Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Pierre Jean Jouve

Pierre Jean Jouve (Arras, 1887 – París, 1976) fue un poeta y novelista francés. Nominado en varias ocasiones para el Premio Nobel de Literatura.​ Fue galardonado con el Gran Premio de Poésie de la Academia Francesa en 1966.

Renegó pronto de sus primeros versos, de inspiración unanimista, y continuó en solitario la elaboración de una obra austera, que tenía para él una justificación más existencial que literaria. Cercano a los problemas de la condición humana, del pecado, del amor, de la muerte: Bodas (1931, Sudor de sangre (1933). Profundizando en sus contradicciones paulatinamente, este ser dividido entre el erotismo y el misticismo continuó la iniciativa de Baudelaire y se esforzó por hacer brotar la belleza «de lo feo de nuestro terrible horror», pero nunca intentó despojar su versículo o su alejandrino de las escorias que tal vez eran las que le daban su verdadera autenticidad: Materia celeste (1936), Diadema (1949), Moiras (1959). Entre sus novelas destaca Paulina 1880 (1925). Fue también autor, junto con Georges Pitoëff, de una de las traducciones francesas de referencia de Romeo y Julieta, de William Shakespeare.

HELENA

Qué bella eres ahora cuando ya no existes
El polvo de la muerte te ha desnudado incluso del alma
Cómo eres de codiciada después que hemos desaparecido
Las ondas las ondas llenan el corazón del desierto
La más pálida de las mujeres
Hace buen tiempo sobre las crestas de agua de esta tierra
En el paisaje muerto de hambre
Que rodea la ciudad de ayer los malentendidos
Hace buen tiempo sobre los circos verdes desatendidos
Transformados en iglesias
Hace buen tiempo en la meseta desastrosa desnuda y trastornada
Porque estás muerta
Esparciendo soles por las huellas de tus ojos
Y las sombras de grandes árboles enraizados
En tu terrible cabellera que me hacía delirar.

Traducción de Norberto León Insuasty Plaza

AH, EL POETA

Ah, el poeta escribe para el vacío de los cielos
¡Puro azul que el invierno no logra ver más! Escribe en
la conjuración de los silencios de nieve, ¡en los ahogos de las
fiestas falaces! y en la carencia y en la opacidad, cada una
de sus líneas es como si no estuviera (y su fino personaje, a
la luz vestido, es como si no estuviera)
Y sólo en la conjuración secreta y admirable, véanlo
defender sus amores extraños
Cuando en su lugar nadie tuvo coraje de amor
Entonces en la orilla negra de los fabulosos vientos y de
los sueños de algas, y bajo el peso dulcísimo de tempestades
de bruma
Encierra la palabra en la botella verde,
Campanas de desesperanza y de horribles grumos
Lanza a la ola superior una botella sin acción, sin fuerza
y sin dirección que alcanzará el nivel de amor
Un día, fuera de toda belleza, de toda gloria, de todo día.

Traducción de Federico Gorbea

Nada

Es preciso aún cruzar un llanto de mis manos
A tu vacío seno rosa el pecho violeta
Rosa tronchada a muerte y violeta gastada
Foliólo, abolida, jarrón sin porvenir,

Amar que Tú no seas: en el rayo sentido
Nadie, y en tu rechazo se despliega un camino
Recto a Tu corazón que ama todo y recoge
Todo en nuestro deseo de matar los amores.

Si anulo el corazón destrozará su cárcel
De hambre. Pero es aún un teatro verbal
Lo que rompe tu beso oh Sangre. Y sangre muerta.

Traducción de Federico Gorbea

LÁGRIMA

Lo que el ojo derrama es una perla de sombra
caldeada con el fuego que se apaga en la serena
Eternidad: sobre el vago polvo y sobre la piedra,
sobre los campos, el asfalto y el aire
o sobre el frágil pañuelo que en las manos tiembla
ella permanece, capital que crece por dentro
al ser engendrada por la muerte.

Traducción de Federico Gorbea

INTERIOR EXTERIOR

En lo profundo del mundo interior oímos producirse
Extensiones, montañas llanuras lagos y mares
De azul, suntuosos colores
Cada lugar empujando al otro en el abismo de nuestra alma;

¡Dorado circo de montañas! Erramos por los lugares
Aspirando el éter que se pierde en el número
Lamentando amores abandonados sobre peñas azules
O ciudades inmensas con pabellones de sombra,

Lamentando, deseando, hasta el día entrevisto
Bruscamente dañado en que dejamos la escena
Que persiste en sus carnudos amores.

No obstante desde hace tiempo vivo y me desgarro
Entre dos formas hasta la tumba empeñadas
En una lucha a muerte de bellezas eternas.

Mujer en la Iglesia

Llevando su miseria en la mano ella avanza
Es un día extraordinariamente bello. Una luz
De ascensión entre Santa Marta y la torre vieja;
Ella se sienta le da pena el camino
Turbada porque la muerte la espera bajo esta luz.

La carretilla

Fija bajo el olmo de vida de sol de nube
Es el canto más bello
En honor de Dios esencial
De mañana cuando apenas se distinguen las sombras
Hay tanta claridad, y los árboles grandes
De las tetas del cielo malva suspendidos
La carretilla
con el alma naïf del bosque silvestre
Por debajo y por adentro iluminada.

El cielo en la tierra

Dulce resplandeciente jardín de convento
Nada hay más reluciente que tu planta trepidante
Nada más amoroso que el día en tu seno
Nada más casto que tu sudor claro
De silencio de intimidad y de pájaros verdes.

Naturaleza

¡Soberbia naturaleza! Mundo entero de caminos
De arroyos y de rocas
Objetos voluminosos
Bellos granos de la piel y aceitados movimientos
Por ejemplo de una pelvis de atrás hacia adelante
De risas y de sueño
Forma que sale y entra
Y de savia y de enramada tendida con el viento;
Doble vaina de los senos y plantación marina
Bajo el brazo, cadera hinchada por el agua, golpeada
Por un peso tan denso de sensualidad
Los omóplatos dando pena como las piedras
Mojadas, ella se lava
Y el agua rehaciendo el brillante del cielo, el polvo espeso
Del paisaje redondo vuelve y es el mundo
De nuevo los bellos granos de la piel y el sueño
Si se mueve sobre los lomos el país rosado
Ve el poder del viento seco con los sueños
Producirse de todos los costados;
Las montañas carnales adelgazan la tarde
A lo largo de mesetas religiosas,
En las gargantas la bruma mata a la brisa extraviada.
Después la grandeza de la masa revestida,
Y más tarde un nuevo cambio ha surgido
Bajo la luna…

La puta de Barcelona

Arriésgate, abre este portón vetusto
Basta la cuña ardiente de los ojos
Un antro oscuro con olor a cráter
Te aguarda entre mis muslos
Soy la oficiante del resquicio negro
La mirada bestial un sol idiotizado
Yo cruzo el mar debajo de los hombres
Fondo craso del mar y el azul y los hados
Tu falo de fulgor mis senos de aflicción
Y el ojo pendiente de los labios pintados
Tal mi encanto mi viento mi ansiedad.
Te protege una sombra te salva el universo
Mutuamente espantados somos uno
¡Cliente! penetremos la negra eternidad.