Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Rosamel del Valle

Rosamel del Valle (Curacaví, 13 de noviembre de 1901 – Santiago de Chile, 22 de septiembre de 1965), fue un poeta vanguardista chileno. Está considerado por la crítica como uno de los poetas fundamentales del periodo vanguardista en Chile, junto a Pablo de Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda.

Lámpara detrás del muro

Sitiado de vellones en movimiento
Imagen que la memoria me deja caer.
El tiempo nada en un color de atmósfera
O vuelo de sombras despiertas,
Guiado por lámparas de negro andar.
Las tribus aparentan descanso en tus huesos.
Nada te es familiar si no viene
Desde la cascada de ritos de la sangre desaparecida.
Piedras de lenguas habitan en tu imagen de siempre,
Imperturbable cabeza de sonámbulo.
Vivo en piel rayada por signos,
Historias de muertos en los laberintos del pecho.
Fantasma con oído destrozado,
Fantasma con pies de aureola,
Fantasma sentado en largas raíces,
Esperas bosques ausentes y minerales de sueño,
Cascadas de cuello de garza abandonada,
Raíces que leen su diario bajo tierra,
Angustia de cielos colgantes que destruyen tu boca
Mientras el humo se reclina en hojas de uñas ciegas,
Y pasan coronas de agua, coronas de soles, coronas
De animales asidos a la sangre de los años.
Habitante del alba prendida en tus cabellos,
Habitantes de las mañanas que lamen viviendas y sueños,
Habitante de las tardes, danza de gotas de hilo a hilo, gota a gota,
Y de la noche con puertas de vidrio abiertas al miedo.

Carmen

Color del paisaje sonámbulo de mis huesos
Sin amarras de nidos que destruyan la angustia.
La sal alza su mundo de estatuas en un ruido de manos.
Columnas desde los dedos hasta el centro de espacio
A quienes se obedece como a un ritual que impone su imagen.
Todo crece demasiado cerca y el eco que se debe ser entre objetos y personas
Sangra el cuerpo de un mar huidizo y negro
Mientras peces, los animales, los insectos y los signos dormidos
Rodean el lecho en cuyo césped la muerte escucha mi viaje.

El misterio cumple años

a Humberto Díaz Casanueva

Desde qué aguas y tiempo y heridas y calor
Y fábulas y permanecer en acecho como el aceite
Dispuesto a dar vida y qué fatiga de la luz
Y qué celebración de la sombra y qué andar
Sobresaltado y qué temor de lo que sigue
Siempre, siempre con la helada furia de la hoja
Al verano y de la ceniza al fuego, siempre, siempre
En el mismo peligro de cabezas celestes y voces
Pegadas al vidrio húmedo y nocturno de hallarse
Y no ser planta ni flor, ni existencia ni cuerpo,
Entre aires y sospechas y videncias y sobre todo
Entre lo que permanece como estatua y dolor.
Como llanto enemigo y paciencia de lámpara y nieve
Filuda y ojos obscuros dedicados a su muerte y al frío
Que conduce y envejece con cejas de llama.

Desde qué aguas oh estremecimiento continuado y amigo
De mi estremecimiento y de lo que se nos escapa
Porque no somos de hierro, ni de oro, ni de temblor,
Ni de ceniza, ni de corriente desnuda, ni de párpado civil,
Ni de punto de partida ni de llegada, ni de continuación,
Ni de permanencia, ni de calor, ni de sombra, ni de luz,
Ni de existencia, ni de muerte.

Y acaso seamos fábula y acaso seamos el aire
Pasajero y acaso lo que se parece a la sangre
Seamos nosotros, de viaje permanente, y acaso
Por la sangre de ahora habrá más sangre mañana
En las pupilas y en el corazón del hombre
A quién turbamos el sueño y la permanencia y la sombra
Que hace al lado de sí mismo y que es nuestra,
Como el aire del mar es de los náufragos,
Como el peligro es de la seguridad,
Como la sed es de la muerte.

Algo nos toca, oh amigo de fuego creciente y espada
En la noche de afán y fatiga y respiración
Por la costumbre de permanecer, aunque nuestra vida
Salga de noche y seamos su lecho vacío y sin embargo
Su guía, su sueño, su sed, su mensaje a lo obscuro,
Su iluminación de los muertos y su regreso
Y su entrada en la habitación y su acto
De volver a ser lámpara y carne y respiración.

Y ahora con qué fuerza, oh misterio, oh amigo,
Te hago sitio en mi calor y en mi angustia,
En mi cárcel de cielos derribados,
En mi iluminada desesperación,
En mi ciudad de piel crispada,
En mi voz que ha viajado cerca de tu lámpara
Y en las brasas de mi corazón, levantado un día
Por tu mano de admirable calor.

ALAS AL OIDO

Instrumental de colores en que duermen los deseos.
Abejas, arañas, signos, presentaciones.
Temblor de angustia que viene de otras imágenes,
De los hornos un poco a obscuras a causa de la memoria que duerme.
Violento despertar entre carbones de ojos azules y palabras brillantes,
Invasión de fuego por arenas celestes,
Isla donde el cuerpo reposa en un color de serpiente,
Olas con labios pesados de enigmas.
Los años que desciendo por esta escala de relámpagos.
Los años que busco la estrella que la visita y que se aleja dejando sus trenzas olvidadas.
Línea de cifras en el espacio de peligros.
El oído y el mundo y la imagen que al irse cierra las puertas detrás de la sangre.

Soldado de Madrid

Idea de césped puesto a prueba por rocío de azufre
En abrirse de profundo resplandor.
Más pálido que la cera de las manos pero con pupilas
De pecho abierto al extraño sacrificio y al ojo
Extasiado y universal desde adentro, seguro.
En destino y señal con rodillas de fuego recibido
Y devuelto como dedos crispados en una rama,
Seguidos de rojos océanos creados sin traición.
Sin el pan del hombre perverso,
Sin el agua del disfrazado de noche y crimen,
Sin la voz en cuatro pies.

Oh larga muerte necesaria para vivir y necesaria
Defensa universal y sagrada copa de rocío sin beber
Por ahora y jamás y sangre no dominada por ahora
Y jamás y conciencia brillante sin corazón vencido
Por ahora y jamás y espalda de sal lúcida no azotada
Por ahora y jamás y hombros de fuego no destruidos
Por ahora y jamás y piel no hecha para bocas
Asesinas por ahora y jamás y defensa del ser
No igualada por ahora y jamás.

Imagen y presencia sin obscuridad con el grito
En el aire de la sangre y en la flor y coraza
De las armas del corazón terrestre.
Como en única lumbre desesperada,
Como en único olor y pulso y respiración y manos
Donde nacen las lámparas y el estremecimiento
Que rechaza la muerte.

Qué vigilia penetrante por los vivos y los muertos
Mientras el alba cae ceñida de fusiles,
Mientras los hombres detienen el temblor extranjero,
Mientras las mujeres apagan la luz de sus cadáveres,
Mientras el mundo espera de pie en las puertas del sueño.

Aproximación

Asómate a la raíz de mi sangre que pasa entre la madera
Dormida por pasos que la siguen hasta morir.
Habita fatigada la sombra de sus habitaciones donde el tiempo
Cierra todas las puertas.
Oh, país de un sonido largo como una luz a lo lejos,
Acércate a mi oído que tarda en despertar.
La crueldad de esta estrella que nada debajo del agua
Es tu voz fija en un instante sin existencia segura,
Algo más adentro de mi imagen errante que atraviesa las puertas cerradas.
Quítame las sienes de los vidrios y quítame las manos del fuego.
El calor de tus luces destruye las sombras y los vapores donde la muerte hace su nido.

Inscripción en la puerta del tiempo

Nuestra esencia viene de la tiniebla rasgada
En espada de noche y fuego invasor parecido a la sed,
Construida de ángeles ciegos y temblores y de la infinita ola
Amante de lo terrestre sin límite y del olvido.
Pero una transparente llama sigue a la sangre desde el tiempo
De un calor indestructible, de una voz dormida a lo lejos
Tal vez donde el ángel sonámbulo destruye los sueños
O donde el espacio cierra sus ramas en un movimiento
De angustia terrible y de rechazo a la sed.

Poder volver un día al latido lejano, a la sumergida
Ola sin llanto donde el corazón bebía su fuego en la copa
Nocturna y palpitante, como el pez en su agua.
Tan vasta angustia sube y tanta permanencia alrededor.
Los tallos se obscurecen en el terrestre sonido
Y las piedra echa ramas debajo de su muerte.

Inalcanzable vapor errante y corona deshecha en el agua,
No más bellos que el cuerpo confundido en las sombras.
Pero las cabezas arden y las manos se sueltan no más lejos
Que el oído de la tierra o que la boca del cielo.
Juntos en un solo relámpago abandonado… Qué esencia
Destruir ya, qué abatido sueño recoger, qué lámpara
Guardar en la tormenta de la noche sumergida.

Maravilloso tiempo ¡oh fuego devorador! y maravillosa
Sangre y ceguera y necesidad del abismo donde el ser perece
Entre ángeles y demonios todavía, entre ritos,
Debajo de campanas y sepulcros sin alba para siempre.
Siempre, siempre, a imagen y semejanza de la angustia.
Siempre, siempre, a imagen y semejanza de la terrible imagen.
Siempre, más que a imagen de la vida, a semejanza de la muerte.

Amenazada existencia tan cálida de sonidos, de movimiento
Sin fin, donde el sueño de las cosas nos oye día y noche,
Donde el hombre nos oye, donde nosotros nos oímos y donde
Lo que no es nuestra esencia nos oye y nos mira.
Sin embargo, terrible copa nocturna nos cae en la boca
Y aire de inmensa hoguera nos desnuda al andar.

Abandonando cuerpo de anillos calientes, imagen sola
De la voz ciega y devoradora y eterna, hay una espada
Para la sed, hay una espada para el sueño.
¿Qué se le oye decir? ¿Qué puertas abre? ¿Qué estremecimiento
Conduce? ¿Qué despierta en la lengua sin ojos de los muertos?

VISITA

Por fin los corales han dado con las piernas y mecen rumores
En el lecho de la soledad hecha de nidos.
Cuando los sueños flotan y el hombre desinfla el aire que pasa
Saben que alguien despierta en el ruido de la noche terrestre.
Amor del océano que escribe con uñas en la arena apagada
Lo que la ola reduce a cuerdas líquidas.
El mensaje impone un orden en que los peces se detienen y naufragan.
Y algo de lo que toca se ilumina y algo de lo que no se ve deja caer su escama.
Porque los corales visitan un cuerpo y conocen lo que significa si el sueño
Toma la forma de un signo que desciende entre húmedos dedos marinos.

El corazón sumergido

I

Venid, agua de vientre obscuro, raíz de la luz
En eternidad y vaso necesario para el oído.
Venid, haz y corona de jóvenes chispas de aire
Y pupila del hombre frío que empieza a invadir
Sombra y resplandor, nada y violencia y sitio
Para el hueso y para la ansiedad de la carne,
Transformada en pájaro de fuego y grano del cielo.
Herido en su sangre y permanecer como el espanto
Que habla con largas raíces en la boca y un rayo
En la mano del corazón.

II

Es el hombre, una lámpara en dos pies
Y dos alas y vidrio y tiniebla alrededor.
Abramos los ojos, las sienes, los tallos, las piernas,
Las puertas del cuerpo y de la obscuridad.

ESCALA DE LOS SUEÑOS

Dividida en las olas de tinieblas anticipadas al alba
Entra en los espacios que para sí misma descubre.
Resbalan los aceites opresos, fieles al despertar
Y la chispa que ha perdido su ojo entre la noche.
Fábulas ensimismadas desde siempre, en caminos de escalas desde siempre
Se encienden en la flor negra del aire inesperado.
Tendidas desde un lento dormir
Vienen como de la inalcanzable existencia de las lenguas apagadas.
No lejos de su cabeza, en un borde de nieve
La escritura del día extiende su piel de algas rumorosas
Y sangra al pie de esta página muerta al despertar.

LAMPARA DETRÁS DEL MURO

Sitiado de vellones en movimiento
Imagen que la memoria deja caer.
El tiempo nada en un color de atmósfera
O vuelo de sombras despiertas,
Guiado por lámparas de negro andar.
Las tribus aparentan descanso en tus huesos.
Nada te es familiar si no viene
Desde la cascada de ritos de la sangre desaparecida.
Piedras de lenguas habitan en tu imagen de siempre,
Imperturbable cabeza de sonámbulo.
Vivo en piel rayada por signos,
Historias de muertos en los laberintos del pecho.
Fantasma con oído destrozado,
Fantasma con pies de aureola,
Fantasma sentado en largas raíces.
Esperas bosques ausentes y minerales de sueño,
Cascadas de cuello de garza abandonada,
Raíces que leen su diario bajo tierra,
Angustia de cielos colgantes que destruyen tu boca
Mientras el humo se reclina en hojas de uñas ciegas,
Y pasan coronas de agua, coronas de soles, coronas
De animales asidos a la sangre de los años.
Habitante del alba prendida en tus cabellos,
Habitante de las mañanas que lamen viviendas y sueños,
Habitante de las tardes, danza de gotas de hilo a hilo, gota a gota,
Y de la noche con puertas de vidrio abiertas al miedo.