Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de Paul Laurence Dunbar

Paul Laurence Dunbar (27 de junio de 1872 – 9 de febrero de 1906) fue un poeta, novelista y dramaturgo estadounidense de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Nacido en Dayton, Ohio, de padres que habían sido esclavos en Kentucky antes de la Guerra de Secesión, Dunbar comenzó a escribir cuando era niño y fue presidente de la sociedad literaria de su escuela secundaria. Publicó sus primeros poemas a la edad de 16 años en un periódico de Dayton.

LÁSTIMA

Yo sé lo que siente el pájaro enjaulado, ¡ay!
Cuando el sol brilla en las laderas de la montaña;
Cuando el viento sopla suave a través de la hierba germinada,
Y el río fluye como una corriente de cristal;
Cuando el primer pájaro canta y los primeros brotes abren,
Y el suave perfume de su cáliz robado-
¡Sé lo que el pájaro enjaulado siente!
Yo sé por qué el pájaro enjaulado bate sus alas
Hasta su sangre es roja en las barras crueles;
Porque es necesario volar de regreso a su percha y aferrarse
Cuando él de buena gana estaría en la rama como un columpio;
Y un dolor aún palpita en las viejas, viejas cicatrices
Y que laten de nuevo con un aguijón más agudo-
¡Sé por qué bate su ala!
Sé por qué canta el pájaro enjaulado, ay de mí,
Cuando su ala está herida y siente dolor de pecho, –
Cuando golpea sus barras él desea ser libre;
No se trata de un villancico de alegría o regocijo,
Sin embargo, una oración que él envía desde el núcleo profundo de su [corazón,
Sin embargo, un motivo, que alza al cielo, que lanza-
¡Sé por qué canta el pájaro enjaulado!

LA DEUDA

Esta es la deuda que pago
Sólo por un día desenfrenado,
Años de pesar y dolor,
El dolor sin alivio.
La pagare, lo haré hasta el final –
Hasta la tumba, mi amigo,
Me da una liberación verdadera –
Me da el broche de la paz.
Poca era la cosa que he comprado,
Pensé, que la deuda era pequeña,
Pobre era el préstamo, a lo mejor –
¡Dios! ¡pero el interés!

NOS PONEMOS LA LA MASCARA

Usamos la máscara que sonríe y miente,
Oculta las mejillas y las sombras de nuestros ojos, –
Esta deuda que pagamos a la astucia humana;
Con el corazón desgarrado y sangrando, sonreímos,
Y la boca con matices innumerables.
¿Por qué el mundo es demasiado sabio,
Al contar todas nuestras lágrimas y suspiros?
No, sólo nos dejó ver, mientras que
Nos ponemos la máscara.
Nos sonreímos, pero, ¡Oh, gran Cristo!, nuestro clamor
A ti surge de las almas torturadas.
Cantamos, pero oh la arcilla es vil
Bajo nuestros pies, y larga es la milla;
Pero deja que el mundo de los sueños de otro modo,
¡Nos ponga la máscara!

Feliz Otoño

Es una farsa – estos cuentos que dicen,
sobre las brisas que suspiran,
y gemidos en el campo y valle
– porque está muriendo el año.
Tantos principios son muy absurdos
– no me importa quien los ha aprendido –
porque no hay nada entendida por bestia o pájaro
para hacer un otoño solemne.

En tiempos solemnes, cuando el luto domina
con el semblante angustiante,
notarás que hay más negro y gris en su ropa.
Ahora los tintes púrpuros están en todas partes;
el cielo es azul, y suave;
aun la hierba pone el suelo
de verde modesto al amarillo.

El erizo de la semilla ríe y raja sobre mota-hierba de pluma,
y estramonio;
y las hojas que deben estar arregladas en negro
están todas adornadas en carmesí.
Una mariposa va más allá, sobre sus alas,
y un pájaro-cantante viene después;
y La Naturaleza, de la tierra hasta el cielo,
se desborda con risa.
Las olas pequeñas tocan los arroyuelos,
como unas chamacas brillantes;
la luz del sol corre en las colinas,
y ríe entre las hierbas del campo.

Nuestra tierra está tan llena de diversión,
no puede contenerla;
y arroyos de júbilo corren tan libremente que
el cielo parece llover con la dicha.

No me hables de días solemnes
durante el tiempo esplendoroso del otoño,
porque el sol muestra rayos más raros,
y estos se vuelven biselados y esbeltos.
En hecho: es el clímax del año
– el momento más alto para vivir –
hasta que, naturalmente,
su hurra que rebosa pues se integra al
Día de Acción de Gracias.