Poetas

Poesía de Panamá

Poemas de Ricardo Miró

Ricardo Miró Denis, un ilustre poeta, escritor y diplomático panameño, nació el 5 de noviembre de 1883 en la Ciudad de Panamá, una tierra que lo vio florecer como un virtuoso de las letras. Su legado, una contribución invaluable a la literatura panameña, se ha mantenido vivo a lo largo de los años, y su nombre resuena con reverencia en los corazones de quienes aprecian la riqueza de la palabra escrita.

Desde una edad temprana, la vida de Miró estuvo impregnada de tristeza y desafíos, al quedar huérfano de padre durante su infancia. A los quince años, se vio obligado a emigrar a Bogotá para continuar sus estudios, pero pronto regresó a su amada Panamá debido a la Guerra de los Mil Días en 1899. Fue en la revista «El Heraldo del Istmo» donde publicó sus primeros versos y se sumergió en el mundo de las letras, trabajando incansablemente durante una década en esta publicación. En 1906, unió su vida a la de doña Isabel Grimaldo, y al año siguiente, fundó y dirigió la revista «Nuevos Ritos», marcando su compromiso con la promoción de la cultura y las letras en su país.

Miró también emprendió un viaje a España, donde desempeñó el cargo de cónsul en Barcelona entre 1908 y 1911, una experiencia que dejó huella en su poesía y lo hizo sentir nostalgia por su tierra natal, como lo expresó en su poema «Patria» en 1909. Su capacidad para transmitir las emociones más profundas en sus versos lo convirtió en un ícono literario.

Entre sus obras más destacadas se encuentran «Preludios» (1908), «En la alta noche» (1910), «Segundos preludios» (1916), «La leyenda del Pacífico» (1919), «Flor de María» (1922), «Versos patrióticos y recitaciones escolares» (1925), «Caminos silenciosos» (1929), y «El poema de la reencarnación» (1929). Sus poemas son como ventanas abiertas hacia el alma de Panamá, explorando la identidad nacional, la belleza de su entorno y las complejidades del ser humano.

Además de estas obras notables, Miró también escribió poesías como «La última gaviota» (1905), «A Portobelo» (1918), «Tus ojos», «Enfermo de soledad» y «Primer nocturno», todas ellas ejemplos magistrales de su habilidad para capturar la esencia de la experiencia humana en palabras cuidadosamente seleccionadas.

A pesar de su partida en marzo de 1940, el legado literario de Ricardo Miró persiste en la memoria colectiva de Panamá. Su influencia y contribución a la literatura panameña son invaluables, y como un homenaje póstumo, se ha establecido el «Premio Ricardo Miró» en su honor, un reconocimiento a los talentosos exponentes de la literatura de Panamá que continúan su ilustre tradición. Ricardo Miró Denis, un poeta que trasciende el tiempo, sigue siendo un faro de inspiración para las generaciones venideras y una figura emblemática de la cultura panameña.

La última gaviota

Como una franja temblorosa, rota
del manto de la tarde, en raudo vuelo
se esfuma la bandada por el cielo
buscando, acaso, una ribera ignota.

Detrás, muy lejos, sigue una gaviota
que con creciente y pertinaz anhelo
va de la soledad rasgando el velo
por alcanzar la banda ya remota.

De la tarde surgió la casta estrella,
y halló siempre volando a la olvidada,
de la rauda patrulla tras la huella.

Historia de mi vida compendiada,
porque yo soy, cual la gaviota aquella,
ave dejada atrás por la bandada.

Soneto Del Atardecer

Desde que vi tu diáfano pañuelo
mandándome un adiós tengo una pena
tan callada, tan mía, tan serena,
que ya más que una pena es un consuelo.

Miro al azul, y me entristece el cielo;
miro hacia el mar, y el mismo mar me apena,
y hasta la luna, para mí tan buena,
hoy agrava mi sordo desconsuelo;

Porque viendo el azul quiero se ave;
porque viendo hacia el mar quiero ser nave
e ir hacia tí, movido por las brisas;

Porque miro a la luna y sé que ahora
pone en tu blanca frente soñadora
la más pura de todas sus sonrisas.

Mujer romántica

Ella fue una romántica perdida
que amó los versos y adoró las flores
y que llenó de pájaros cantores
el jardín silencioso de su vida.

Amó una vez, y -candidez divina
que tienen la mujer y la paloma-
tomó la rosa y aspiró el aroma
sin sospechar, tras de la flor, la espina.

Después, calladamente, tristemente,
cerró los labios y bajó la frente,
y ante la verde mar murmuradora,

esperando la vuelta prometida,
se fué quedando, sin sufrir, dormida,
como un pomo que al viento se evapora.

Melancolía

Hoy lo mismo que ayer… Tal vez mañana
recordarás con pena este pasado,
cuando ya esté tu corazón helado
y cuando tengas la cabeza cana.

Y pensar que yo pude, en tu ventana,
ser el galante trovador soñado,
y así como Romeo enamorado
oír cantar la alondra en la mañana…

Tu juventud se va; se va la mía,
y mientras cae lentamente el día
me entretengo en pensar que estás muy lejos;

en que nos hiere idéntica congoja,
y cada tarde azul que se deshoja
nos deja más sombríos y más viejos.

El poema del ruiseñor

Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna…,
y eso que el ruiseñor, en un descuido,
puede llegar volando hasta la luna.

Envuelto entre la luz embrujadora
da al viento el ruiseñor todas las galas
que su garganta mágica atesora;
y la luna se vuelve toda escalas
de seda y luz… (La luna diz que ignora
que su dulce cantor tiene dos alas…)

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Astro y pájaro, a un tiempo, están divinos…
y ella baja hasta él vuelta fulgores,
y él asciende hasta ella vuelto trinos…

Lleno de sombra y de quietud, como una
pupila abierta al cielo indiferente,
un retazo perdido de laguna
sueña en la fronda del jardín… Presiente
la pálida belleza de la luna
aquel espejo claro y transparente.

El ruiseñor solloza dolorido
envuelto entre la luz embrujadora
cuando calla, de pronto sorprendido,
porque desde la rama en donde llora
advierte que la luna se ha caído
y flota sobre el agua onduladora.

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Luna y pájaro, a un tiempo, están divinos…
y ella asciende hasta él vuelta fulgores,
y él desciende hasta ella vuelto trinos.

El pájaro suplica, impreca y canta,
mientras se multiplica a maravilla
la flauta de su eclógica garganta…
y salta alegre al ver cómo se humilla
la luna, que corriendo tras su planta
se viene sobre el agua hasta la orilla…

Ante el dulce deliquio que le miente
la luna, riendo en el cristal del lago,
loco de amor el ruiseñor se siente,
y respondiendo al amoroso halago,
hunde el pico en el agua transparente
y se bebe la luna trago a trago.

Patria de mis amores

¡Patria que me estremeces dulcemente,
Patria de mis amores, Patria mía:
yo quiero saludarte en este día
en que la Libertad besó tu frente.

Todavía la lengua de Castilla
ensalza a Dios bajo tu limpio cielo
y en tus noches de seda y terciopelo
la misma estrella de la raza brilla.

Y así será por siempre que en tus lares
los pájaros cantores, la fontana
sólo aprendieron lengua castellana
y hasta las mismas olas de los mares.

En tí se unieron las fraternas manos
de dos mundos, formando un Continente,
y hoy, que saltó en pedazos ese puente,
por la brecha se abrazan dos océanos.

Porque viéndote, Patria, se dijera
que te formó la voluntad divina
para que bajo el sol que te ilumina
se uniera en tí la Humanidad entera.

Para que en tu bandera que descuella
con la humildad cristiana de una espiga,
vieran todos los hombres una amiga
y viéramos nosotros una estrella.

¡Patria que me estremeces dulcemente
Patria de mis amores, Patria mía:
Dios, como un talismán, te puso un día
la libertad del mundo en la alba frente.

A Portobelo

Portobelo ilustre, léxico de piedra,
jardín de recuerdos, ciudad noble y fiel:
bajo tus espesas cortinas de yedra
dormita un pasado de eterno laurel.

En tu indiferencia grave y pensativa
no hay una pulgada donde no se advierta
el mundo vestigio de una historia muerta
o la roja llama de una gloria viva.

Pasaron los tiempos del real decoro,
la galantería, el fausto español,
cuando resbalaban las galeras de oro
como graves cisnes del País del Sol.

Hoy, rompiendo apenas tu bahía mágica
-restos que un naufragio dejara al azar-,
un mástil, a modo de una mano trágica,
asoma, crispado, del fondo del mar.

¡Oh, tus fortalezas…! En épicas ruinas
se yerguen luchando con su aciaga suerte,
y ya sólo rompen su quietud de muerte,
para hacer sus nidos las aves marinas.

Tus viejos cañones que de cumbre en cumbre
llevaron sus ecos por el vasto mar,
hoy duermen, cubiertos de olvido y herrumbre,
soñando que se oyen de nuevo tronar.

En las medias noches tétricas y oscuras
vagan por tus calles sombras y visiones,
se escuchan murmullos, se oyen oraciones,
salidos, quién sabe, de qué sepulturas.

Y en las noches fúlgidas de nácar y luna
flotan sobre el ala tenue de las brisas
canciones y notas, palabras y risas
que turban en ecos tu quieta laguna.

Portobelo ilustre, patrio orgullo viejo,
jardín florecido de eterno laurel:
hoy sólo te queda tu mar, limpio espejo,
que te dice cosas que saben tú y él.

Por tu bella historia, roja y estupenda,
por tu breve vida de fausto y dolor,
eres, Portobelo, ciudad de leyenda,
ciudad de recuerdos y ciudad de amor.

Blason

Apenas soy un pálido felibre,
y canto en claros versos lo que siento.
Ni cóndor, ni león: estoy contento
con saber que soy hombre y que soy libre.

Hasta mi torre de marfil, sagrada,
ni llega el cieno, ni salpica el lodo:
bajo el peldaño de mi torre, ¡todo!
Sobre el peldaño de mi torre, ¡nada!

Como el Jesús de los sagrados cuentos,
voy a cumplir sereno mi destino.
Como a El, los que erizan mi camino
mañana lamerán mis pies sangrientos.

Que alcancen otros la gloriosa palma
buscando sombras y siguiendo huellas,
porque yo, cuando quiero ver estrellas,
me asomo al infinito de mi alma.

Ni nunca el odio me dejó rencores,
ni el amor, con su halago, me domina,
pues sé que tras la flor está la espina
como tras de la espina están las flores.

Abierta el alma a toda primavera,
mi corazón, por dualidad gloriosa,
frente a frente al amor es una rosa,
y encarado al combate, una bandera.

Como nada a mi estirpe martiriza,
ni nada turba mi real decoro,
tengo, para el canalla, fusta de oro;
para el calumniador, una sonrisa.

En marcha imperturbable a un fijo oriente
desdeño el hombro de la muchedumbre,
porque aprendí hace tiempo que la cumbre
va conmigo a la altura de mi frente.

Así sé que al nacer a otros albores
y al disgregarme en átomos dispersos,
lo mismo que hoy de mi alma salen versos
saldrán mañana, de mi carne, flores.

Versos al oído de Lelia

Oyeme, corazón. En cada rama
del bosque secular se esconde un nido
o una dulce pareja que se ama;

cada una rosa del rosal resume
un corazón, feliz o dolorido,
que de amor en la brisa se consume;

la estrella que nos manda sus reflejos
no hace más que volver con su luz pura
los besos que le envían desde lejos…

Todo tiembla de amor…, hasta la piedra
a veces se estremece de ternura
y se vuelve un jardín bajo la yedra…

No importa ser mujer o ser paloma,
ser rosa de Amatonte, estrella o paloma;
importa tener alma y dar esa alma
en risas, en fulgores o en aroma.

Triunfa el amor sobre la muerte. Nacen
las rosas para amar y hasta las rosas,
cuando al viento, marchitas, se deshacen,
se vuelven un tropel de mariposas.

Suspiro en un anhelo que, escapado
del corazón, se va a volar errante
buscando una ilusión que ya ha pasado
o algún sueño de luz que está delante…

Pues bien, la brisa pasa en blandos giros,
y no puede medir su pensamiento
la interminable tropa de suspiros
que viaja en cada ráfaga de viento…

Tú, que tienes los ojos soñadores
como una noche tropical, asoma
tu corazón a todos los amores
y sé estrella, sé flor o sé paloma,

y ya verán tus ojos asombrados,
ante la tarde que en el mar expira,
cuán hermosa es la tarde, si se mira
con dos ojos que están enamorados.

Vespertina

Las tardes son iguales hace treinta y seis años:
el mismo sol cansado de tanto caminar
por los cielos profundos y los mismos rebaños
de nubes sonrosadas viajando sobre el mar.

Hay tardes nebulosas, húmedas y otoñales;
hay tardes encendidas que inspiran sólo el bien;
pero treinta y seis años hace que son iguales.
Yo, que las amo tanto, ¡lo recuerdo tan bien…!

En cada tarde hay una femenina ternura
de paloma, de garza, de manantial, de flor,
donde toda alegría se hace serena y pura,
donde se santifica todo humano dolor.

Pero esta tarde tiene una melancolía
tan honda, tan callada, tan sincera, tan cruel,
tan acremente amarga que hasta se pensaría
que alguien volcó en los cielos una copa de hiel.

Patria

¡Oh patria tan pequeña, tendida sobre un istmo
donde es más claro el cielo y es más vibrante el sol,
en mí resuena toda tu música, lo mismo
que el mar en la pequeña celda del caracol!

Revuelvo la mirada y a veces siento espanto
cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar…
¡Quizá nunca supiese que te quería tanto,
si el Hado no dispone que atravesara el mar!…

La patria es el recuerdo… Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.

La patria son los viejos senderos retorcidos
que el pie, desde la infancia, sin tregua recorrió,
en donde son los árboles antiguos conocidos
que al alma le conversan de un tiempo que pasó.

En vez de estas soberbias torres con áurea flecha,
en donde un sol cansado se viene a desmayar,
dejadme el viejo tronco donde escribí una fecha,
donde he robado un beso, donde aprendí a soñar.

¡Oh mis vetustas torres, queridas y lejanas,
yo siento las nostalgias de vuestro repicar!
He visto muchas torres, oí muchas campanas,
pero ninguna supo, ¡torres mías lejanas!,
cantar como vosotras, cantar y sollozar.

La patria es el recuerdo… Pedazos de la vida
envueltos en jirones de amor o de dolor;
la palma rumorosa, la música sabida,
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.

¡Oh patria tan pequeña que cabes toda entera
debajo de la sombra de nuestro pabellón:
quizás fuiste tan chica para que yo pudiera
llevarte por doquiera dentro del corazón!