Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Roberto Peregrino Salcedo

Roberto Peregrino Salcedo fue un reconocido periodista, escritor, poeta, humorista y libretista argentino. Nació en Buenos Aires el 25 de julio de 1928 y falleció en la misma ciudad el 25 de agosto de 2000.

Se destacó durante la época de popularidad del radioteatro argentino, escribiendo numerosos guiones para actores como Jorge Salcedo y Juan Carlos Altavista (Minguito Tinguitella), con quien mantuvo una gran amistad durante más de 18 años1 . También escribió para cine, televisión y teatro, colaborando con figuras como Gerardo Sofovich, Alberto Olmedo y Jorge Porcel.

Fue un apasionado del tango y del lunfardo, escribiendo algunos evangelios en lunfardo como Jesús Chambuyaba en parábolas (1994), Jesús: El dotor que cura de palabray (1994), Ni verso ni sanata : Los discursos de Jesús (1994), Sangre de Cristo, escabio de vida (1995) y Los pibes de la yeca. También fue el autor de los poemas Con olor a Papá, Mi mamá me ama , Una Flor, La perrera y Oración a «San Minguito».

Fue fundador del Centro Cultural del Tango Zona Norte, reconocido como Academia Correspondiente por la Academia Nacional del Tango de la República Argentina. Escribió para la revista Resurrección, publicación de la «Renovación Carismática Católica Argentina».

Su obra refleja su amor por Buenos Aires, su humor criollo y su sensibilidad social. Fue un hombre de fe y de familia, que dejó un legado cultural invaluable para las generaciones futuras.

CON OLOR A PAPÁ

Al drepa le batimos mi viejo o mi papá.
Según las circunstancias o la edá.

Yo estaba en el apronte de rajar para el cole.
Él me pasó revista, supervisó mis uñas,
el guardapolvo blanco, me fichó la lustrada,
me peinó con gomina, me anudó la corbata.

Con mis padres y mi hermana
1948
Su paternal embroque fue siempre de caricia,
me miraba hacia ajoba, yo a él para arriba.
Hoy lo sigo junando y a pesar de su piro,
de arribeño me sigue revoleando sonrisas.

Por sus cosas de macho, mate amargo, tabaco,
su crema de afeitar y además el ruidito
de la yilé filosa raspando a contrapelo,
yo siempre quise ser igualito a mi viejo.

Mientras él se afeitaba, yo iba haciéndole muecas,
el cuello para un lado, la jeta para allá…
pungándole en secreto su colección de gestos,
yo me estaba afeitando, igual que mi papá.

Manyó que lo imitaba y ahí sí, me dio la cana
mi buen papá noel de la barba espumada
que bromeó: “¡que hacé mono!”, riéndose con ganas.
Yo también me reía -¡Uy que linda mancada!

Le dí un beso a lo bruto, me rajé para el cole.
-Chau papá! -dije y él que seguía riendo-
-¡Volvé!, que estás llevando mi jabón en tu ñata.
Yo me hice el sordeli y me olivé contento.

Me sentía feliz al entrar al colegio.
Tenía olor a mate y a su tabaco negro
perfumado de espuma del jabón de afeitar.
Tenía en la nariz, olor a mi papá.

Mi mamá me ama

El bacán sesentón piantó pal «shopping»
y compró pa’ su vieja un buen regalo.
Lo garpó muy campante porque al toque,
firmó con su «Mont Blanc» un checonato.
Pensó un saludo pa’ fletar de raje
directo al corazón, el de su madre,
minga de «fax», «e-mail» o de «internet»
sino por mano propia, vía sangre.
Esperaba el chamuyo de su cuore
pa’ su tarjeta personal, bacana.
El Rolex de oro le morfó las horas,
y el mensaje filial se le negaba.
Rechiflado por la espera dijo «planto»,
y compró: sacapuntas, blando lápiz,
y un cuadernito de colgar palotes,
cuadriculao, como en el tiempo de antes.
Con bastones ensayó la «m»,
redondeles y ganchos pa’ la «a»
y así temblando iluminó llorando,
la frase más papusa: «mi mamá».

Con escritura ingenua, la de antaño,
dio testimonio de su amor primero,
orando la plegaria candorosa
que encendía las hojas del cuaderno,
mi mamá me ama
mi mamá me ama
mi mamá me ama

Amuró el Faber, encendió un cigarro.
Peló su lapicera y satisfecho,
escribió con su letra ejecutiva:
Vieja, todo está igual,
no cambió nada:
Yo amo a mi mamá
y mi mamá me ama.