Poetas

Poesía de España

Poemas de Pedro Luis Menéndez

Pedro Luis Menéndez es un poeta español nacido en Gijón (Asturias) en 1958. Su obra poética abarca desde los años setenta hasta la actualidad, con una larga pausa entre 1986 y 2019. Además de poeta, es licenciado en filología hispánica y profesor de Lengua y Literatura en el Colegio de la Inmaculada de su ciudad natal.

Su primer libro de poemas fue Horas sobre el río, publicado en 1978 por la editorial Aeda. Desde entonces, ha cultivado una poesía que reflexiona sobre el tiempo, la historia, la memoria y el desencanto, con un lenguaje cuidado y sugerente. Algunos de sus títulos más destacados son Escritura del sacrificio (1983), Canto de los sacerdotes de Noega (1985), Memorial del navegante (1989), La vida menguante (2019) y Ciudad varada (2021).

Además de la poesía, Pedro Luis Menéndez ha escrito una novela, Más allá no hay dragones (2016), y un libro de prosas breves, Postales desde el balcón (2018). Su obra ha sido reconocida con diversos premios y distinciones, como el Premio Asturias Joven de Poesía en 1983 y el Premio Nacional de Poesía José Hierro en 2019. También ha participado en varias antologías y revistas literarias, tanto nacionales como internacionales.

Pedro Luis Menéndez es uno de los poetas más relevantes de su generación y de la literatura asturiana contemporánea. Su voz poética se caracteriza por su rigor formal, su profundidad temática y su capacidad para crear imágenes evocadoras y originales. Su obra es un testimonio de la experiencia humana en un mundo marcado por la incertidumbre y el desafío.

I

Primero estuvo el hombre con el viento y la lluvia
estaban las orillas y los lagos azules
con los brazos al aire se empapó de aquel frío
si arrastraban un tronco carcomido y flotante
En el tiempo almadías
canoas y coracles
llegaban a la estrella de las cien mil preguntas
uno a uno los baris talamasgos tartanas
con trieras y urcas
con los drakars
trirremes
que la tierra del mundo abundaba en historias
y los hijos crecían reciamente en dromones
en selandros
galeas saetías carracas
carracones y uxeres
en taridas y naves
en galeras bastardas
en sutiles galeras
donde el viento es la vida de la vida
y la sangre
más allá de las uñas
galeazas al pairo de la bruna fortuna
carabelas y queches
galeones
rambargos
bergantines navíos bucentauros
jabeques con fragatas y lugres
con bombardas
goletas fragatones y pingues
sacolevas
polacras bugantinos y lintos
de las noches estrechas que las aguas ensanchan
las mahonas los caiques
las bagalas los daus
frente a frente garucus
los champanes los juncos
pailebotes que anuncian la presencia del sueño
del quizás
del futuro
patamares si el rumbo designó la aventura
las balandras de un día
Pedro Luis Menéndez, Memorial del navegante 3
las corbetas aladas
paquebotes agudos de la fuerza que arrastran
y los clipers del viento sin vapor
que exigían tanta mar de consuelo
tanta estela acunada por el miedo y la lluvia
donde estaba ya el hombre
con los brazos al aire
desde siempre que estuvo

II

En los pardos santuarios se refugian los días de tormenta
donde el gris se apelmaza irremediable
abrazado a los muros que cuartean los siglos de la plata y el barro
para orar neciamente letanías que nunca susurran las gaviotas
cuando los alcatraces morando en las espumas del aire que no cesa
estrechan el silencio de las horas moradas
contra el puerto aterido que atenaza la noche
Si recuerdan es árbol que talaron ancianos de otra faz diferente
corazón de madera que suplica a las vigas su premisa insalvable:
no haya fin en el tiempo que amarán los arpones
ni siluetas heridas por la sed que arrebata las espinas dorsales
y arrebata los hombres
No haya fondos ignotos de ceniza cobarde amasando las costas
No haya tiernos abrigos en el fin de la tierra
Quietas las estelares trabazones de engaños
ciegos a las derrotas firmemente trazadas
islas de pedrería
mascarones tensados del salitre en la sangre
¡cuánta pura caricia de llegar hasta el centro!
desde las ensenadas como garfios del grito
paz sin paz verdadera
alquimistas del tálamo
agoreros del eco
quiera el mar cada poro de regreso y de cuerda que se cruza
y se anuda
Quiera el mar astrolabio de delfines errantes
y una copa de viento que se ciña al velamen
Quiera el mar aún la vida
que deparan los dioses de la aurora azulada
el rojizo deslumbre de pupila en timones
la tripulación lenta de la calma en el rumbo
Quiera el mar no haya fondos de salinas erráticas
donde el fin se apelmace irremediable
abrazado a las bordas que cuartean los siglos

III

Recorrió el silencio con la voz de dentro
resonando sorda la mañana pura
y en el absoluto de la orilla ardida
por la luz del alba
se escucharon todos
los gemidos hondos de los marineros
estertor y duelo de los horizontes
sangre de los hombres
cayendo y rodando la aventura oscura
patria de la tierra recomida y sabia
expresión del agua:
van por las mareas
los tirabuzones de las niñas blancas
crecen los latidos
de las soledades que nutre el olvido
y en el vientre enorme de la madre negra
se abrazan las almas de la esfera muerta
como un paraíso vuelto a los confines
de la gloria eterna
al azur de nieve
al amor de siempre
a su inmensa estela

IV

Era del mundo víspera la noche/ curiosidad sin palio/
tan desnuda
que gemir y gozar no parecían
sino la sola luz de la existencia/
Por dignidad
el viento se estrenaba en un turbión macizo e insolente/
todos detrás del alma a la cubierta/ arriad/ arriad
la luna entre la súplica
del no vivir sin patria entre los muertos/
El mar aquel/ la mar de los principios/
la extrema unción del músculo embreado/
no hay más allá
jamás cuando resuenan
crepusculares/ cínicos/
los faros/ fogata sí/ mirad/ para el engaño/
Después de Dios y un pálpito
en el pecho/ Prosperarán las águilas de bronces
como una ruta mórbida de calmas
y entonces sólo
un nudo desolado
desearán las tumbas de las olas/
Arriad/ arriad la luna golpe a golpe/ sabed
que al fin Fortuna es la cobarde
boca del tiempo
necio de esperanza/
candor sin alma/
inocencia fétida
con que historiar las lágrimas saladas
y el cerco atroz del vómito salvaje/
Por dignidad del viento y de las aguas

V

Llegaban de los tiempos con la historia en la mano
a la página rauda del ciclón
esculpiendo
las palabras con mecha
los símbolos con lanzas
Codiciosos o audaces
Iniciados sin lastre de una tierra insensata
tristes de otra tristeza
matadores del siglo
espesaban la noche con romances e insomnio
para no ver su sombra de cristal enlutada
Desde los arrecifes
la cansina epopeya les negaba su fruto
Ellos sólo cantaban
Si el silencio era lluvia recogían el alma
tan atrás
que la sangre
se alumbraba de muerte
y una espiga de estrellas estrenaba coraje
contra sus corazones marineros en gracia
La bandera era paño de ambición y soberbia
pero cuánta memoria
se arrumbaba en el viento
Qué relumbre de espejos
se celaba en la bruma
para todo el futuro
los entonces
los siempres del amor y la guerra
Para todo el futuro
Ved la gente del cielo
conquistar Guanahani con la historia en la mano
perfección de la idea
costa al fin desnudada
sin regreso y sin patria
Para todo el futuro
Pedro Luis Menéndez, Memorial del navegante 8
y sin patria
Sin patria

VI

Enhiesta trinidad/ fiera mordaza/
venían de las zarzas los infantes desnudos/
acudían sin sombra de rencor/
eran tiernos/
La voz de la blasfemia les rozaba la nuca
temblorosa/
eran tiernos/
Al compás prodigioso de la esencia mudable
se asombraban de un alba del estío y/
a un paso/
de la noche de nieve/
pero aún se arropaban muellemente en las hondas
ensenadas del sueño/
muellemente en las ondas/
sin gritar el espasmo de la boca que arde/
luna a luna/
en silencio/
Por su fe de agonías enormes y distantes
eran reconocidos en los puertos lejanos/
La voz de la avaricia les rozaba los ojos
con un duelo de nácar
por el brillo perdido/
¡eh, grom!
en la espalda de la tierra del frío/
¡eh, grom! sobre el hombro
con un fardo y un mundo de destello azules/
¡eh, grom! eran tiernos
y acudían sin sombra los infantes ardidos/
por su fe/
desde el fuego de la mar y del viento
al compás prodigioso de la esencia constante/
de la esencia constante/

VII

Condena de la noche esta fatiga alerta
este sobrevivirnos demorado
que acaba con la muerte:
Por lances de fortuna en el acaso
aquí y allá sin tiempo un espejismo
rebrota como pez
fuego cerrado
condena de la noche
cruz del viento:
Alejarán del ámbito ya estricto
su boca de dragón que asola al mundo
Después del mar
quién poblará la luna
Después del mar
quién tejerá la historia
este tan demorado revivirnos
que alienta ya:
es tanta nuestra ausencia
es tanta la condena de esta noche crecida
para nadie
Después del mar
quién velará en la costa
quién morará en el tacto vencido de la arena
industria atroz del cieno que arrebata
sólo el vivir y no los edificios:
cuánta prisión que acaba con la vida
de esta fatiga alerta que demora
condenación que acaba con la vida
Después del mar
quién velará en la costa
con el alba en el cielo la paz de los regresos

VIII

No te envidiaban luna en el silencio
pero te conocían lágrima en el puente
Antes de ti apenas oleaje
te nombraban azul como cristal
Querrían todos verte desatenta de ti
muy lejos del titán y de la fuerza
cuando labras la noche
en un espacio inútil de figuras
perdidas sin sosiego
sin alma sin sosiego
aventurando siempre
la maraña del hambre
No te envidiaban luna tu confianza
infinita de quien se anuda áspera
y se crece al morir
cual una huella pura de artificio
pero te conocían lágrima celosa
detrás de las costumbres y promesas
Así te conocían
tan feroz y feraz como la muerte
tan inhábil tan dulce tan infierno
como un fuego cruzado sin respuesta
como un ojo que arde
repentino de sí hacia la pobreza
la temida y cobarde pleitesía
el aguijón amargo de las incomprensiones
atrás
en tierra
lejos de la vida