Poetas

Poesía de México

Poemas de Rolando Rosas Galicia

Rolando Rosas Galicia (1954) nació en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, Distrito Federal (México). Ha publicado varios libros de poesía y recibido reconocimientos por su obra.

Actualmente es profesor de la Universidad Autónoma Chapingo, donde ha dedicado más de 30 años en la promoción de la lectura y redacción en sus estudiantes.

Ha merecido distintos premios. Algunos de ellos son los siguientes: Premio Nacional de Poesía Ciudad la Paz 1986 por Caballo viejo; Premio Nacional de Poesía 1987 convocado por El Porvenir; Premio Nacional de Poesía Hugo Gutiérrez Vega 1990; Premio de Poesía UAQ 1992 por Herida cerrada en falso; Premio Nacional de Poesía Olga Arias 1992 por El pájaro y la paloma; Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 1998 por Naguales. Algunos de sus poemarios son: En alguna parte lejos del mundo, Crónica de San Jerónimo, Quebrantagüesos, Herida cerrada en falso, Caballo viejo, Quimeras, Morder el polvo, Naguales, Tres pies al gato, Vagar entre sombras.

Mi perra tiene roña

Las niñas le tiran piedras para que huya.
Y las amas de casa le ofrecen mendrugos con veneno.

Mi perra, mientras durmió conmigo fue inmaculada.

Pero un día llegó la primavera
y no respetó cerrojos ni candados.

Se fue a la calle.

Y el perfume de su sexo hasta entonces sólo mío
fue de la jauría.

Presurosas carnes del “Duque”, del “Sultán”, del “Diablo”
y de tantos anónimos, miserables, escuálidos,
dispusieron del banquete.

Entre todos le florearon su capullo, lo aguangaron.
Le dejaron sus pulgas y su rabia.
Y esta endemoniada comezón que con nada se nos quita

Envío

1

Mi víbora era de dos cabezas
Pero a veces amanecía de tres o más
Luego eran cuatro o diez en la duermevela de dos
Porque el deseo crecía en cada parte
Cuando trozaba a machetazos de yo tener catorce
Y entonces el sueño era una cabeza asomándose
En el espejo múltiple
Era la vianda amarga en la charola de Salomé
Miraba hacia delante como una cabra al borde
En el otro extremo crepitaba el hueso
Y un poco el ruido de la infancia

2

Aquello que se sueña
no es el sueño sino su perfume
Es la rosa
Ciegos cuerpos invitándose mutuamente, generosos
No es el cuerpo la serpiente sino su veneno
El rencor al otro día cuando se es sombra
y no luz
Cuando se es el sueño que se sueña

Poema XXXI

La cuetzona baila, baila.
Brinca como un ajolote.
Se mete entre los toros. Les aprieta los huevos.
Moja su jeta en su leche.
Abre su hocico como una gallina culeca.
Se clava en el estiercol fresco y luego sale.
Se bate en el lodo. La cuetzona parece un lagarto.
Levanta su falda y me muestra un alacrán mal dibujado.
La cuetzona me chupa la sangre.
La cuetzona desaparece pero no es un fantasma.

Poema VII

Maldito amor.
El padre hereda al vástago.
Respira hasta el fondo y se quiebra.
El nagual se extingue.
Con ceniza cubre el hueco de la llaga.

Poema XXI

La dura carne
sazonada en desdichas y hervor a fuego lento
no fácil se corrompe
Dile a tu hembra que con sus dientes
en tu pecho busque lo profundo de la herida
y de corazón agradece sus ganas de olvidarte.

Ojo por hoja

En el face tengo tres mil y tantos amigos.
A cada instante me conecto con ellos
los llevo en mi móbil, caminamos juntos. Sonreímos
y somos uno en el mundo
y yo estoy allí, en su mundo
Qué estorbo cuando mi padre me pregunta por lo que hago
si estoy bien, si lo escucho, si necesito algo
Qué estupidez. No se da cuenta que estoy completo

Víbora

Entre las rocas pule sus escamas, se hiere
y su siseo es perfecta lentejuela: un grito
¿Plumas o escamas?

Los sonidos del cuerpo

La gacela más fugaz no es la luz
Ni la pantera más luminosa es la mirada
Si acaso escuchas el estruendo de la lluvia
cuando estrujas tus palabras, sabrás lo que hablo
Escucha su cuerpo, su trayectoria de aire
mira sus ojos, te están diciendo
tantas cosas que presientes