Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Ricardo Pau-Llosa

Ricardo Pau-Llosa (17 de mayo de 1954, La Habana, Cuba, vive en Estados Unidos desde 1960). Escritor, poeta y crítico de arte cubano-americano, uno de los pioneros de la crítica de artes visuales latinoamericanos en Estados Unidos y Europa.

Emigró a Miami después de la Revolución Cubana donde se graduó en la Belén Jesuit Preparatory High School prosiguiendo estudios en diversas universidades americanas como Florida International University, Florida Atlantic University, y la University of Florida.

OBJETO DE AMOR

Langosta no podía creerlo, floridana
y a pura antena: Cangrejo a la orilla del mar

como una moneda. Y esas tenazas, se decía
Langosta a sí misma, y ese carapacho.

Ya no me río más de la ballena
embelesada por los aviones que se pierden en nubes.

Ya le entiendo. Hay hombres en el mundo de arriba
que nos secuestran el alma, se decía Langosta.

A todas estas, Cangrejo nunca se enteró,
aunque Langosta cambió para siempre.

Dejó de ser arisca y precavida. Sorprendió al pulpo
agazapado con un diálogo cordial. Deslumbró

la estrella de mar con una ofrenda de amistad.
Qué suave la música de la anémone, se decía Langosta,

no hay rumbo para el veneno en su vaivén.
Y a la sombra burbujeante con cara de vidrio

que la cogió con una mano al final de un largo
y destellante brazo, empezó a hablarle de amor.

Es como una tenaza, se decía Langosta. Es una tenaza.
Más bella que la de Cangrejo. Y está conmigo.

AUXILIO

Vengan. Se acaba la paciencia
del que se ahoga, a buches. Siempre

es así, a pedazos, que se logran
o se deshacen las cosas. La silla

de aluminio que suelta sus cuerdas plásticas
hilo por hilo. El pez muerto arrojado

en la arena, y por lo tanto no es pescado,
suelta lentejuelas, vidrios, filigranas.

Vengan pronto. Se acaba la sorpresa que prepara
su mesa para nosotros, que prendía la última vela

que le quedaba. La repisa fue la pista
donde aterrizó el polvo cansado de girar.

RUMORES

He oído decir que hay una playa, la más hermosa,
la más azucarada. La playa del más.

Y en ella viven cangrejos también. No me lo han dicho,
pero se sobrentiende, porque de no ser así, no

me hubieran hecho el cuento de la playa del más.
Me hubiese herido el que me pintaran ese cuadrito de cocoteros

curveados y oleaje turquesa, de caracoles estrafalarios
y piernas tostadas. Tiene que haber cangrejos también.

Aclaro: estoy contento aquí. Esta playa, de piedra
y uva caleta, no está mal. Está, al menos, limpia de cuentos.

NADIE LO CONOCE

Abridor de cartas. Lo oí perfectamente
aquí en mi hueco, al lado de la cerveza.

La mujer de la bikini roja piensa
que yo sería un magnífico abridor de cartas.

Chik chik chik y a leer se ha dicho.
Cuentas y revisticas. Y la nota de despedida

que el tipo que vino la semana pasada con ella
bostezando le va dejar sobre la coqueta

cualquier mañana de éstas. Por poco me aplasta
cuando se tiró en la arena y ya era tarde,

y como ya no había nadie, la agarró y se dio banquete.
Chik chik chik, pero ninguno de los dos —muertos de risa—-

se enteró que aquí abajo estaba Cangrejo, con miedo
y hundiéndose. Por suerte la arena me acomoda.

Se parece al lenguaje. Lo único que no hay que abrir
nada para leerla. Nadie te la tiene que dejar.

TRAPO

Cuando se le cayó esta camisa al hombre
que salía de la playa con novia y cerveza,

no se podía imaginar lo que yo haría
con este trapo. Casita, laberinto suave.

Tienda de campaña, mono de nubes.
Naipe sin número, signo, o cara—

naipe en el tablero de mi playa,
porque el que hace de sus encuentros

pertenencia soñada, se hace el único dueño,
el que tiende trampas a los trapos.