada.

Y yacer en las márgenes del sueño
donde la realidad es un pequeño
pez que burla las redes de la aurora

y revuelve las aguas del pasado
donde Dios se contempla ensimismado
y padece la luz que nos devora.

Fosa común (fragmentos)

Una enorme caravana
de hormigas vino por mí
y yo, ufano, le entreabrí
mi carne, losa liviana.

Mi carne, mi soledad,
donde el hormiguero ha echado
—como Dios, por el costado—
raíces de libertad.

Lástima que la razón
me haya devorado el pecho:
hay hormigas que no han hecho
la primera comunión.

Al verlas llevar en hombros
noticias de mi persona,
la Muerte se contorsiona,
respira por mis escombros.

Al verlas ir y venir
conmigo en hombros no sé
si me reconoceré
cuando acabe de escribir.

Yo soy éste y soy aquél
que una hormiga misteriosa
esconde al doblar la losa
de una hoja de papel.

Estoy en un cuarto oscuro
donde el aire a veces riela
si pregunto por Stella
o Lezama enciende un puro.

La realidad me fatiga
como una lápida bajo
la cual no existe otro atajo
que huir de hormiga en hormiga.

Huelga que se les reclame:
muerte es civilización.
Yo tengo por Partenón
la osamenta más infame.

No me trajo una cigüeña
ni me aborta el desvarío
de un cesto arrojado al río.
Soy una larva que sueña.

El largo confinamiento,
la piel que cae a jirones,
los huesos, como bastones,
todo será alumbramiento.

El hormiguero germina
a la altura de mi ombligo
y se alimenta conmigo.
Soy un feto que alucina.

En la penumbra las cosas
parecen a medio hacer,
no ha caído Lucifer,
los planos son mariposas.

¡Ah las sombras enemigas
que proyectan en mi cuarto
la silueta de un lagarto
que, cual Dios, duerme en las vigas!

¿Quién me transporta, señores,
quién me arrastra, quién me lleva
por el iris de esta cueva
a más altos resplandores?

No me pregunte ningún
cristiano por qué me aferró
a presumir de este entierro.
Soy una fosa común.

Mi madre tiene una tina

Mi madre tiene una tina
donde se baña una moza.
La moza tiene una rosa
y la rosa una cortina.
No se sabe, se adivina
un cuerpo desorientado,
una ración de pecado,
un frío como de muerte,
un golpe de mala suerte
y luego el cielo estrellado.