Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Oscar Sosa Ríos

Oscar Sosa Ríos (Villa Mercedes, Provincia de San Luis, 30 de julio de 1934-16 de octubre de 2016) fue un poeta y escritor argentino. Participó en exposiciones de poemas ilustrados, en espectáculos poéticos musicales y en la presentación de la película «Nosotros los monos», de Edmund Valladares. Fundó la filial SADE de Villa Mercedes (1982). Ganó distintos premios literarios, tales como el Primer Premio Nacional «Centenario Ciudad de Laboulaye», el Segundo Premio Internacional de Poesía «Digo América» organizado por SADE San Luis, el primer lugar en orden de méritos del género poesías de la Ley Provincial Nº 4785 de «Libro de autores Sanluiseños» (1991) y 3° Mención de Honor por SADE Nacional por la obra Irónicas (2008).

JUAN DE LOS ANDAMIOS

Te miré desde el balcón
llegar, Juan del Trabajo
al Palacio de las Flores
de aquí de Basavilbaso.

Brillabas
estabas de punta en blanco
tus dientes en tu sonrisa
eran hileras de granos.

Y venías perfumado
a buscar tu compañera
para bailar tu cansancio.

Más tarde te vi salir
con la Juana de la mano
y te ibas alejando
con el domingo en tus brazos.

Desde ese mismo balcón
el lunes de tu trabajo
vi caer tu corazón
desde el penúltimo andamio.

TÚ, EL SOMBRERO

…» los saludo
y les saco mi sombrero
y los dejo viajando en el Parnaso
como ratas alegres en el queso»…

P. Neruda

Tú el sombrero Pablo
y yo la lengua
para dejarlos mohosos
repitiendo hasta el cansancio
sus grises sonrisas oportunas
sus babas solitarias.
Porque no quiero sus manos desteñidas
sus pieles arrugadas
sus flácidos traseros vanidosos
ni la víbora enroscada en la cintura
que muestran
para seguir masticando sus míseros tormentos.
Tú el sombrero Pablo
yo
la lengua de la historia.

dejándolos en el Parnaso
y yo contigo
cantando el destino del hombre.

FEBRERO EN VIOLETA

A Violeta Parra.

Y fue en febrero.
Un cinco de penumbras
allá
en la soledad del almanaque
en el hueco sonoro de la vida
donde se sintió el grito y el balazo.

Allá donde soñaban los cantores
y el color del viento se trizaba entre los muelles.

Allá donde la vendimia supuraba racimos
y el arco senil del paisaje
era flecha verde atardecida.

Allá fue la muerte
-taciturna muerte… mi Violetala
que sembraba sienes en tu canto
y lo llenaba de coligües y veranos.

Y fue precisamente en febrero
donde urdió migajas la desdicha
y en un cinco de dolor sangrante
agazapada
la mortaja del horror vejó tu vida.

A LAS MADRES DE MAYO Y DE PALOMAS

Por los 34 años de lucha

¿Cómo cantar sin que ninguna lágrima
se llore avergonzada?
¿Cómo decir Las Madres y evitar que la piel
se incorpore al dulce escalofrío
el que se enciende de pañuelos por el aire
y cae en llamas por las manos del poema?

¿Cómo debo hacer
para que el verso sea el pensamiento?
Si no hay palabras que engendren las metáforas
ni los símbolos que puedan auscultar
el amor que por ellas siento.

Me exijo esfuerzo.
Pongo todo mi empeño en los años vividos.
Tomo los pinceles del espíritu
para pintar el rostro
los rostros
los sueños
la Plaza que acunó regazos
y poder imaginar los Jueves
la perseverante espera
la lucha diaria
la cocina que quedaba desprolijamente bella
cuando sus pechos se erizaban suplicando:
¿Adónde están?
¿Dónde la sangre de los hijos de todos?
¿Dónde sepultaron sus sonrisas?
¿Los pañales de la vida?
¿La vida misma?

Recurro a la paciencia esquiva.
A los años blancos de claros ruiseñores
y nada soy.

No hay poema que pueda ser paloma
y volar hasta tu Plaza de Mayo
hasta tus Jueves
hasta el trigésimo año de repetidas esperanzas.

Y si al poeta parido en esta Patria
le duele la impotencia
digo simplemente… MADRES…
mi amor es tan intenso
que no puedo seguir escribiendo.